¿Dónde está la cocina Waly?
Historias de tripasais ·
Seguro que muchos de ustedes tienen la preciosa colección de fichas de recetas Waly guardada en la ganbaraAna Vega Pérez de Arlucea
Lunes, 23 de julio 2018, 21:39
Imagínense ustedes que hoy les entra gusa de un plato en particular y no se lo saben de memoria, ¿qué hacen? Pues agarrar el móvil, la tablet o el ordenador, realizar una búsqueda rápida y chimpún, solución al canto. Pero antes de que cualquier receta estuviese a un solo clic de distancia, las cosas eran algo más difíciles. Madres y abuelas tiraban de experiencia, recuerdos e inventiva y en caso de querer preparar algo no incluido en su disco duro mental recurrían a su libro de cabecera (casi siempre firmado por la Parabere, Simone Ortega o Ana María Calera), a recortes de prensa o a recetas manuscritas, apuntadas con primor en papel cuadriculado ('el flan de Asun', 'besugo como lo hace la tía Carmen'). A medio camino entre todas estas opciones estaban las fichas de cocina, recetillas sueltas que a fuerza de pesetas y afán coleccionista podían llegar a formar una completa recopilación gastronómica.
Como en el fondo son ustedes tan viejunos como yo, seguro que ya andan recordando hitos de los 80 como las recetas coleccionables de la revista 'Pronto', con su archivador y todo, o las de 'Telva', cuya caja estuvo colgada de la pared, siempre a mano, en muchísimas cocinas. El fichero Sarpe ('La buena cocina') fue otro de los clásicos de la época, igual que la caja a cuadros blancos y azules donde se metían las recetas de La Lechera, y habrá hasta quien recuerde ejemplos más antiguos como las postales de cocina Vila o el archivador para colgar de Riera Marsá. Pero, eh, ninguna colección fue tan bonita como la de 'Waly'. Aquellos afortunados poseedores de algunas de sus tarjetas las habrán reconocido inmediatamente al ver la foto; icónicas, llamativas y exquisitamente ilustradas, las fichas de 'Cocina gráfica Waly' son ahora la obsesión de numerosos coleccionistas pero también historia viva de nuestra cocina.
Un sobre, ocho tarjetas
Editadas en Gipuzkoa entre los años 50 y 70, las recetas Waly constituyeron una forma modernísima de divulgar el conocimiento culinario: la suscripción. Por un módico precio y sin salir de casa se recibía, una vez al mes, un sobre que incluía ocho tarjetas apaisadas. Por un lado venía el título de la receta con la ilustración del plato final, los ingredientes o utensilios necesarios, y al dorso las instrucciones de elaboración. Se entendía que durante ese mes las amas de casa se afanaban en dominar las fórmulas y que una vez transcurridos 30 días tendrían ganas de más, de modo que si no disponían lo contrario recibían un nuevo sobre.
¿Quién inventó la colección Waly? Pues la verdad es que para haber alcanzado la gran difusión que tuvo, los datos son más bien escasos. Las fichas más antiguas (con un diseño ligeramente diferente) se podían comprar en librerías y tiendas de comestibles además de por suscripción y fueron editadas en 1955 en Pasaia por un tal Edmundo Renard, distribuidor exclusivo. A Renard no le debió de ir muy bien el negocio y en 1957 anunciaba en prensa que vendía '22 lecciones inéditas para curso completo de cocina con dibujos originales y textos modernos, listas para imprimir'.
Por correspondencia
Ahí es donde aparece en escena el avispado Pablo Arigita Mezquiriz, un maestro hondarribiarra que ya en 1948 había montado un próspero negocio a base de cursos por correspondencia. Como CCC, para que me entiendan, pero en antiguo. El catálogo educativo de Arigita incluía corte y confección, bordado a máquina, encuadernación e idiomas. Desde la Academia A.E.I. (Zabaleta 55, Donostia) se enviaban lecciones a través de fascículos, manuales e incluso discos de 45 revoluciones, métodos innovadores que permitieron estudiar un oficio a aquellos que no podían acudir a formación reglada.
El caso es que Arigita vio un filón en las fichas de cocina y en 1957 compró los derechos de Waly, conservando su nombre pero añadiendo a las tarjetas el membrete de 'Creaciones Eva' que llevaban también sus cursos de labores. Parece ser –aunque no lo he podido confirmar aún– que los dibujos se deben al ilustrador donostiarra José Antonio Segués y que parte de las recetas fueron sugeridas por su esposa, Juana Bengoetxea.
Merluza terrícola
La colección está plagada de recetas como bacalao a la vizcaína o al pil-pil, patatas en salsa verde, besugo asado, calamares en su tinta, porrusalda (rebautizada como 'sopa de puerro'), txangurro, tortilla de bacalao, menestra a la bilbaína, canutillos o tostadas, algunas directamente copiadas de libros de cocina vasca (de Nicolasa Pradera o de la academia de cocina Casi) y otras ligeramente modificadas cuando no totalmente originales: ¡crepes Cantábrico! ¡alcachofas a la vizcaína! ¡huevos vascos! ¡merluza terrícola! Los quince años de vida de Waly dieron para más de 1.500 fichas, así que es muy posible que entre trastos, papeles y páginas de libros amarillentos tengan ustedes alguna. Quiéranla, enmárquenla y recuerden esos tiempos en los que una receta nueva era un tesoro.