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Playa de Levante (Benidorm) en los años 60, etiqueta del Hotel Bilbaíno y plato de souvenir. CC PD.

Bilbao-Benidorm: sabores de ida y vuelta

Historias de tripasais ·

El desembarco vasco en Benidorm tuvo mucho que ver con la diplomacia gastronómica que este municipio alicantino fomentó a principios de los 60

Viernes, 3 de septiembre 2021, 07:04

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Los vecinos de Ibarrekolanda las conocerán de sobra, pero quizás a muchos bilbaínos les sorprenda saber que en su ciudad hay dos calles que suenan a vacaciones en el mar: Benidorm y Mar Mediterráneo. Ubicadas junto a la estación de metro de Sarriko, estas vías recibieron su nombre oficial en distintos años (una en 1964, la otra en 1983) pero ambas fueron oficiosamente bautizadas por el alcalde Javier de Ybarra en el mismo momento, cuando en un arranque de bilbainismo no quiso ser menos que otro avispado regidor.

Para que se pongan ustedes en situación les describiré la escena, ocurrida hace la friolera de 57 años. 10 de enero de 1964, viernes por la tarde. En uno de los salones de la Sociedad Bilbaína se celebra un piscolabis al que asisten políticos, periodistas y profesionales del turismo y la hostelería. Además de para beber whisky y comer canapés están allí para asistir a la inauguración de las Jornadas de Benidorm, una mágica fusión de simposio, exposición y agasajo yeyé que durante tres oscuros días de invierno se dedicará a vender el permanente sol benidormense al público vasco.

Las jornadas son –como casi todas las cosas en el Benidorm de entonces– una apuesta personal de Pedro Zaragoza Orts, alcalde del municipio desde 1950 y principal artífice de su boom turístico. Benidorm tiene de momento un único rascacielos, pero ya apunta maneras de meca vacacional. En poco más de una década ha pasado de ser un pueblo marinero a una próspera ciudad consagrada al turismo. Una vez atraídos los primeros ingleses, alemanes e italianos ha llegado la hora de emprender la conquista del mercado nacional y Pedro Zaragoza sabe que lo mejor es comenzar esa labor en una plaza importante. Por eso está en Bilbao y por eso ha montado las Jornadas de Benidorm por todo lo alto, en un emplazamiento elegante y con saraos mañana, tarde y noche con los que engatusar a agentes de viaje, inversores e instituciones.

Sólo para novios

Total que allí están, copa en mano y con los egos bien masajeados, las máximas autoridades vizcaínas. El regidor benidormí toma la palabra y recuerda los lazos históricos que unen a su localidad natal con el Botxo: desde la fundación de ambas poblaciones en el siglo XIV hasta la dedicación tradicional de sus habitantes a la pesca o al comercio marítimo. Incluso en materia turística hay vínculos: el primer hotel de Benidorm se llamó Hotel Bilbaíno y fue fundado en 1926 por Pedro Cortés Barceló, un antiguo mayordomo de barco de la Compañía Bilbaína de Navegación.

Anécdotas aparte, el señor Zaragoza aprovecha la ocasión para anunciar tres rutilantes iniciativas destinadas a despertar simpatías entre el público presente. La primera es que su ayuntamiento ha decidido bautizar una de sus calles en honor a la capital vizcaína. La segunda, que aquellas jornadas informativas acabarán con una gargantuesca comida al estilo alicantino y la tercera y final, que Bilbao se conectará directamente con el paraíso benidormense a través de un canal turístico preferente. La 'línea B-B' proporcionaría facilidades de transporte, alojamiento y ocio a los turistas vascos y sería estrenada esa misma primavera de 1964 por 150 parejas de recién casados que pasaron su luna de miel en Benidorm por cuatro perras.

Todo incluido por 5.000 pesetas

El precio concretamente fue de mil duros por matrimonio, 5.000 pesetas que constituían un precio irrisorio para un viaje de doce días con desplazamiento, hotel y pensión completa todo incluido. Tan sólo había que ser cliente de la Caja de Ahorros Vizcaína, apuntarse en plazo y casarse el 1 o 2 de mayo de aquel año; todo lo demás correría a cargo del ayuntamiento de Benidorm y de la Caja. No hacía falta promocionar mucho aquel chollo, pero nuestro periódico tiró la casa por la ventana cantando las excelencias de la gastronomía alicantina («una tentación irresistible para los paladares de gentes llegadas de todo el mundo») y publicando durante aquella semana de enero las recetas del arroz a banda y de la coca farcida, dos platos típicos de Benidorm con los que los lectores pudieron ir abriendo boca antes de poner el pie en el Mediterráneo.

Así fue como los vascos descubrieron Benidorm, a través de 150 parejas pasándolo pipa, dos suculentas recetas y un alcalde de Bilbao que no tuvo más remedio que corresponder a su homólogo levantino bautizando no una sino dos calles. Luego llegarían los apartamentos, los inviernos al sol, los bares de pintxos trasplantados y la famosa calle que rima con moño. Pero de eso hablaremos otro día.

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