Kayak, pescaíto y, tal vez, 'sangría verde'
En Tofino, el apacible retiro del 'premier' de Canadá en la salvaje isla de Vancouver, este año le esperan con el cuchillo entre los dientes. Acaba de comprar un oleoducto
Tofino espera, por tercer año consecutivo, al primer ministro canadiense y a su familia para su retiro estival. Este encantador y discreto pueblito d e ... apenas 2.000 residentes -y que, por cierto, debe su nombre al navegante y cosmógrafo gaditano Vicente Tofiño de San Miguel y Wanderiales- se encuentra en la isla de Vancouver, un pedazo de tierra recóndita que sus residentes elevan a la categoría de edén. Allí, presumen, se puede echar la caña al río Campbell y llenar la cesta con hermosos salmones, asomarse al Pacífico y avistar ballenas, orcas o leones marinos, y apuntarse a una excursión por sus exuberantes bosques húmedos para observar el deambular inquieto de los osos negros. Al guapo y atlético Justin Trudeau, un amante practicante de la naturaleza y la aventura, a su esposa, Sophie Grégoire, y a sus tres hijos les gusta combinar la búsqueda de cetáceos con los paseos en kayak, la práctica del surf, la compra directa y sin intermediarios de pescado fresco cada mañana en el mercado local y el relajo al 'baño maría' en sus aguas termales. Todo ello, sin aglomeraciones y con la complicidad de los lugareños, unos tipos discretos que saben mantener una distancia confortable con las visitas de Estado. O sabían.
E ste año, Tofino (o buena parte de él) le espera con las uñas afiladas. Su incapacidad para resolver una vieja batalla legal por los derechos de pesca de los Nuu-chah-nulth (una comunidad indígena de la zona), la ausencia de fondos federales para la limpieza costera local y, sobre todo, la compra multimillonaria por parte de su Gobierno, liberal y verde, de un oleoducto han desvirtuado la 'Trudeaumanía' que la localidad experimentó en 2016 y 2017. Más aún. Se diría que el fenómeno de popularidad sin precedentes del mandamás de la única monarquía parlamentaria federal de América -con permiso de su reina, Isabel II- ha dado un giro de 180 grados. El grupo ambientalista de Tofino acaba de hacer un envío masivo de cartas a las empresas locales y a los residentes, en las que les insta a denegar el servicio a Trudeau y a que documenten sus interacciones con el jefe del Estado, respectivamente. «Sed audaces. No es frecuente tener la posibilidad de llegar a un político cuyas decisiones afectan a nuestras vidas», azuza la misiva. La cosa en este paraíso natural de poco más de 32.000 kilómetos cuadrados está que arde. «Trudeau debe rendir cuentas, esté o no de vacaciones», sostiene el activista Jeh Custerra. «Venir al lugar a cuyos habitantes ha faltado al respeto rompiendo sus promesas y mirarles a los ojos es una arrogancia intolerable. Tal vez debería irse a veranear al norte de Alberta», sugiere indignado.
«Que le dejen en paz»
Al alcalde del pueblo, Josie Osborne, no le sorprende la airada reacción de muchos tofineses ante la posibilidad de que el 'premier' regrese como veraneante. «Si quieren hacer manifestaciones, adelante», ha declarado, para admitir a renglón seguido que, «personalmente, yo preferiría que le dejaran en paz».
Justin Trudeau
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El hijo del primer ministro Nació el día de Navidad de 1971 en Ottawa. Entonces, su padre, Pierre Trudeau, gobernaba el país. Licenciado en Filología inglesa y en Educación, ejerció de profesor de matemáticas y de francés.
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Polifacético y 'cool' Notable orador y «orgulloso» feminista, practica el yoga y el boxeo y participa cada año en el Día del Orgullo Gay en Toronto. Formó el primer Gabinete paritario y multirracional de Canadá. Predica la libertad, la diversidad y la compasión.
Si estos tambores de guerra amedrentan finalmente al inquilino del 24 de Sussex Drive de Otawa y le empujan hacia otro destino para su descanso vacacional, se sabrá en los próximos días. Trudeau, eso sí, deberá elegir con cuidado. Los canadienses no han olvidado el escándalo de su escapada familiar de 2016 a las Bahamas. En concretro, a la isla privada del Aga Khan, líder de los musulmanes ismaelitas, cuya fundación se nutre de fondos públicos canadienses. El político tuvo que pedir perdón a todo el país después de que trascendiera la factura de 150.000 euros que supuso ese viaje para los contribuyentes y de que admitiera que se desplazaron hasta allí en un helicóptero privado que el billonario persa puso a su disposición, lo que viola las normas éticas de Canadá.
Después de aquella polémica, que coleó durante meses, el hijo del admirado 'expremier' Pierre Trudeau y de la díscola Margaret Sinclair no ha dejado de encadenar varapalos. Mientras en viajes oficiales conquistaba Europa con su simpatía y sus hechuras de actor, en casa se le complicaban las cosas. Últimamente, de forma preocupante. En las recién celebradas elecciones de Ontario, la región más importante y poblada de Canadá, el Partido Liberal, que preside, ha cosechado una derrota histórica. Sus 55 escaños se han quedado en 7. Con este panorama, y a solo un año de su reválida en las urnas, Trudeau urge unas vacaciones. Aunque le sirvan 'sangría verde'.
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