A clase, bien desayunados
Afrontar con éxito las primeras horas de clase, las de matemáticas, física y química, requiere comenzar el día con leche, cereales y fruta; el 15,5%, de los niños no lo hace así
Se acabó lo que se daba. Los chavales han vuelto al cole, sus padres, a sus puestos de trabajo. Hay que recuperar las rutinas, que el verano es una delicia, pero nos echa a perder. Un estudio realizado por una empresa del sector de la alimentación revela que el 15,5% de los niños y adolescentes no se toma un buen desayuno antes de ir a clase. No le parecerá tan poco si piensa que se trata, nada menos, que de uno de cada siete. En los últimos años ha habido cierta controversia sobre cuál debería ser el desayuno ideal por la publicación de libros cuyo objetivo no era educar a la población en salud sino hacer caja. Cada uno es libre (y responsable) de dar a sus hijos lo que considere o mejor pueda, pero la evidencia científica es terca. La primera comida del día debe estar compuesta por tres elementos: frutas, cereales y leche.
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Las principales sociedades científicas del país vienen repitiéndolo desde hace años y no por terquedad, sino porque son ya muchos años de certeza científica. Miles de investigaciones y cientos de revisiones de estudios concluyen que el mejor desayuno, para niños y adultos, se compone de los tres elementos citados.
Los cereales, no azucarados
Cuestión distinta es que no todas las personas llevan el mismo ritmo de vida. No puede ser igual el desayuno de un chaval de 15 años que el de un joven deportista, que requiere una dosis extra de energía, o el de un abuelo, que se mueve muchísimo menos. A cada uno lo suyo, pero –si se piensa en clave de salud–, todos bajo un mismo esquema, el de la triada formada por fruta, cereales y leche, que es la que recomiendan los expertos en nutrición.
La leche aporta proteínas y calcio, dos elementos básicos para el desarrollo de cualquier persona y en especial para los niños y adolescentes. Los cereales, que pueden tomarse en forma de galletas tipo 'María', pan tostado, papilla de maíz o los clásicos copos en sus variadas presentaciones, («¡ojo, no los azucarados!») son un alimento rico en hidratos de carbono, igual de necesario. El tercer grupo, el de las frutas y verduras, constituye una fuente de vitaminas y fitonutrientes, que protegen frente a las enfermedades vasculares como el infarto y la trombosis, y también contra el exceso de peso.
Mayor riesgo de obesidad
Sólo con un sueño reparador y un poco de cada una de estas tres fuentes de nutrientes está uno preparado para afrontar las clases de matemáticas, física y química, que no por casualidad se programan a primera hora del día. Las materias más complejas se reservan para el momento en que uno, en teoría, se siente más despierto y descansado. Ese 15,5% de chavales que van a clase mal desayunados –según un estudio financiado por Laboratorios Ordesa–, suelen tomar solo un poco de leche y agua o, como mucho, un zumo, por lo general ni siquiera natural.
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Un desastre... especialmente cuando se sabe que los niños que no desayunan como se debe tienen un riesgo un 43% mayor de sufrir obesidad que aquellos que lo hacen bien. Lo ha puesto de manifiesto un reciente estudio del Instituto Danone, pero no es el primero que apunta en este sentido.
¿Por qué ocurre así? No se sabe a ciencia cierta, pero algunos investigadores apuntan a que al desayuno, le pasan dos cosas. Una, que por muy contundente que parezca esto de los cereales, la fruta y la leche, toda esa cantidad de comida ayuda a que el aporte calórico del resto del día sea menor. Lo que se toma a primera hora del día parece, además, que se metaboliza mejor. Quince minutos de desayuno con los hijos dan además una estupenda oportunidad de compartir el comienzo del día en familia. ¡Y qué mejor!
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