Bolivia: vuelve el MAS
El error de la derecha boliviana fue creer que solo atacando la cabeza se eliminaría al enemigo. Que con Morales fuera de juego, fin del problema
El triunfo en primera vuelta del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de Evo Morales, ha sido sorprendente. No porque fuera el partido más votado, ... sino porque la victoria se concretara el domingo, sin necesidad de una segunda ronda. Las encuestas apuntaban a que si eso ocurría era probable que Luis Arce, el candidato del MAS, fuera derrotado.
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Tan contundente victoria dota de legitimidad al nuevo Gobierno. Su rápido reconocimiento por los más importantes actores políticos ha permitido esquivar el violento horizonte de contestación del resultado que algunos vaticinaban. Pero el desenlace pacífico no ha acallado los interrogantes sobre el futuro de Bolivia.
El MAS es un partido de sólida estructura urbana y rural, especialmente en la región andina, con llegada a indígenas y mestizos. De ahí su fuerte piso electoral, cercano al 40%. Pero, como se vio en las elecciones de 2019, su líder fue cuestionado por parte de sus bases, insatisfechas con su gobierno, y terminó con su confusa y apresurada salida del poder en noviembre pasado.
Todo indica, a la espera del recuento definitivo, que Arce obtuvo más votos que Morales. Sin embargo, este resultado aplastante no permite concluir que entonces hubo fraude o que Morales cayó por un golpe de Estado. ¿Por qué ganó Arce? Para comenzar, lo favoreció la polarización impulsada por el MAS y también por el Gobierno provisional de Jeanine Añez. Su deseo de hacer tabla rasa con los logros políticos y culturales de Morales le permitió al masismo recuperar buena parte del electorado perdido.
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Arturo Murillo, exministro de Gobernación, fue el brazo ejecutor de esta política. Exilio, cárcel, inhabilitación, persecución y difamación le permitieron al MAS adoptar un perfil victimista que mejoró sus opciones. La posible privatización de las numerosas empresas públicas creadas por Morales atemorizaron a los sectores medios ascendidos que veían peligrar su nuevo estatus.
Muchos indígenas observaban cómo se cuestionaban algunas medidas del Gobierno anterior, que implicaban el reconocimiento de sus derechos. Esto facilitó la labor de David Choquehuanca, el nuevo vicepresidente, que hizo un enorme esfuerzo para restablecer la unidad indígena y sus estructuras comunitarias en torno al MAS.
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El error de la derecha boliviana fue creer que solo atacando a la cabeza se eliminaría al enemigo. Que con Morales fuera de juego y sin el control del presupuesto fin del problema. El mismo error que en 1955 cometió la derecha argentina con Perón y que explica por qué, 65 años después, el peronismo sigue gobernando.
Para Arce, ganar la elección ha sido lo más sencillo. Lo más difícil comenzará cuando se haga cargo del Gobierno. Entre sus retos, pacificar un país polarizado y necesitado de restañar sus heridas. Bolivia tiene serios apuros económicos, ya presentes antes de la pandemia y que explican, en parte, por qué muchos votantes abandonaron a Morales. Sus principales riquezas son el gas y el litio, y si bien Arce tuvo éxito en su larga etapa como ministro de Economía, habrá que ver si podrá recuperar el crecimiento en esta coyuntura compleja.
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Otra cuestión importante será el papel de Morales y del exvicepresidente Álvaro García Linera, el ideólogo del proceso, hoy fuera del país. Una vez más, Argentina sirve de referencia, en este caso por la cohabitación entre el presidente Alberto Fernández y Cristina Kirchner. La forma que adquiera la relación entre el pragmatismo del nuevo gobierno con sus predecesores condicionará el futuro de Bolivia. Superar la polarización y a la vez mantener las conquistas de Morales son motivos suficientes para satisfacer a los electores. No será nada sencillo.
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