Helados, los de mi madre
Hay que recuperar la tradición de hacerlos en casa, que permite reducir la carga de grasas, azúcares y aditivos y contribuye a forjar gratos recuerdos para toda la vida
Mi madre hacía unos helados fabulosos. A mi padre le gustaba el de limón y a nosotros, el de chocolate, pero creo que el mejor era el de vainilla. Solo con pensarlo vuelven a mi mente aquellas bandejas alargadas en que los preparaba; la imagen de todos nosotros inquietos, a la espera de que tu porción cayera en el plato y, cómo no, el recuerdo de aquella textura fría, dulce y compacta. No puedo evitarlo, se me hace la boca agua al escribirlo.
Estoy convencido de que muchos niños de hoy piensan que para comerse uno, obligatoriamente, hay que bajar a por él a la heladería del parque o el bar de la esquina. ¡Pobrecillos! Hay que recuperar la costumbre de hacerlos en casa. Son muchísimo más sanos y permite crear gratos recuerdos para toda la vida.
Malas noticias
Irremediablemente, nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena y del helado cuando llega el verano. Este año, especialmente. Un total de 46 variedades de productos de distintas casas (entre ellas Milka, Nestlé, Toblerone, Oreo, Nuii, Princesa, La Lechera y Smarties) han tenido que ser retirados del mercado por haberse contaminado de manera accidental con un ingrediente cancerígeno: óxido de etileno (ETO).
Todos ellos se comercializan en España a través de un mismo distribuidor, Froneri, el segundo mayor fabricante de helados de Europa, nacido de la fusión entre la británica R&R Ice Cream y la suiza Nestlé. La noticia ha sido de las que asustan, sobre todo, porque al Ministerio de Sanidad le costó publicar los nombres de las marcas afectadas por la contaminación, que hubiera sido lo más sencillo y tranquilizador. Pero ya no hay nada que temer. Si decide acercarse a la heladería, adelante. El producto que encontrará en ella, ya está revisado y cuenta con el visto bueno de Consumo.
Ahora bien, recuerde que, aún siendo bueno, va a comprar usted un producto con un importante aporte de grasas saturadas y azúcares. ¿Es un crimen para la salud? ¡Qué va! Ni mucho menos. Tampoco está mal consumirlo de vez en cuando, y menos ahora, que es verano. Pero hágalo conscientes de que La Sociedad Española de Nutrición Comunitaria lo sitúa en su pirámide nutricional a un tercer nivel, a la altura de las chucherías y la bollería industrial. Eso significa que su ingesta debe ser opcional, ocasional y moderada.
Algunos truquillos
Por eso, si lo adquiere en la calle, es mejor decantarse por un helado más artesanal. Pero la mejor de todas las opciones, desde un punto de vista nutricional, es sin duda la de hacérselo en casa, con ingredientes naturales que pueden ser controlados por uno mismo, según defiende la médico nutricionista Mercedes Heras, de la red IMQ. El helado casero, y en Internet pueden encontrarse mil y un recetas, puede elaborarse con bastante menos azúcar y grasas de mejor calidad que las que contiene el producto de tienda. Puede prepararse incluso con leche desnatada o semidesnatada si se prefiere, y utilizar para enriquecerlo trozos de fruta o frutos secos, con lo que se evita ya toda grasa y azúcares.
La heladería casera, la repostería en general, tiene fundamentalmente dos ventajas. Frente a la producción industrial, evita la carga de conservantes y aditivos, muchos de ellos sintéticos, que se introducen en el producto sólo son fines tecnológicos y publicitarios. Su único fin es proporcionar al producto una vida más larga o, simplemente, un color más vivo.
Elaborarlo en casa favorece recuperar ingredientes y métodos tradicionales y construir lazos familiares. ¿Usted no recuerda la mesa llena de rosquillas al volver de la calle o el olor a bizcocho que le invadía al abrir la puerta de casa? Son recuerdos impagables que forman parte de nuestra educación nutricional. Disfrute agosto con un helado.