La 'patria azul', el plan de expansión de Erdogan
Tensión ·
La disputa entre Atenas y Ankara en el Mediterráneo va más allá de lo económico; responde a un diseño ideológico claro en la mente del presidente turcoEl jueves 3 de septiembre próximo será presentada al Parlamento griego por el primer ministro Kyriakos Mitsotakis la propuesta de ampliación de las aguas territoriales ... en las islas del Mar Egeo, de seis a doce millas, apoyándose en el artículo 3º de la Convención de Naciones Unidas sobre Derecho en el mar (UNCLOS). El ministro de Asuntos Exteriores turco ya ha advertido que considerará esa ampliación como un 'casus belli'. Culminaría así una escalada de tensiones que tiene por eje la política expansiva de Turquía sobre la Grecia insular, agudizada desde el momento en que en ese espacio marítimo fue conocida la presencia de yacimientos petrolíferos, y singularmente de gas natural.
Lo más grave del caso es que la confrontación va más allá del conflicto de intereses económicos, por importantes que estos sean, dado que responde a un diseño ideológico perfectamente establecido en la mente del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. En principio, siguiendo su trayectoria política en la primera década del siglo, parecía que la intención del 'reis' consistía en borrar las aristas del laicismo riguroso que impuso el kemalismo (así en la cuestión del velo) y sustituirlo por un islamismo democrático, que muchos compararon con una atractiva versión musulmana de la democracia cristiana. Fue cuando Erdogan se apuntó a codirigir la Alianza de Civilizaciones inventada por Zapatero. Era también el camino para enlazar con la Unión Europea.
Pero una vez consolidado en el poder, sin la amenaza judicial, y contenida la militar, salió a la luz ese proyecto de Erdogan que iba más allá de la islamización, su telón de fondo. La meta era una afirmación creciente del poder de Turquía, partiendo de una concepción mítica inspirada en el panturquismo de 1900, la voluntad de agregar todos los pueblos afines en torno a la nación turca, a su Nueva Nacionalidad. De ahí el respaldo total a Afganistán frente a Armenia, no porque son musulmanes, sino porque son turcos. La referencia en el pasado era el imperio otomano, aunque desprovisto de pluralismo y relativa tolerancia hacia las minorías.
En 1997, siendo alcalde de Estambul, Erdogan fue encarcelado por pronunciar en un mitin unos versos del pensador hipernacionalista Ziya Gökalp: «Nuestros cuarteles son las mezquitas, las cúpulas nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas, los creyentes nuestros soldados». Entonces era un sueño; ahora es un programa político, religioso y militar. La exaltación patriótica llevaba a Gökalp a sugerir que los turcos eran los superhombres de Nietzsche. Sin esa comparación desafortunada, el fondo de la idea permanece en las referencias despectivas a los enemigos siempre inferiores. Ahora en el desafío a Grecia, que Erdogan planteaba el miércoles pasado, al conmemorar nada menos que la victoria turca de Manzikert sobre Bizancio en 1071. Si tienen coraje que se atrevan y paguen el precio, les dice a sus vecinos, y si no, que cedan el paso en el conflicto marítimo. El diálogo solo puede versar sobre esto. Grecia está actuando como un «chulo de pacotilla en el Mediterráneo», mostrándose «indigna», incluso por comparación con Bizancio. (¡Que ya debió ser mucha indignidad!).
A la vista de estas posiciones, cabe entender la política de aniquilamiento del legado artístico bizantino, culminada recientemente al 'mezquitizar' la maravillosa San Salvador de Chora en Estambul, después de haberlo hecho con Santa Sofía. En Chora no hay otra posibilidad que taparlo todo. La ortodoxia religiosa es la justificación, pero a su lado interviene la afirmación de la propia superioridad sobre toda opinión exterior, y la negación de la Grecia actual, a través de Bizancio. Un representante español próximo a la UNESCO me lo advertía: ninguna razón les detiene. En la defensa del patrimonio artístico mundial, en Siria o si alguien -una corbeta francesa por la OTAN- intenta controlar las armas para Libia. Menos con los intereses que están en juego en torno a las islas de soberanía griega y a Chipre.
Grecia lleva el miércoles al Parlamento la propuesta de ampliar las aguas territoriales en el Egeo
desafío
El conocimiento de los aspectos concretos del conflicto de soberanías en el Mediterráneo oriental requeriría un largo estudio para acabar probando que si bien hay puntos claros, abundan también las cuestiones opinables. Por lo que concierne al espacio marítimo dirimido entre Grecia y Turquía, el núcleo del problema es fácil de precisar: por el tratado de Lausana en 1923, fruto de la victoria turca sobre Grecia en su guerra de Independencia, las islas del mar Egeo, de claro predominio griego en cuanto a su población, pasaron a Grecia, y esa dominación marítima fue consolidada al finalizar la Segunda Guerra Mundial con la transferencia de las islas del Dodecaneso, Rodas la principal, antes italianas, a la soberanía helénica.
Reserva
De momento la independencia de Chipre reforzó esa situación, aunque en 1974 la invasión turca creó un enclave turco, reconocido solo por la propia Turquía como Estado, más aislado aún en la medida que la Chipre griega acabó ingresando en Europa. Nuevo problema, ahora con los hidrocarburos, al no reconocer Turquía la situación y hacer prospecciones por su cuenta en torno a toda Chipre. Posiblemente, los chipriotas desean reunirse en una confederación, pero Erdogan lo bloquea al exigir del mantenimiento de la ocupación militar turca en el norte. Siempre su vocación hegemónica prevalece sobre el entendimiento.
El proyecto de Atenas obligaría a pasar por aguas griegas para llegar a Estambul. Turquía lo considera un 'casus belli'
amenaza
Dentro de la pléyade de obstáculos, derivados de tal cruce de intereses, la búsqueda de hidrocarburos despertó la atención turca desde 1976, mientras se sucedían los enfrentamientos menores, siempre al saltar Turquía por encima de la soberanía insular griega, con vuelos militares sobre las islas, rechazo de cláusulas territoriales antes asumidas por ellos mismos. Todo pasó a otro nivel de enfrentamiento a partir de 2010, al haber seguridad de los yacimientos de hidrocarburos. Fue entonces cuando el almirante Cem Gürdeniz elaboró su teoría de la patria azul, consistente en zanjar la cuestión de un plumazo: las islas no contaban, por supuesto menos a la hora de determinar la Zona de Exclusividad Marítima (ZEE), el espacio de reserva económica calculado a partir de la costa, con anterioridad islas incluidas.
Hasta el fracaso del golpe de 2016, fue papel mojado, pero en su relanzamiento imperialista Erdogan lo asumió a partir de 2017. En el acuerdo turco con el cuestionado Gobierno de Libia, apoyado por Ankara, figuraba ya un reparto del Mediterráneo en que Creta no existía. Conceder a esta isla derechos económicos le parece aberrante a Erdogan. Solo cuenta la costa del continente que da a ese mar y otorga a su Estado derechos exclusivos.
En el área en disputa se han hallado bolsas de hidrocarburos
yacimientos
Cuestión juzgada, por encima del Derecho Internacional, la Unión Europea, y obviamente Grecia. De ahí que haya situado a un buque de investigación petrolífera, el 'Oruç Reis', en la zona, rodeado de naves de guerra -una de ellas llamada 'Gengish Khan'- y amenazando con atacar a quien se interfiera en la acción. A Francia en especial, que ha mandado aviones a Chipre. «¿Amenazar a Turquía? ¿No saben lo que hacen?», interpela el ministro turco a Macron. De paso ha prohibido a Grecia el uso del sistema de alertas marítimas Navtex en las zonas reivindicadas por Turquía. «Grecia siembra el caos en el Mediterráneo», concluye el discípulo de Ziya Gökalp. «Todo posible conflicto es culpa suya».
Solución concertada
La posición agresiva de Turquía resulta evidente, lo cual no excluye la conveniencia de proponer importantes matizaciones, en especial por lo que toca a la anunciada expansión de las aguas territoriales griegas. Sin olvidar que una buena vecindad puede imponer saludables restricciones a derechos que de ser ejercidos, son casi inadmisibles para el otro. Japón ha reducido en algún caso las aguas territoriales a tres millas y resulta comprensible la irritación turca ante la ZEE que determinan los nueve kilómetros cuadrados de la isla de Kastelorizo, a un brazo de mar de la costa meridional anatolia.
Esta semana ambas partes han celebrado maniobras militares en el Mediterráneo oriental
toque de atención
Aunque Turquía no ratifique los convenios internacionales, resultaría útil aplicar la recomendación del convenio relativo al tema, de buscar una resolución concertada en los casos razonablemente controvertidos. En cuanto a la ampliación griega a las doce millas, ello supondría pasar de un control parcial griego del Egeo, perfectamente comprensible en Derecho Internacional por la multitud de islas de su soberanía, que con las seis millas consolidadas desde 1936, cubrían ya el 43,5% del espacio marítimo (por un 7,5% turco), y que ahora convertirían al Egeo en un lago griego, al 71,5%, con una reducción del mar libre tal que obliga a pasar por aguas griegas para llegar a Estambul. Algo inaceptable, y no solo desde el punto de vista turco.
Cabe esperar que el órdago de respuesta griego tenga por objeto no perder la cara y abordar la negociación, con el respaldo de la UE y en el marco de la OTAN, frente a un adversario dispuesto a todo para alcanzar unos fines que nada tienen que ver con la Turquía moderna y europea, deseada por Kemal Atatürk. Lejos de Gengish Khan.
El dato
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71,5% sería el territorio marítimo del Egeo que cubriría Grecia si aprueba ampliar sus aguas a 12 millas. Ahora, con las seis millas consolidadas desde 1936, cubre el 43,5% del espacio marítimo, por un 7,5% turco. Ankara considera inaceptable la ampliación.
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