Borrar
Urgente Retenciones en la A-8 sentido Cantabria por dos accidentes en Santurtzi
Costa saluda a un seguidor en los aledaños de su colegio. REUTERS
António Costa, jovial y maquiavélico

António Costa, jovial y maquiavélico

El primer ministro, de origen indio y abogado de 58 años, es uno de los pocos líderes socialdemócratas europeos que tiene el viento a su favor

DIANA MARTÍNEZ

Lunes, 7 de octubre 2019, 01:05

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Siempre jovial, António Costa, que volvió a imponerse ayer en las legislativas, es un hábil estratega que ha sabido conciliar el rígido credo presupuestario europeo con la unidad de la izquierda. De origen indio, este abogado de 58 años, de pelo blanco y con gafas, es uno de los pocos líderes socialdemócratas europeos que tiene el viento a su favor. «Costa es un excelente negociador, una persona muy pragmática y un político nato», según Marina C. Lobo, analista de la Universidad de Lisboa. No obstante, el presidente conservador portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, su antiguo profesor de la Facultad de Derecho en Lisboa, se burló una vez de su «optimismo crónico y un poco molesto».

Al sellar con la izquierda antiliberal un pacto sin precedentes en cuarenta años de democracia, lo que le valió fuertes críticas de la derecha, el exalcalde de Lisboa formó hace cuatro años un Gobierno socialista minoritario respaldado por una mayoría parlamentaria menos frágil de lo previsto. La mezcla dio resultado y este aficionado de la cocina, el cine y el fado -expresión más conocida internacionalmente de la música portuguesa, en la que se expresan las experiencias de la vida a través del canto- ha llegado al fin de su mandato con enorme popularidad.

Las encuestas a pie de urna colocaban anoche a su partido al borde de una mayoría absoluta que le permitiría gobernar sin sobresaltos. Aprovechó la recuperación económica para eliminar las medidas de austeridad implementadas por la derecha a cambio del rescate otorgado en 2011, y continuó limpiando las cuentas públicas para ajustarlas a las normas presupuestarias europeas.

De apariencia afable y jovial, aunque descrito por sus detractores como manipulador y maquiavélico, Costa tuvo «la claridad de comprender que podía unir a la izquierda sin hacer demasiadas concesiones», explica el politólogo Antonio C. Pinto. Tras cuatro años en el Gobierno, Costa preparó la campaña para convencer a los indecisos con un país «que asombra al mundo», de cuentas saneadas y el compromiso de la estabilidad política. No obstante, el último día cometió un error al perder los nervios frente a un elector que lo criticó por su mala gestión durante los mortíferos incendios del verano de 2017, que, según dijo el político, fueron el momento más difícil de su mandato. Pero gracias a su buen balance económico también dejó en mala posición a sus aliados del Bloque de Izquierda y del Partido Comunista.

Perseverante y obstinado

Perseverante, cuando no directamente obstinado, este aficionado del club de fútbol Benfica, casado con una maestra y padre de dos hijos, ha construido su carrera con la misma paciencia que muestra en los rompecabezas, su pasatiempo favorito. Nacido el 17 de julio de 1961 en Lisboa, Costa creció en los círculos intelectuales frecuentados por sus padres, la periodista Maria Antonia Palla, socialista, y el escritor comunista Orlando da Costa, descendiente de una gran familia de Goa, exárea de influencia de Portugal en India. A los 14 años de edad, se involucró en la Juventud Socialista. Después de graduarse en Derecho y Ciencias Políticas, se convirtió en abogado en 1988.

En 1995, a los 34 años, fue nombrado secretario de Estado para Asuntos Parlamentarios, un puesto clave en el Gobierno minoritario de Antonio Gutèrres, antes de convertirse en ministro de Justicia en 1999. Después de un breve período en el Parlamento europeo, regresó a su país en 2005 como ministro del Interior, pero dejó el Ejecutivo tras dos años para disputar la alcaldía de Lisboa, donde dio sus primeros pasos al frente de una unión de la izquierda y consolidó su popularidad.

Para estas últimas legislativas, si el exalcalde de Lisboa conseguía superponerse a la oposición se confirmaría que el país es uno de los únicos casos en Europa donde los socialistas gobiernan y la extrema derecha no gana terreno. Y así ha sido.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios