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El chalet a lo Beverly Hills (aunque a escala y en la sierra madrileña) que acaban de comprarse Pablo Iglesias e Irene Montero puede resultar contradictorio. Pero siempre podrán alegar que también el portal más famoso dedicado a la especulación inmobiliaria se hace llamar el 'Idealista' y a nadie le parece un escándalo. El mundo está lleno de supuestos idealistas que predican una cosa y hacen justo la contraria. Y no digamos la historia. Eva Perón sin ir más lejos se erigía en portavoz de los descamisados envuelta en abrigos de visón, vestida de Dior y con más joyas que la corona británica. Y lo curioso es que los descamisados le compraban el boleto. Podemos quiere consultar a las bases la compra de ese chalet. Pero lo cierto es que, a pesar de su nombre, las bases suelen tener muy poco fundamento. Los que idolatren a Pablo Iglesias justificarán su proceder así se compre un jet privado. Y los que lo detesten lo reprobarán aunque en un golpe de arrepentimiento súbito decida donar el chalet a la familia de un parado de larga duración o convertirlo en una comuna de okupas.

Lo que muchos no le perdonan a Iglesias es haber pasado del poder al poderío. Ya me decía aquel profesor de filosofía que uno se hace comunista más por odio al rico que por amor al pobre. Bajo esa inquina suele agazaparse la envidia y el 'quítate tú p'a ponerme yo'. Desde Felipe González a Obama, no conozco a ningún presidente de Gobierno, por izquierdista que sea, que no tenga vocación de rico... Bueno, está el uruguayo Pepe Mújica, pero su caso es tan excepcional que la noticia dio la vuelta al mundo.

Pablo Iglesias quiere vivir bien y está en su derecho. Lo que chirría no es tanto el fin sino los medios: que haya colocado en el escaño de al lado a su novia y que ahora ambos sucumban ante algo tan icónicamente capitalista como una piscina en forma de riñón... ¿Qué será lo siguiente: conducir un Porsche, calzar castellanos, ponerle al niño Borja Mari? Estoy segura de que si Pablo e Irene se hubieran agenciado una buhardilla en el barrio de Lavapiés no se habría armado este revuelo, así se hubieran gastado entre hipoteca, reformas y poner el ascensor esos 600.000 euros. Lo imperdonable es que han pasado de Podemos a Pudientes.

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