Vietnam celebra el fin de la guerra hace 45 años
Sin grandes fastos ·
La pandemia empañó ayer la conmemoración del aniversario que conllevó la reunificación del país tras dos décadas de enfrentamientosyolanda ruiz
Viernes, 1 de mayo 2020, 00:21
Las heridas siguen abiertas en Vietnam. A la población le cuesta olvidar la muerte de cerca de 3 millones de personas -2 de ellas civiles y el resto soldados- y las secuelas que provocó el enfrentamiento entre el norte y el sur que se prolongó durante dos largas décadas. Pero ayer tocaba conmemorar el 45 aniversario del fin del conflicto bélico, que supuso la reunificación del país. La celebración, sin embargo, se vio empañada por la sombra del coronavirus. Las ciudades amanecieron engalanadas para la ocasión pero se evitaron los grandes desfiles militares y actos multitudinarios. Las autoridades optaron por la prudencia ante el temor de que la epidemia, que ha causado tan sólo 270 positivos y ningún deceso, pueda descontrolarse. «Por el momento, podemos decir que Vietnam ha repelido al virus», aseguraba el primer ministro, Nguyen Xuan, el pasado martes.
Analistas comparan la estrategia seguida para frenar el virus con la empleada durante la guerra por las fuerzas comunistas para aprovechar al máximo sus escasos recursos frente a un enemigo apoyado por el poderoso Ejército estadounidense. El conflicto surgió a partir de la Primera Guerra de Indochina (1946-1954), en la que las tropas coloniales francesas combatieron contra el Viet Minh liderado por fuerzas comunistas en la entonces Indochina francesa. La mayor parte de la financiación del esfuerzo de guerra francés fue proporcionada por Estados Unidos.
Después de que los franceses abandonaran Indochina tras ser derrotados en 1954, en la Conferencia de Ginebra se decidió el abandono de la colonia asiática, la separación de Vietnam en dos Estados soberanos (Vietnam del Norte y Vietnam del Sur) y la celebración de un referéndum un año después para decidir una reunificación o la división definitiva. Ante el temor de que ganara la primera opción en la consulta, los dirigentes del sur dieron un golpe de Estado. Y es entonces cuando los del norte comienzan a infiltrar soldados para anexionarse el sur, donde Estados Unidos comienza a enviar tropas y recursos a partir de 1964 para contener la expansión del comunismo.
La conjura contra la pandemia ha mitigado las heridas que siguen supurando y ha dejado a un lado las rencillas
El comienzo de la intervención militar norteamericana en la Guerra de Vietnam se produce en la primavera de 1965. El conflicto se prolongó hasta abril de 1975, cuando las tropas comunistas del Frente Nacional de Liberación invadieron Vietnam del Sur y tomaron Saigón, ciudad que luego cambió su nombre por el de Ho Chi Minh, un expresidente, militar y poeta considerado un héroe de la resistencia. «Maten a diez de nuestros hombres y nosotros mataremos a uno de los suyos. Al final serán ustedes los que se cansarán», llegó a comentar a comienzos de 1969.
«Una fortaleza»
Saigón se rindió ese mismo año y en 1976 el país fue reunificado bajo el nombre de República Socialista de Vietnam. La caída de Saigón es recordada también por la caótica evacuación de las embajadas a través de helicópteros.
Estados Unidos nunca pudo sobreponerse moralmente a esa contienda bélica, que dividió a la sociedad y levantó una ola de protestas de las que participaron, entre otros, el reverendo Martin Luther King, el escritor Norman Mailler y el cantante y premio Nobel de Literatura Bob Dylan. El país perdió en esta guerra a 58.000 personas, cifra que ya se ha visto superada en 4.000 más con las víctimas que ha causado el coronavirus.
En Vietnam, sin embargo, no han registrado ningún deceso desde que a finales de enero emprendieron una férrea lucha contra el virus. «Todos los negocios, todos los ciudadanos, todas las zonas residenciales tienen que ser una fortaleza para contener la epidemia», advertía el pasado mes de marzo el primer ministro.
La conjura contra la epidemia ha mitigado las heridas que siguen supurando y la población ha dejado a un lado las rencillas de la larga batalla, que se saldó con miles de personas exiliadas. Los grupos disidentes incluso han moderado el tono de sus críticas para mantener la unión frente al virus. Y pese a que las calles ya van recuperando vida, ayer prefirieron sustituir los grandes fastos por actos privados con un máximo de 30 asistentes, que se retransmitieron por Internet.
Las autoridades advierten, por otro lado, que ahora el país se enfrenta a una dura y nueva fase en esta guerra sanitaria, la de reactivar la maltrecha economía después de tres meses de actividad reducida «conviviendo con la pandemia».
Víctimas y protagonistas
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Hong Van Chau | Vendedor
«A veces pienso que tenía que haberme ido en un helicóptero»
Se alistó en el Ejército del Sur para recibir alojamiento y comida, hasta que en 1968 casi pierde la vida tras estallarle una mina colgada de un árbol. Tras quedar invidente, se colocó en un hospital. Y tuvo ocasión de huir tras la guerra, pero «una enfermera me dijo que siendo ciego no me aconsejaba irme, pensaba que el nuevo régimen me iba a permitir seguir con mi trabajo. En aquel momento todo el mundo intentaba montarse a un helicóptero que lo llevara a los portaaviones. A veces pienso que tenía que haberme montado en uno», se lamenta Chau a sus 75 años. Con una salud muy precaria, sigue levantándose a las 4.00 horas para vender cepillos en un mercado.
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Nguyen Huu | Lotero
«Llevaba dos granadas escondidas por si alguien me atacaba»
A sus 66 años, subsiste vendiendo lotería en su silla de ruedas, algo que él considera «una bendición de Buda» si lo compara con los duros años de la posguerra. «En aquella época llevaba dos granadas pequeñas escondidas por si alguien me atacaba. Tenía miedo de la crueldad del nuevo régimen. Creía que estaba al final de mi vida. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa», rememora Huu, que perdió las dos piernas al pisar una mina.
Fue mendigando de pueblo en pueblo hasta llegar a Saigón al inicio de los años 90. «No podía pagarme una silla, fui andando con unas maderas durante diez años, he roto muchísimas», comenta con una sonrisa mientras señala las tablillas.