El candelabro

'Top secret'

Los Windsor no necesitan espías externos. Ya tienen dentro al servicio. Y no me refiero al de inteligencia, sino al de limpieza y otros menesteres ... domésticos. Poco les puede importar a los miembros de la corona británica que les infecten el móvil cuando hay quien les roba mucha más información mientras les desinfecta el retrete... Que todos sin excepción tengamos que pasar a diario por ese 'trono', desde todo un rey coronado al más humilde de sus súbditos, no solo nos hace iguales sino también vulnerables.

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El general más audaz de Putin debería lanzarse al ruedo a lo Joaquín, el del Betis, y abordar a su jefe en ese momento cumbre de pantalones bajados y supremo esfuerzo fisiológico para pedirle que se lo piense dos veces antes de apretar el botón nuclear, que se limite a apretar el de la cisterna.

El espionaje nos demuestra que muchos secretos, tan dignos ellos, tan altaneros, se convierten en ridículos en cuanto son revelados y se disipa el halo de misterio que los envuelve.

Es lo que ocurre con el nuevo libro de Tina Brown sobre la intimidad de los Windsor, que una vez desvelada resulta bastante cómica. Carlos de Inglaterra, por ejemplo, (según Brown) cada vez que se va a alojar en la mansión de algún conocido envía con antelación un cargamento de rollos de su papel higiénico favorito. Es de esperar que no lleven estampadas sus iniciales porque sería como ciscarse en sí mismo y él ya tiene la autoestima bastante dañada (por parte de madre).

Carlos también le exige al servicio que le planchen los cordones de los zapatos. El periódico, vale, pero ¿los cordones de los zapatos? Eso tiene que generar un resentimiento tal en el subalterno en cuestión que luego, claro, con alguien tiene que desahogarse.

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