Borrar

Sioux sin techo

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

Jueves, 1 de noviembre 2018, 22:32

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

afp
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.
El horizonte de Minneapolis, en Estados Unidos, se levanta sobre un campamento de tiendas de campaña para personas sin hogar, que sigue creciendo. El camino hasta ellas está asfaltado por jeringas usadas, salpicado por individuos que se inyectan en la calle. Muchos son nativos americanos y, en una proporción muy alta, adictos a las drogas. Una circunstancia que manifiesta la subsistencia de un trauma histórico, transmitido entre generaciones, que habla de derrota y desesperanza.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios