Nacido en el Gorbea

Mikel Landa, nacido en el Gorbea. Niño silvestre. Hijo de un guarda forestal del Parque Natural de la montaña que une Álava y Bizkaia. Indígena. Como los comanches que no necesitaban silla de montar para enfrentarse a la caballería. Puro instinto. Talento genético. A un costado del Gorbea, a la ermita de Garrastatxu, ha llegado hoy la segunda etapa de la Vuelta al País Vasco. «Todavía estoy verde, sin carrera», había dicho en la salida Landa. Su victoria le ha sorprendido incluso a él mismo. Ni Landa conoce sus límites. Tras un invierno enfermo, con la mitad de kilómetros en las piernas que sus rivales, el alavés ya es líder de la ronda. Ganador en su montaña. A lo Pantani. Como el italiano, escalando con las manos engarfiadas en la parte baja del manillar. Landa se sale de las tablas que miden hoy al milímetro este ciclismo ultramoderno. Sin apenas preparación, ha defendido su monte. Suyo. Euskadi tiene un genio. Salvaje. Mikel Landa.

Al otro lado de la montaña está Murgia,su paisaje. Paseos a por setas, rutas con la bici de mountain bike. Infancia a la intemperie. De chaval, un día descubrió Garrastatxu. El escenario de su victoria. Hace justo un año y después de otra enfermedad, renació en esta carrera, en las rampas de Aia. Luego fue al Giro, subió como si nada el Mortirolo y batió a Contador en dos templos donde antes había vencido Pantani: Áprica y Madona di Campiglio. Si en su equipo no le paran camino de Sestriere, hasta pudo haberle ganado ese Giro a Contador. Le frenaron. Corrió con bozal en favor de su compañero Aru. Ahora en el Sky puede enseñar los colmillos. En un mes volverá al Giro. Ya pedalea libre por las montañas. Se ha desatado en la suya, el Gorbea, Garrastatxu. Siempre dice que le gustan los ciclistas valientes: Pantani, Mayo... Landa.