La moda del 'París' en los bares de Bilbao
Julián Méndez
Jueves, 21 de agosto 2025, 11:02
En Bilbao lo llaman París y se lo he visto pedir a unas cuantas damas. Solicitar un París a quien está en el ajo es siempre más corto y no necesita de tantas explicaciones como pedir que le pongan un hielo a tu copa de vino.
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¡Anatema!
¿¿¿Anatema???
Está la cosita 'mu' mala en lo tocante al consumo de vino así que los puristas que miraban (y miramos) semejantes desmanes con ojos asombrados debemos plegarnos a la realidad y pasar por el aro. Claro que no es lo mismo refrescar (y licuar) de ese modo un 'Ruedita' o un 'Verdejito' (como aún escucho presentarlos por ahí) que aguar o congelar los matices de un gran vino hecho con uvas blancas.
El consumo de vino blanco creció en España el pasado año un 1,7%, compensando así el descenso del tinto con DO en un 1%. AdobeStock
En fin, la realidad es tozuda y las cifras incontrovertibles. El pasado año las ventas de vinos con denominación de origen bajaron un 1%. Pero mientras que en tintos la caída fue del 2,7%, el consumo de blancos creció un 1,7%.
Y no deja de ser llamativo que casi la mitad de blancos que se toman en España (el 44,5%) proceden de la DO Rueda, en viñedos plantados en municipios de Valladolid, Segovia y Ávila y mayoritariamente de la variedad Verdejo.
Aunque si hablamos de producción mayoritaria de vino blanco tenemos que viajar de manera obligada a La Mancha. A Tomelloso, por ejemplo, donde se encuentra la mayor cooperativa vinícola del mundo, Virgen de las Viñas, y hablar de las viñas de Airén. La Mancha es el mayor viñedo del planeta: 500.000 hectáreas (más de dos veces la extensión de Bizkaia), cifra que casi duplica también la superficie de Álava con sus 296.300 hectáreas. Para que se hagan una idea cabal, la superficie dedicada a viñedo en toda la Rioja Alavesa es de 13.500 hectáreas. Echen cuentas de los millones de litros de vino blanco que salen de La Mancha (y que viajan en cisternas alimentarias por toda Europa).
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El hielo se ha convertido en un acompañante habitual del vino blanco; en Bilbao se pide «un París». AdobeStock
Lo cierto es que, por cosas del calor, del calentamiento global, del verano o por aquello de que tienen menos grado alcohólico, los santos bebedores piden cada vez más vino blanco. Y más, aquí, en Bizkaia, donde el alterne con los pálidos txakolis está a la orden del día. Algunos de los últimos resistentes (saludos, Javi y Santi) potean a diario con fríos Itsasmendi y Caraballas.
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Otra cosa es lo que airea el vigneron que hace unos días ocupaba la portada de Jantour. Alfredo Egia advierte del uso y abuso indiscriminado de levaduras artificiales para bombardear de sabores y aromas a piña, plátano, frambuesa o tonos herbales a lo Ambi Pur, a los neutros vinos blancos cultivados y producidos de manera industrial, corregidos, salvados y afinados a base de sacos de química. Eso es otra cosa.
Los blancos bien hechos son poderosos y complejos. Pero para todo hay tiempo. Empezar por blanquitos comerciales para ir descubriendo nuevas botellas: esa Finca Apolonia con ostras de El Puertito, todo lo que hace Ismael Gozalo, las manzanillas en rama de Cork, un espumoso con burbujas que atesora 'El Loco' en el Mugi, las añoradas copichuelas de champán que custodiaba Gorka Argul en el Corto Maltés, ese rico A Cercada, Godello de Valdeorras, que esta semana nos refrescó el alma en un santuario de Busturia del que les hablaré pronto, el Qué Bonito de Benjamín en la Tercera de San Vicente de la Sonsierra, lo de Oxer, Lalo Antón y Juan Valdelana, el Pouilly Fumé de Moni y Ángel en Vintage, las joyas que tutela Patxi Fernández de Retana en La Kave vitoriana, nuestra Ayala de cabecera, el Chablis que nos regaló un antiguo director...
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