Cariño, afecto y amistad, los mejores nutrientes
La enfermedad condena a miles de personas a comer solas y, poco a poco, a despreciar todos los aspectos relacionados con la alimentación, desde la cocina hasta la mesa
Los auténticos 'superalimentos' son los que tienen nombre propio. Irati, Martín, Joselu, Paule... Ponga el suyo en esta relación y no permita que le hablen ... de cúrcuma ni de bayas de Goyi. La comida que más nutre y mejor sienta es la que se hace en buena compañía. No hay cosa más sana que compartir mesa entre anécdotas, sentimientos y buen humor. Porque jamar junto a alguien querido contribuye de manera decisiva a nuestro bienestar físico y mental. ¿Sabe, sin embargo, cuantas personas en España se ven obligadas a diario a comer en soledad?
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Lo de tener que comer solos es un problema social de primer orden al que se le presta muy poca atención, prácticamente nula. Un grupo de investigadores de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) lo ha analizado en profundidad y ha estudiado el modo en que lo afrontan 27 personas con distintas discapacidades. El trabajo, que ha merecido su publicación en la revista 'International Journal of Environmental Research and Public Health (Diario Internacional de Investigación Ambiental y Salud Pública), resulta interesante no sólo porque permite conocer la forma en que viven la soledad de la mesa los pacientes con determinadas enfermedades.
También lo es porque, de algún modo, sirve para medir el impacto que produce en la salud algo que en nuestra sociedad resulta, por desgracia, cada vez más frecuente. En España se calcula que viven solos casi cinco millones de ciudadanos. Cuanto más envejezca la población –y estamos en ello– lo serán más.
Más que una cuestión afectiva
«Hospitales y servicios sociosanitarios se preocupan de que sus beneficiarios estén bien nutridos; pero con eso no basta», destaca la investigadora Carmen Cipriano-Crespo, que ha liderado el trabajo. Cuando alguien tiene que comer solo, explica la autora a Jantour, automáticamente se pierde el componente social, afectivo y emocional que se desprende de la charla. Desaparece el intercambio de experiencias, el hecho de sentirse acompañado. «Comer es un acto social que nos forma como seres humanos», destaca la experta, que es terapeuta ocupacional y antropóloga social.
Su compañero Xavier Medina, director de la cátedra Unesco Alimentación, Cultura y Desarrollo, añade otro argumento a la reflexión: cuando nos enfrentamos a un plato solos no lo hacemos igual que cuando estamos acompañados. Comemos deprisa, incluso de pie, y tampoco nos preocupamos porque el menú contenga primer plato, segundo y postre. Cualquier cosa es suficiente. Son las condiciones perfectas para la aparición de las enfermedades ligadas al sobrepeso y los problemas mas comunes de salud mental, ansiedad y depresión.
La situación se complica aún más en pacientes con enfermedades que conllevan problemas para masticar o deglutir. Cipriano-Crespo define cuatro grandes problemas a los que se enfrentan.
1. Soledad. Sienten que nadie les entiende, sólo los que sufren como ellos.
2. Sentimientos de vergüenza. Se ven el centro de las miradas y no les gusta.
3. Autoexclusión. Para evitar las reacciones de los demás, optan por retirarse de la mesa. No acuden a nada que suponga la mínima exposición: ni bodas, ni bautizos, ni cumpleaños, nada.
4. Fealdad. La mesa no es atractiva para ellos. Hasta los utensilios que necesitan, platos y cubiertos les generan rechazo. Son especiales, a menudo de plástico, con vasos tentempiés, bandejas térmicas...
Los mejores nutrientes son el cariño, los afectos y la amistad. No coma solo y, si le quiere, tampoco deje que lo haga.
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