Coronavirus a bordo
Las cuarentenas del 'Westerdam', donde viajan cinco españoles, y el 'Diamond Princess' ponen a prueba la capacidad para combatir la infección en alta mar
Miguel Pérez
Lunes, 17 de febrero 2020, 15:36
El coronavirus flota. La posibilidad de que el síndrome de Wuham se propague por medio de los grandes 'hoteles flotantes' que surcan el planeta se ... ha convertido en uno de los capítulos latentes de la crisis sanitaria mundial, especialmente a raíz de la situación del 'Diamond Princess', donde Estados Unidos ha evacuado a 380 compatriotas que permanecían atrapados desde el pasado día 4 junto con otros 3.100 viajeros dentro de un buque donde los contagios crecen día a día. De momento superan los 454 casos.
El radar sanitario se ha trasladado también al 'Westerdam', un crucero operado por una compañiá holandesa y anclado en Camboya, donde un millar de turistas está siendo sometido a revisiones médicas tras la localización de un viajero enfermo. Entre el pasaje se encuentran cinco españoles, uno de los cuales sigue dentro del barco y los restantes en un hotel de Phnom Penh. Ninguno de ellos ha dado positivo en las pruebas víricas.
El ferry atracó el viernes en el puerto de Sihanoukville, al sur del país. Varios pasajeros besaron el suelo al tocar tierra. Era aparentemente el final de un mal sueño que les había llevado a deambular durante diez días por alta mar después de que Japón, Guam, Filipinas, Taiwan y Tailandia rechazaran acogerles por miedo a la epidemia. Ya ha sucedido antes con otros barcos sospechosos de transportar la enfermedad. La pregunta es: ¿Cómo los turistas pudieron bajar a tierra si existía un riesgo de transportar el virus? Simplemente, porque éste no se había mostrado. Una vez en Camboya, las autoridades revisaron al pasaje y permitieron su desembarco al no detectar a nadie enfermo. De los 1.455 usuarios, alrededor de 1.200 abandonaron el buque felices.
La mayoría se trasladó a la capital en autobús con la intención de conocer el país o retornar en avión a sus lugares de residencia. Y entonces el coronavirus decidió aflorar. Una turista estadounidense de 83 años dio positivo el sábado al cruzar el escáner térmico del aeropuerto de Kuala Lumpur. En alerta a partir de entonces, la Organización Mundial de la Salud y varios gobiernos, con la ayuda de la empresa operadoraenos de tres continentes diferentes.
Que se sepa, más de 15.000 cruceristas han sido sometidos a cuarentena desde que la epidemia afloró a principios de enero. No es una cifra elevada si se tiene en cuenta que, por ejemplo, solo España registra el tránsito anual de 10 millones de turistas del mar. Más bien, se trata de una cuestión de suerte. Si te toca, te toca, porque en el océano es difícil escapar a cualquier plaga. Además del 'Westerdam', el 'World Dream' también se vio abocado hace unas semanas a pasar una cuarentena en Hong Kong a causa de un brote, sin más problemas que los derivados de mantener a más de 3.000 personas encerradas en letargo en un barco durante catorce días. Que tampoco es baladí.
La excepcionalidad reside en el 'Diamond Princess'. Sigue aislado en el puerto japonés de Yokohama desde el día 4. Su cuarentena progresa a medida que aumenta la incidencia del virus. Después de China, concentra la mayor proporción de contagios de todo el planeta. 454 casos. Aunque solo durará días. La cifra irá en descenso a medida que se suceden las evacuaciones de los 3.500 pasajeros bloqueados en el crucero, pertenecientes a medio centenar de nacionalidades. Estados Unidos ha sido el primer país en sacar a sus compatriotas: tanto los enfermos como los sanos serán trasladados a hospitales de seguridad. Otros países como Australia, Canadá, Italia e Israel harán lo propio en breve.
Casos como estos ponen a prueba la capacidad para combatir la epidemia en alta mar. Otra cuestión es: ¿Afecta el coronavirus a la industria crucerística? ¿A un sector que solo en España deja 1.400 millones de euros de ingresos anuales en sus 46 puertos de interés general? En realidad lo hace de la misma manera en que incide sobre cualquier otro medio de transporte transnacional como el avión. Al igual que las compañías aéreas han ido dejando de operar con China y cerrado conexiones con las áreas geográficas más afectadas, los operadores marítimos han variado el rumbo de sus buques a medida que se ajusta el perfil de la epidemia. Las medidas cautelares son similares: aparte de los controles médicos, no embarca nadie que haya estado en los 14 días anteriores expuesto a un posible contagio o que proceda del gigante asiático.
Los operadores sostienen que el grado de incidencia del brote en el sector se conocerá a medio plazo. Aunque los casos registrados son mediáticamente muy llamativos, argumentan que cientos de cruceros navegan de continuo y que el riesgo se reduce porque los propios protocolos de seguridad –reforzados el pasado día 7– fuerzan a cambiar bastantes rutas. A su favor figura también que la seguridad sanitaria marítima es «una de las mejores, tanto en preparación como en equipamiento».
La asociación mundial de cruceristas lo justifica por la propia naturaleza de su negocio: un brote vírico en alta mar, dentro de un habitáculo cerrado donde conviven cientos o miles de personas, siempre tiene más opciones de derivar en desastre que en tierra firme y a una distancia razonable de un hospital. Y las tres grandes amenazas en un barco, sea un crucero o un carguero, proceden de virus: el norovirus causante de trastornos gastrointestinales, la influenza –el Centro de Enfermedades Infecciosas estadounidense aconseja vacunarse contra la gripe dos semanas antes de embarcar– y la legionella. El lavado de manos y la limpieza de las superficies y sistemas de climatización forman parte del protocolo cotidiano de las tripulaciones.
Claro está, cabe suponer que todo esto representa un escaso alivio a los pasajeros del 'Diamond Princess', algunos de los cuales ya han comparado su cuarentena a bordo con la estancia en una «prisión flotante». Encerrados en sus camarotes la mayor parte del tiempo –afortunados quienes tienen terrazas– y obligados a tomar aire libre por turnos, durante unos pocos minutos, con mascarilla y a dos metros de distancia del viajero más próximo, el debate sobre si este tipo de confinamiento resulta el más adecuado para la capacidad de resistencia humana ha prendido ya entre los expertos sanitarios. Sobre todo, tras la difusión de mensajes de turistas del 'Diamond Princess' donde expresan su miedo, aburrimiento y desesperación. Algunos especialistas se preguntan también si no existe mejor solución para limitar la propagación de la epidemia que condenar a cientos o miles de personas a convivir con un virus que espera la mínima ocasión para expandirse.
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