España y el acuerdo militar Israel-Marruecos

Lunes, 29 de noviembre 2021, 00:28

El acuerdo de cooperación militar entre Israel y Marruecos podría haber sido una noticia realmente impactante, e incluso preocupante para España, salvo porque en realidad ... esa cooperación militar comenzó en secreto hace 58 años.

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En octubre-noviembre de 1963, Marruecos y Argelia libraron una pequeña guerra fronteriza porque Marruecos pretendía apoderarse de amplios territorios argelinos. Los países árabes inclinados hacia la URSS, como Egipto o Siria, apoyaron a Argelia. Nasser y Fidel Castro enviaron armas y pertrechos a Argelia. Los países árabes prooccidentales, como Túnez o Jordania, se pusieron de perfil porque no querían ayudar a un régimen 'socialista', pero tampoco aprobaban las reclamaciones marroquíes ni su agresión militar. Al mismo tiempo, Israel pretendía sacar de Marruecos a todos los judíos que permanecían allí, y se estableció de facto una colaboración militar y de espionaje entre ambos países. Cuando el presidente egipcio Sadat firmó acuerdos con Israel, Hassan II de Marruecos fue casi el único líder islámico que no se lo reprochó, de manera que Sadat apoyó a Marruecos contra España en la Marcha Verde de 1975.

Algunas explicaciones de este pacto son forzadas o improbables. El sistema defensivo israelí llamado 'cúpula de plomo' no le sirve de nada a Marruecos, porque las situaciones bélicas en el Sahara y en Cisjordania son muy distintas, y frente a un Ejército regular, dicho sistema no sirve de nada. No está pensado para eso. La idea de un eje Irán-Argelia es inverosímil por la gran distancia y las diferencias doctrinales entre ambos países: chiíes fundamentalistas vs suníes laicos/agnósticos. Pese a las tensiones de los últimos meses, ni Argelia ni Marruecos tienen la más mínima intención de atacar al otro.

El verdadero problema inmediato para España y para todos los restantes vecinos de Marruecos es que Joe Biden no ha revocado la decisión arbitraria de Donald Trump de reconocer el Sahara Occidental como territorio marroquí. Envanecido por esta circunstancia, Mohamed VI de Marruecos ha multiplicado en todas direcciones gestos y presiones que han elevado la tensión, y que, lejos de proporcionarle a Marruecos beneficio alguno, debilitan su posición internacional a concitar crecientes hostilidades en su contra.

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Este es el problema inmediato, pero España dispone de medios de sobra para afrontar todo lo que venga desde ese flanco. El problema de fondo es la evidente subordinación de la política exterior norteamericana a los intereses estratégicos de Israel, por encima incluso de los intereses nacionales de EE UU. Cuando Mohamed VI anticipó los métodos del dictador bielorruso Lukashenko y lanzó contra Ceuta una avalancha de inmigrantes ilegales, la UE respaldó cerradamente a España. Incluso Francia, tradicional padrino de Marruecos, apoyó a España, pero en Washington no dijeron ni una palabra. Si eres aliado de Israel, parece que EE UU te concede inmunidad y carta blanca para casi todo.

Durante los últimos 60 años, España ha buscado mantener una política de equilibrio entre Argelia y Marruecos, pero tras el final de la Guerra Fría, es difícil sostener dicha política entre un país con reclamaciones imperialistas sobre sus vecinos, incluidos nosotros, y otro que no.

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Pero en última instancia, si el sultán que gobierna el reino de Marruecos comete el error de ir demasiado lejos, siempre podemos ajustar un tratado de paz razonable con el Gobierno electo de la república de Marruecos.

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