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El sacerdote congoleño Benoit Mwaku, durante el oficio de su última eucaristía en el altar de la Parroquia de Santo Tomás de Apóstol de Haro. Donézar
Vicario parroquial de Haro

«Si no sales de tu entorno no puedes saber que fuera está la misma Iglesia»

Benoit Mwaku Kambamba ·

El sacerdote congoleño, durante estos cuatro últimos años una pieza más de la comunidad católica jarrera, regresa a su diócesis, Popokavaka

Roberto Rivera

Miércoles, 30 de junio 2021, 23:58

Benoit Mwaku Kambamba. Para los parroquianos, tanto para los de Haro como para los de Briñas y Zarratón con los que ha compartido vida, celebraciones e inquietudes, el padre Benito. Presente durante los cuatro últimos años en la vida de la comarca, como miembro de la comunidad católica, sacerdote al servicio de las tres localidades y vicario de Haro, abandona la ciudad jarrera y la Comunidad riojana para regresar a su tierra natal, la República Democrática del Congo, donde seguirá desarrollando su labor evangélica durante los próximos tiempos. Centrándose, fundamentalmente, en la formación de los seminaristas de la diócesis del país africano a la que pertenece.

Para ello llegó en virtud del acuerdo de colaboración suscrito por las curias de Popokavaka y Calahorra, La Calzada y Logroño. Para recibir ésta sacerdotes que ayudasen a atender sus necesidades a cambio del soporte asistencial que garantizaba a los miembros de aquella la formación pastoral de los suyos.

Con ese objetivo, el que le empujó a afrontar una aventura que arrancó con el aprendizaje del castellano, el idioma con el que debía realizar sus estudios y hasta ese momento desconocido, ha completado la licenciatura en Derecho Canónico en la Universidad de Navarra y ahora se vuelve a su país para transmitir a sus compañeros del Congo todo lo aprendido. Aunque en la mochila se lleva, reconoce, mucho más. Desde el cariño que considera mutuo hacia quienes ha conocido en este tiempo, hasta millones de experiencias que considera «enriquecedoras e inolvidables».

Es la razón por la que se va enormemente agradecido, al haberse sentido acogido en Haro y su comarca como en casa.

–Su presencia en Haro es el resultado de un acuerdo de cooperación entre las diócesis de La Rioja y Popokavaka.

–Sí. Hubo un sacerdote de mi diócesis que trabajaba allí, que estudiaba en la Universidad de Navarra y que es ahora obispo auxiliar. Cuando se fue alcanzó un acuerdo con don Carlos (Escribano), entonces obispo de Calahorra que está ahora de Zaragoza, para que haya dos curas de Popokavaka que vengan aquí a ayudar en las parroquias, y para que la diócesis de La Rioja les ayude a estudiar. Es decir. Nosotros ayudamos a la diócesis con las labores pastorales y ella nos ayuda con una nómina para poder estudiar y volver a El Congo a formar a los seminaristas y demás. En principio es para tres años, aunque también se puede ampliar, de querer obtener el doctorado, de manera que al regresar pueda venir otro sacerdote a hacer lo mismo.

–Parece un pacto beneficioso para las dos partes. Cubre la falta de vocaciones que se advierte en España y ayuda a impulsar la labor evangélica que se desarrolla en su país.

–Yo creo que ayudamos a la diócesis (riojana) pero también nos beneficiamos mucho porque la formación es muy importante. Cuando los sacerdotes tienen formación también pueden formar a los demás. Allí tenemos muchos seminaristas que necesitan conocimiento para ser curas bien formados en el plano cultural, intelectual, moral, social… El título que sacamos aquí vale mucho más allí. Con un máster, una licenciatura o un doctorado vas a ayudar a mucha gente. La cuestión es que aquí, como no hay vocaciones, nosotros tenemos que dar respaldo trabajando en las parroquias, ayudando y animando a los feligreses con un impulso nuevo.

–La diferencia en cómo se vive el cristianismo en uno y otro lado es grandísima.

–Es enorme. Desde el punto de vista de la religión y de la vida social. En mi país casi todos son cristianos, más del 90%. Católicos, protestantes, evangélicos… Pero casi todos son cristianos.

–Cuatro años. Tiempo para vivir muchas cosas.

–Para mí desde luego ha sido una experiencia muy enriquecedora. Al principio, cuando uno no domina el lugar, tampoco la lengua, hay preocupación y hasta miedo, porque te preguntas si lo vas a sacar adelante o no. Al principio, yo también estaba preocupado. Me decía: voy a estudiar en castellano, voy a vivir con gente que no es de mi cultura… ¿Cómo lo voy a hacer? Con el tiempo entendí que este proceso exige un periodo de apertura por parte del que viene de fuera. Es decir, ser un hombre abierto que pueda entrar en contacto con la gente de otra cultura para aprender. Es lo que yo hice. Olvidarme de mí mismo, entrar en contacto con la gente, dialogar y charlar con ella, y de esa manera lo conseguí. Porque siempre me encontraba a gusto en cada uno de los pueblos donde estuve. Así fue como hice muchas amistades que me quiere y a las que yo quiero. Hubo un intercambio de experiencias, de cultura y de la vida. Para quienes vienen es muy importante esta apertura, ese esfuerzo de entrar en contacto con otra cultura para poder aprender y que los demás puedan aprender de ti.

–Usted tenía bien claro que esta era una etapa con fecha de caducidad. Su objetivo era ayudar a la gente de su país.

–Claro. Pero me voy con una sensación positiva. Salir de El Congo es para mí un paso importante, para que yo pueda entender cómo funciona el mundo y la Iglesia. Si tú no sales de tu entorno de vida no puedes saber que fuera está la misma Iglesia católica, con una pequeña diferencia en la manera de expresar su fe. Yo tengo esa sensación para ver lo positivo que hay aquí y que nos puede ayudar allí. Y lo que pueda haber de negativo, desde el punto de vista de la experiencia de la gente, porque en España se nota que ha bajado mucho la fe, también nos ayudará porque esta situación que estamos viviendo aquí se puede dar dentro de un siglo o dos siglos en África.

–Se llevará muchos recuerdos.

–Muy buenos recuerdos. Los feligreses de los pueblos me han ayudado para que, con sus donativos, pueda hacer algo en mi país. Allí la gente cree pero hay una pobreza increíble. Con las aportaciones que he recibido de la gente generosa de La Rioja podré realizar una obra de caridad. Guardo muchas vivencias, muchas amistades, muchos recuerdos, los estudios que he realizado y la relación con el resto de los curas. Pero además el agradecimiento a la gente que me anima a dar gratis lo que he recibido gratis realizando una obra de caridad en mi pueblo.

–A veces parece olvidarse, pero la Iglesia se sustenta sobre la condición universal de su mensaje.

–Es gracias a la universalidad de la Iglesia por lo que estamos aquí. Somos africanos pero la Iglesia de África y la Iglesia de Europa es la misma. No son dos iglesias diferentes. Por eso la Comunidad de La Rioja nos recibe. También porque se trata de una diócesis muy abierta donde hay curas de casi todo el mundo. Es algo positivo. Se trata de una diócesis que nos recibe a todos, a gente de los cinco continentes que están representados aquí, a través de sacerdotes de todo el mundo que trabajan aquí.

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