Ataque del Ejército ruso contra la central nuclear de Zaporiyia, en Ucrania, hace más de una semana. afp

Fortaleza y realismo para construir la soberanía europea

Análisis ·

Martes, 15 de marzo 2022, 00:03

El llamamiento de Churchill en Zúrich, hace ocho décadas, tiene plena actualidad tras años de dar la espalda a la declaración de Putin en la ... conferencia de seguridad de Múnich (2007) y no afrontar el desafío de un espacio de convivencia entre la Unión Europea y la Unión Euroasiática.

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La invasión militar de Ucrania no solo es el retorno del horror de la guerra al espacio europeo, supone también el intento de laminar un país soberano que en 2014 acordó por unanimidad su asociación con la UE, en una sesión en la que sus parlamentarios terminaron aclamando «Gloria Ucrania, gloria Europa». Estos «glorias» significaban su esperanza, reflejada en la llamada «revolución de la dignidad», en una Unión Europea que representa seguridad, bienestar y libertad.

La esperanza se ha tornado en drama humanitario y la respuesta de la Unión es la única posible si queremos seguir siendo una referencia respetable en la geopolítica mundial y abordar los enormes riesgos a los que nos enfrentamos, tanto más si sumamos también el rescoldo de los Balcanes y una vecindad mediterránea altamente inestable.

Ha muerto el mundo de ayer y la convulsión geopolítica ha entrado en el corazón del proyecto europeo. Después de 70 años, vuelve la necesidad estratégica de la Comunidad Europea de Defensa y la inexcusable unión energética europea, con la consiguiente modificación del artículo 194 del Tratado de Funcionamiento de la Unión. Defensa y energía son parte fundamental de cualquier soberanía.

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La UE representa el 5,71% de la población mundial y el 18,06% del PIB global, pero sus gastos de protección social representan el 25,70%. Preservar nuestro bienestar conlleva seguridad energética y esta contempla la geopolítica de los combustibles fósiles y de las materias primas críticas para la transición energética.

Rusia abastece el 45,3% del gas y el 46 % del carbón. Noruega, el 23,6% del gas y Argelia, el 12,6%. Esta breve muestra nos indica que la dependencia energética rusa ha sido fruto de los intereses geopolíticos internos de la Unión, que han primado a Rusia obstaculizando su diversificación. También la debilidad de España en Bruselas, en orden no solo a potenciar la colaboración estratégica con Argelia sino, también, en la interconexión de la comunidad ibérica con el continente. Y, más recientemente, hemos contemplado una política energética que considera a Argelia y al gas como obstáculos a su estrategia de transición y ajena a los principios básicos de la seguridad energética en un contexto de transición.

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No es tiempo de mirar atrás, es tiempo de no equivocarnos y abordar nuestro futuro con rigor. La reciente comunicación de la Comisión del 8 de marzo (COM, 2022-108 final) apuesta por la diversificación en el aprovisionamiento del gas, el reto del hidrógeno y la eficiencia energética, aunque nuevamente se olvida de los minerales necesarios para las renovables y la geopolítica de los mismos.

En esta nueva coyuntura tenemos que ser capaces de construir una comunidad ibérica energética, porque sin ella será difícil poner en valor nuestra posición en el seno de la Unión de la Energía europea, así como nuestra fortaleza en las ineludibles conversaciones con Argelia y Marruecos.

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Tampoco es tiempo de demagogias, alimentadas por el cinismo, en la necesaria transición energética. Es tiempo de apostar por el valor de la tecnología y la industria nacional, no en vano es el único modo de hacernos valer en la soberanía energética europea. Es también tiempo de reconocer que la geopolítica de las materias primas criticas es relevante para establecer estrategias de transición energética en el ámbito de las renovables y la electrificación. Estas materias primas también están fuera de la geografía europea y la posición relevante de China, Rusia y África en las mismas nos indica la necesidad de abordar con rigor una estrategia de aprovisionamiento común.

Asimismo, en el caso de la comunidad ibérica energética, se hace necesario europeizar la comunidad iberoamericana porque toda ella supone una región de alto interés estratégico desde todos los puntos de vista.

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Ser o no ser depende tanto de nosotros como de la apuesta por el interés federal europeo. Fortaleza y realismo, en la línea de la escuela de Hans Morghentau, para construir la soberanía europea.

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