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Ni el sol entra en las cárceles de El Salvador
En un paso más para frenar la violencia de las maras, el Gobierno sella con planchas de acero las celdas donde agrupa a los pandilleros
Los pandilleros «llorarán» cuando sean detenidos. El director general de los centros penales de El Salvador, Osiris Luna, utiliza esta expresión para mostrar la enverdagura de las medidas, «más drásticas y duras», que comienzan a aplicarse en las prisiones del país para frenar la violencia de las maras. Desde este lunes, madrugada del martes en España, las fuerzas de seguridad han empezado a sellar las celdas donde se agrupan 16.000 miembros de estas bandas con planchas de acero para evitar todo tipo de comunicación entre ellos. «No va a entrar ni un solo rayo de sol a ninguna de la celdas», sentencia Luna.
La decisión, «ajustada a la ley», es la última adoptada por el Gobierno de Nayib Bukele, quien, en su primer discurso como presidente del país, ya anunció su objetivo de acabar con la violencia de las maras. Estos grupos, dedicados a la extorsión, el asesinato o el narcotráfico entre otros delitos, nacieron en la década de los 80 y han sobrevivido a seis gobiernos diferentes. Se calcula que los componen decenas de miles de pandilleros y son responsables de la mayoría de los 7.000 asesinatos que se cometen en El Salvador cada año.
Desde hace treinta años, la política penitenciaria ha sido uno de los instrumentos usados por el Ejecutivo para intentar doblegarles. Sin éxito. El Gobierno está convencido de que entre los presos se encuentran numerosos líderes de las distintas secciones mareras, que imparten instrucciones desde las cárceles para cometer asesinatos y establecer un pulso con las autoridades: cuantos más crímenes, mayor tensión social en las calles, que acaba traduciéndose en manifestaciones contra los gobernantes para demandar el fin de la violencia.
Desde la llegada de Bukele a la presidencia, 16.000 pandilleros presos han sido agrupados en seis cárceles ya de pos sí masificadas. Las imágenes de los presos amontonados unos contra otros dan estos días la vuelta al mundo. Solo unos pocos llevan mascarilla, aunque las autoridades afirman que el número de contagios por coronavirus entre la población reclusa ha sido hasta el momento mínimo. La mayor parte de los penales del país registran un número de detenidos que triplica la capacidad de las celdas. El gabinete del presidente bloquea todas las comunicaciones por móvil y prohíbe las visitas. Hay un aislamiento controlado.
Sin embargo, nada de eso parece haber detenido la actividad criminal. Debido a las restricciones, Osiris Luna asegura que los jefes mafiosos recurren ahora a los reclusos que salen en libertad para transmitir sus órdenes. A éstos les harían llegar las instrucciones mediante gestos de celda a celda, lo que ha conducido al Ejecutivo a tapiar desde esta semana las puertas de los calabozos con planchas metálicas en los seis presidios donde se confina a los mareros. Hasta ahora esta medida sólo se había aplicado en la cárcel de máxima seguridad de Zacatecocula, una localidad situada en el centro del país, y ahora se mantendrá de «manera indefinida» en la otra media docena de penales.
Este incremento de la dureza en el régimen carcelario revela el hartazgo del propio presidente salvadoreño. El pasado día 24 afirmó que disponía de información sobre cómo los líderes mafiosos enviaban sus mensajes y que éstos ordenaban una escalada de la violencia. Lo que se convirtió en realidad de inmediato. En los dos días siguientes, El Salvador ha sido escenario de 58 homicidios llevados a cabo por las maras, un aumento de la violencia tan sorprendente que el propio Bukele ha autorizado a la Policía y el Ejército el uso de la «fuerza letal» contra los pandilleros.
Según la versión del mandatario, la represión parece haber hecho mella en algunos líderes mareros. Una facción de la pandilla Barrio 18, una de las más conocidas y temidas del país y a la que la industria cinematográfica cita con frecuencia en películas sobre sicarios o violencia extrema, ha prometido que «ya no matarán salvadoreños», en un vídeo difundido en las redes sociales. La grabación, cuya autoría todavía no ha sido comprobada, ha sido retuiteada por Bukele con dos leyendas. La primera alude a que «ya salió la primera pandilla diciendo que ya no matarán salvadoreños, faltan dos». En la segunda advierte que todo marero que se resista a ser detenido «será abatido con fuerza proporcional, y posiblemente letal, por nuestra fuerza pública».