Granjas de mar contra la polución humana
Una empresa de Canarias ensaya con éxito la acotación de un espacio marino para cuidar la alimentación de las especies que se comercializan y evitar su contaminación con microplásticos y metales pesados
El mar está inundado de microplásticos. Un estudio firmado por la organización ecologista Greenpeace estima que sólo las aguas que bañan Europa reciben cada año un total de 8.627 toneladas de residuos plásticos procedente de productos cosméticos. ¡Un peso equivalente al de la Torre Eiffel! A toda esta basura se suma además la cantidad de metales pesados y pesticidas que las personas acabamos tirando por la borda. La cantidad de mercurio y cadmio presente en los mares europeos parece haber disminuido, pero aún así entre el 75% y el 96% de nuestras costas tienen un problema de contaminación, según reconoce en un informe la Agencia Europea de Medio Ambiente. Por eso, iniciativas como la de la empresa Aquanaria, productora de una de las lubinas salvajes más sanas del mercado, cobra especial relevancia en un mundo donde el mar comienza a ahogarse.
La firma, con sedes en Cantabria y Las Palmas, ha acotado un amplia extensión del océano Atlántico que baña la costa canaria para poner en marcha una de las mayores granjas en España de pescado salvaje, libre de plásticos y metales pesados. «Las piscifactorías modernas, en pleno mar, surgen como una respuesta de calidad ante la creciente contaminación de los océanos. Son parte de la solución para garantizar el consumo de un producto saludable, pero los seres humanos deberíamos marcarnos como prioridad salvar los mares antes de que se agoten», advierte el médico nutricionista Javier Aranceta, presidente del comité científico de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria. «Son una de nuestras principales fuentes de alimentación».
Producto de calidad
¿Qué, ya se ha asustado lo suficiente? ¡Esté tranquilo, hombre! El pescado debe formar parte, junto con las frutas y las verduras, de la base de nuestra alimentación; y el que se vende en las pescaderías es un producto bueno, aunque no todo –eso sí– de la misma calidad. Muchas de las especies que se comercializan ahora, como la panga, tilapia y la perla, proceden del sudeste asiático o el cono sur del planeta y llegan a nuestra mesa previamente congelados o refrigerados. Resultan económicos, se utilizan mucho en la restauración colectiva y son una mala opción, con una calidad, en cuanto a nutrientes, que equivale al 10% del producto autóctono.
Los arrantzales vascos, como los de todo el norte, han hecho un enorme esfuerzo por adaptar su flota y aparejos a las exigencias europeas. Eso significa que el pescado a la venta procedente de las aguas del Cantábrico –mucho más limpias– es el resultado de una pesca sostenible, practicada con artes tradicionales. Es, por tanto, un producto de temporada, de excelente valor nutricional y gastronómico.
Libres de anisakis y ciguatera
¿Qué aportan las granjas marinas? Fundamentalmente dos ventajas. Sus ejemplares –las de Aquamarina son sobre todo lubinas–, crecen y se desarrollan en aguas, libres de microplásticos, metales pesados y de las dos infestaciones que más preocupan a las autoridades sanitarias europeas, que son el anisakis y la ciguatera. Para mayor seguridad, la calidad de sus aguas se analiza periódicamente, cada semana.
La alimentación que reciben todos estos ejemplares está perfectamente controlada para que se asemeje lo máximo posible a la que realizan los peces que viven en libertad plena. Además, está libre de todo metal pesado. Exámenes de calidad ajenos y propios garantizan que su dieta sea prácticamente igual que la del animal salvaje, «solo que controlada», detalla el experto.
«Éste –pronostica Javier Aranceta– es un sistema de cría, que ahora abastece a la alta restauración, pero se va a extender cada vez más». Sólo falta que cuidemos un poco más el mar. Que nos cuidemos.