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Los cocineros que vinieron de Oriente

En 1974 la prensa destacaba como noticia el viaje de dos japoneses a Bilbao para aprender cocina vasca

Ana Vega Pérez de Arlucea

Sábado, 17 de marzo 2018, 00:59

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1974, pónganse en la situación. Franco aún sigue vivo, la tele acaba de descubrir el color y en las radios suena 'La fiesta de Blas', esa de las copas de más. La Nueva Cocina Vasca no se ha inventado todavía y mucho menos la cocina-fusión. Los pintxos aún no tienen mil zarandajas encima y son sencillos grillos, gildas, bilbainitos o champis a la plancha. La gastronomía tradicional vive horas bajas y lo más elegante que se puede comer en Bilbao sigue siendo la cocina afrancesada a lo puturrú de fuá. Y de repente, aparecen dos tipos del lejano Oriente que dicen que quieren aprender a guisar aquí para llevarse nuestros secretos allá y triunfar con la cocina euskonipona.

El alucine debió de ser importante. «¿Unos japoneses? ¿Haciendo txipirones? Ene bada!». La noticia apareció en La Gaceta del Norte, ABC y unos cuantos periódicos más, con foto y todo para probar la existencia real de aquellos valientes. Ahora los restaurantes y las escuelas de hostelería están llenos de estudiantes extranjeros, pero entonces aquello era el acabóse, una muestra irrefutable de que la cocina vasca podía llegar a triunfar en todo el mundo: aquellos aventureros eran de Japón pero pilpileaban como si fueran de Bermeo o Apatamonasterio. Hakuzo Hasegawa y Kasutoshi Kawasaki fueron stagiers cuando aun se decía «aprendiz» y estuvieron un par de meses descubriendo los misterios de nuestra cocina en el restaurante La Parrilla de Artxanda.

En la entrevista que les hizo La Gaceta del Norte (publicada el 31 de julio de 1974) contaban que su idea era volver a Japón para abrir un restaurante inspirado en nuestros platos más famosos. «Cuando hagamos conocer la merluza allá, preparada en las distintas formas que aquí se cocina, estamos completamente seguros de que será uno de los platos que más éxito tendrá», decían. No me digan que no es maravilloso: cuarenta años antes de que todo quisqui hiciera cocina-fusión-vasco-asiática dos morroskos de Osaka querían exportar la merluza en salsa verde al país del sol naciente. Hakuzo y Kasutoshi se declaraban enamorados de la gastronomía vasca, admiradores de nuestras costumbres y de «la gracia y la sabrosísima manera de condimentar los platos de esta tierra». Lástima que no sepamos si llegaron a abrir el restaurante con el que soñaban, pero podemos quedarnos con que allá en Japón hay dos septuagenarios que siguen cocinando el bacalao al pil pil tal y como aprendieron en Artxanda.

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