El temido arsenal nuclear que Ucrania heredó de la URSS y Zelenski añora ante las amenazas de Putin
En el momento en el que se produjo la desmembración de la Unión Soviética, la exrepublica poseía el tercer mayor arsenal atómico del mundo, con bombas nucleares entre 27 y 37 veces más poderosas que las de Hiroshima y Nagasaki
Israel Viana
Jueves, 19 de mayo 2022, 07:16
Hace dos meses, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunció que había puesto en estado de máxima alerta las fuerzas nucleares de su país. La ... amenaza se producía pocos días después de que su homólogo estadounidense, Joe Biden, anunciara nuevas medidas para castigar a la economía rusa por su invasión de Ucrania y advirtiera, además, de la posibilidad de que el conflicto desembocara en una «Tercera Guerra Mundial» si la OTAN entraba en juego.
No es la primera vez que Putin saca las garras en este sentido y no es para tomárselo a la ligera. Aunque los datos en lo que respecta al armamento nuclear son siempre muy opacos, un informe reciente del Bulletin of Atomic Scientists asegura que Rusia cuenta actualmente con 5.977 ojivas nucleares.
De ellas, 1.500 estarían pendientes de ser desmanteladas, pero 4.477 están disponibles para su uso. Sea mayor o menor, estamos hablando del arsenal que Rusia heredó de la Unión Soviética cuando se produjo la desmembración del gigante comunista en 1991.
Ya lo advertía ABC entonces en multitud de artículos con titulares tan explícitos como 'Boris Yeltsin negoció con Gorbachov el próximo traspaso del control nuclear', 'El presidente de la URSS entregó a Sháposhnikov [jefe del Ejército soviético] el maletín nuclear' y 'Yeltsin asume el control del único botón nuclear de la antigua URSS'. Esta última noticia informaba: «Tras la renuncia de Gorbachov a su cargo de presidente de la Unión Soviética, el presidente ruso se hizo cargo del 'maletín' que contiene los códigos que controlan un arsenal de 27.000 cabezas nucleares. Este se ha comprometido a realizar consultas con los presidentes de las otras ex repúblicas que albergan armas atómicas, como Bielorrusia, Kazajistán y Ucrania, antes de su eventual utilización».
De Bush a Clinton
Lo que nadie recuerda ahora, en plena guerra de Ucrania, es que este país poseía el tercer mayor arsenal atómico del mundo en el momento en que se produjo la caída de la URSS. En febrero, el escritor y periodista Carlos Alberto Montaner explicaba en la CNN que, cuando se produjo la caída de la URSS, estaba en vigor el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, firmado en 1988 por George H. W. Bush. El presidente de Estados Unidos y el de la Unión Soviética se comprometieron a eliminar los misiles balísticos nucleares y convencionales de alcance medio y corto en una zona de influencia.
Cuando Bill Clinton subió al poder en enero de 1993, el principal problema que heredó fue qué hacer con las armas nucleares en poder de los países satélites de la antigua Unión Soviética. Sobre todo, Ucrania, que era el tercer país con más armas atómicas del mundo, después de Estados Unidos y Rusia. Kiev controlaba 1.900 ojivas nucleares, una cantidad mayor que la de Francia, Gran Bretaña e Israel, según contaba ABC, y disponía de silos estratégicos y aviones capaces de destruir ciudades de más de 50.000 habitantes con bombas de 400 a 550 kilotones, entre 27 y 37 veces más poderosas que las de Hiroshima y Nagasaki, según el artículo del investigador Steven Pifer 'Order from Chaos. Why care about Ukraine and the Budapest Memorandum' (Brookings Institution) citado por Montaner.
Un año después, sin embargo, el entonces primer ministro ucranio, Leonid Kravchuk, decidió ceder esa posición de poder militar con el Memorándum de Budapest sobre Garantías de Seguridad firmado con Rusia, en la capital húngara, el 5 de diciembre de 1994. El acuerdo incluía a otras potencias como Estados Unidos y Gran Bretaña, que debían encargar garantizar el cumpliento de los dos puntos principales:
Esa es la razón de que, en febrero, Dmytro Kuleba advirtiera ante la Asamblea General de la ONU: «El mundo le debe a Ucrania su seguridad». Más allá de la retórica bélica, usada tan solo unas horas antes de que Rusia iniciara su ofensiva en la región del Donbass, al ministro de Relaciones Exteriores ucranio no le faltaba razón, si hablamos de aquella histórica de Kuchma que permitió al mundo respirar mucho más tranquilo. No cabe duda de que el arsenal nuclear ucraniano convertía a ese país en una preocupación de primer orden mundial.
La firma de aquel acuerdo se produjo en un momento complicado en el que el mundo estaba cambiando a pasos agigantados. Hacía solo tres años que se había producido el golpe de Estado que pudo echar por tierra el inevitable proceso de desmembración de la URSS. En ese momento, Putin era presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la alcaldía de San Petersburgo y, según contó él mismo, tuvo que escoger entre apoyar la sublevación, encabezada por el presidente de la KGB, Vladímir Kriuchkov, o a Yeltsin, que encabezó la resistencia contra el levantamiento.
Tras la firma del Memorándum de Budapest, Ucrania envío todo su armamento nuclear a Rusia para que fuera desmantelado a cambio de ese compromiso de Yeltsin de dejar en paz sus fronteras y no invadirla en un futuro. El acuerdo, de hecho, dejó por escrito que se respetaría «la independencia, soberanía y fronteras existentes de Ucrania», descartando cualquier amenaza a «su integridad territorial e independencia política». El acuerdo también aseguraba que, en el caso de que los ucranianos fueran «víctimas de un acto de agresión», la OTAN respondería «inmediatamente» en su ayuda.
la invasión de Crimea en 2014
Desde que subió al poder a finales del siglo pasado, eso es justo lo que Putin ha estado haciendo: inmiscuirse en todos los conflictos territoriales de las ex-repúblicas soviéticas, apoyando a sus movimientos independentistas y extendiendo su influencia con el objetivo de formar un nuevo imperio. Da igual que fuera Georgia, Moldavia y Ucrania. De hecho, Putin ya vulneró el acuerdo en 2014 al arrebatarle a este último país la región de Crimea.
En aquel momento, muchos ucranianos opinaron que la decisión de firmar aquel acuerdo de 1994 había sido un error. Una idea que comparte Zelenski, que ha estado advirtiendo sobre las amenazas de Rusia desde el comienzo de la invasión. En abril, el actual presidente de Ucrania ya dijo en una entrevista con Jake Tapper de CNN que el mundo debe estar «preparado» ante la posibilidad de que Rusia despliegue armas nucleares en su país.
Por su parte, el exembajador de Estados Unidos ante la OTAN, Ivo Daalder, dijo unas semanas antes que la OTAN «debería ayudar a los ucranianos a vencer a los rusos» si Putin usaba armas de destrucción masiva, ya fueran estas químicas o nucleares. «No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras Rusia su va a usar un arma nuclear, ni decir: 'Eso no es asunto nuestro'», añadió.
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