«Trump es un sueño del KGB hecho realidad»
El excorresponsal en Moscú Luke Harding revela cómo el espionaje soviético eligió a Trump hace ya treinta años como un instrumento para influir en EE UU
Íñigo Gurruchaga
Corresponsal. Londres
Lunes, 4 de diciembre 2017, 00:40
¿Eran correctos los datos de los informes sobre las conexiones y deudas de Donald Trump con el Kremlin, elaborados por el exagente británico ... de inteligencia Christopher Steele para la campaña de Hillary Clinton y posteriormente publicados? Luke Harding, que fue un corresponsal incómodo de ‘The Guardian’ en Moscú, hace visibles esos hilos entre los dirigentes de Rusia y Estados Unidos en ‘Conspiración’, un libro cautivador.
- El primer contacto del KGB (el servicio sectreto de la URSS) con Trump se produce cuando Moscú abandona la ideología.
- Es un cambio sutil en las estructuras rusas de poder. Comprendieron que ya no podían confiar solo en comunistas comprometidos y que si querían influir en el poder y en los negocios, especialmente en Estados Unidos, tenían que usar el dinero. Es ahí donde Trump encaja. Estaba casado con una mujer checa, Ivana. La inteligencia de ese país los investigaba, leía su correo, hablaba con el padre de ella…
- Y entonces llega su invitación a Moscú, en 1987.
- Después de aquella primera visita, publica un artículo de tres páginas, pagado por él como publicidad, criticando a Reagan, diciendo que está pensando en presentarse a la presidencia. Los soviéticos no sabían en 1987 que llegaría a ser presidente, pero tenía el perfil de alguien que podía ser receptivo y operaban con plazos de larga duración.
«A Moscú ya no le valían los comunistas comprometidos. Debía recurrir al dinero»
- Hay una sorprendente correlación entre sus viajes a Rusia y declaraciones de ambición política.
- Gente que conoce mejor a Trump me dice que es muy sugestionable, que tiende a repetir las ideas de la última persona con la que ha hablado, pero volvía de Moscú con un nuevo sentido de dirección estratégica. Estoy seguro de que se elaboró una ficha de él: cómo se planeó el viaje, escuchas de sus conversaciones en el hotel, una evaluación meticulosa de su personalidad, qué puntos podían ser explotados.
- Es una relación estratégica, pero Putin suele fracasar.
- Digo en el epílogo que es tácticamente brillante pero mal estratega. Era una elección apretada y los rusos intervinieron con los correos de Hillary Clinton y otras acciones. Es cierto que no obtuvieron lo que Putin más quiere, el levantamiento de las sanciones. Mi análisis es que que los líderes del Kremlin no entienden Estados Unidos. Creen que es una democracia falsa, hipócrita, decadente, tan cínica como la de Rusia. Pero es una democracia, hay una funcionalidad institucional que no existe en absoluto en Rusia, donde todo está bajo el pulgar de Putin. Creían que sería posible llamar por teléfono y las sanciones desaparecerían mágicamente.
- Quien cambia la elección del presidente es James Comey, el director del FBI, abriendo la investigación días antes del voto.
- Estoy de acuerdo en que la intervención de Comey (alertando de la posible actuación delictiva de Hillary Clinton en sus tiempos de secretaria de Estado) sí es decisiva y en que no hay nada muy escandaloso en los correos de Clinton, pero fueron un arma útil para Trump. Acentuaron divisiones que ya existían, por ejemplo entre quienes apoyaban a Bernie Sanders y a Hillary Clinton. Todas esas cosas ayudaron. Creo que hicieron daño a Clinton.
- ¿No se está haciendo de Putin un monstruo todopoderoso que cambia las elecciones americanas, gana el ‘Brexit’, provoca la crisis en Cataluña? Pero Facebook ha detectado 400 cuentas rusas interviniendo en las elecciones americanas y se han identificado unos 30.000 tuits sobre ‘Brexit’. Por comparación, la consultora electoral Cambridge Analytica logró para Trump 1.200 millones de impresiones en redes para sus 4.000 campañas.
- Estoy de acuerdo con eso. Putin no es Superman, no vive en una cueva rodeado de botones y cuando aprieta uno algo ocurre en Cataluña. Pero es un oportunista y utiliza métodos de operaciones especiales del KGB que funcionan, como se ha comprobado a lo largo de varias décadas.
Servidumbres
- Las pruebas de colaboración entre el campo de Trump y el Kremlin sobre los correos de Clinton son tan abundantes que no puede ser falso. Todo depende ahora de la investigación de Robert Mueller.
- Acabamos de recibir la noticia sobre la confesión de Michael Flynn. Mueller irá pillando uno a uno a todos los estadounidenses, encontrará la mitad americana de esta conspiración, pero nada en Moscú. Es secreto de Estado y nadie hablará. Una larga lista de gente que estaba implicada ya ha muerto misteriosamente. Habrá que esperar 10 o 25 años.
- Los enlaces entre Rusia y el rescate de Trump no están tan bien iluminados
- Escribí ese capítulo con mucho cuidado. Hay dos líneas paralelas. El caso curioso del Deutsche Bank prestando enormes cantidades de dinero a Trump, después de no devolverles 45 millones de dólares y de denunciarles por él a ellos, y al mismo tiempo lavando de dinero procedente de ‘vips’ del Kremlin. Las dos líneas se acercan, pero no podemos cruzarlas. Se cruzarán, pero por ahora no podemos probarlo.
«Putin no es un Superman, pero utiliza métodos del espionaje soviético que funcionan»
- Trump es, como Putin, un tipo al que al final todo le sale mal.
- Es verdad, en parte porque su personalidad lo entorpece. Despedir a James Comey para obstruir a la Justicia fue, por ejemplo, desastroso y contraproducente.
- ¿Qué tendrá que hacer para pagar a sus supuestos amos?
- Puede seguir comportándose como se comporta. Estados Unidos está muy revuelto con la cuestión racial. Hay desorden en el principal adversario. Han escalado las tensiones entre Estados Unidos y sus aliados en la OTAN. Esta semana retuitea mensajes de un grupo supremacista británico y Londres se enfada. Insulta a los alemanes. Es un sueño del KGB convertido en realidad.
La invitación de un viejo conocido en Madrid
Yuri Dubinin, exembajador de la Unión Soviética en España desde 1978 a 1986, justo después de la restauración de relaciones diplomáticas, fue en Estados Unidos, su siguiente puesto, el hombre de Moscú que se acercó a Donald Trump y lo invitó a visitar su país con los gastos pagados. Sus elogios a la Torre de Trump eran tan efusivos que Luke Harding los considera como «al menos insinceros».
Harding voló con su familia a Moscú, para hacerse cargo de la corresponsalía del diario progresista ‘The Guardian’, en el mismo avión en el que regresaban los supuestos asesinos de Alexandr Litvinenko, el exempleado de los servicios de inteligencia rusos envenenado en Londres con polonio, en 2006. El periodista británico fue deportado en 2011, tras serle impedida la entrada en el país.
‘Conspiración, Cómo Rusia ayudó a Trump a ganar las elecciones’, que en España ha publicado Debate, ha sido un lanzamiento editorial internacional simultáneo. En la sede de ‘The Guardian’ -periódico vinculado a grandes investigaciones recientes- Harding anotaba el viernes que es ya el número uno en la lista de ‘The New York Times’ de libros de no ficción más vendidos en Estados Unidos.
El relato une las investigaciones allí, hasta ahora lideradas por la Prensa en el ambiente hostil creado por Trump y sus ayudantes, con el conocmiento de la historia del espionaje en el entorno de Putin, exjefe del KGB (Comité para la Seguridad del Estado). Y de las ramificaciones de una oligarquía rusa, formada en su mayoría por antiguos miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética, que explota un sistema descrito por Harding como ‘cleptocracia neofeudal’.
Dubinin, Agalarov, Pestov o Rybolóvlev son personajes de la trama moscovita y en Washington son Flynn, Cohen, Kushner, Manafort. Harding decía ayer que lo que está ocurriendo no es normal y al buscar palabras para describir su trabajo hablaba de defender ‘la realidad empírica’. Es difícil cerrar este libro sin estar convencido de que el nombramiento por Trump en su Gobierno y en su equipo de tantas personas vinculadas a Rusia se debe a que Moscú tiene poder sobre él.
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