Leyenda. La multicampeona de natación sincronizada vive su mejor momento deportivo con 23 medallas y la cita olímpica de Japón en el horizonte. JUAN CARLOS HIDALGO

Ona entre un millón

La nadadora con más medallas del mundo se moja por causas solidarias, ha estudiado diseño de moda, lanzado una línea de baño y coronado como 'masterchef'. Carbonell lo borda todo, en el agua y fuera de ella

Calcula que entre todo lo chapoteado, entrenado y competido, una quinta parte de su vida ha transcurrido dentro del agua. Si frotara la lámpara de los deseos y le saliera el genio complaciente le pediría que le abriera unas branquias entre la boca y la faringe para prolongar sus inmersiones sin necesidad de salir a flote. Adora experimentar la fuerza cero en ese medio pero, más aún, domesticar la ingravidez con el arte de la danza y la disciplina tirana de la gimnasia. A las sirenas les basta con seguir su instinto para brillar; las superatletas como ella requieren, además, del impulso de un gran tiburón blanco.

Publicidad

Desde hace unos días, Ona Carbonell (Barcelona, 1990) bracea sola en un planeta desconocido. Su coronación como subcampeona del mundo en la disciplina de solo libre en el Mundial de Gwandjuya (Corea del Sur) le ha convertido en criatura mitológica. Por vigésimo tercera vez, hollaba un podio. Ninguna otra nadadora del mundo ha firmado semejante proeza. A esta catalana metálica, mitad ninfa, mitad escualo, solo le tosen el torpedo Michael Phelps, con 33 colgantes, y su amigo Lochte, con 27.

Nadie podía presagiar la épica que bañaría su carrerón cuando, a eso de los diez años, su familia comprobó que la niña se ponía en serio con la gimnasia rítmica. Montse, su madre, una traumatóloga que conoció en sus propias carnes los rigores y los dolores de la gimnasia artística, se hizo cruces. Pero a Ona no la iba a parar nadie. Menos aún cuando descubrió que había escamas debajo de su piel y con catorce se enroló en el equipo nacional de natación sincronizada. Desde ese instante, el centro de alto rendimiento de Sant Cugat se convertía inevitablemente en su hogar. En el de verdad, aprendieron a esperarla con una bolsa de hielos y toneladas de aliento para desinflamar los episodios de frustración, confusión o agotamiento que también asedian a los nacidos para la gloria. Lo mismo sus padres, ambos médicos, que Max, su hermano mayor y confidente.

Así van ya quince años de máxima presión sazonada con diez horas de entrenamiento diario. Porque, no nos engañemos, «la perfección es una utopía a la que uno solo se acerca gracias al trabajo, la constancia y la sana ambición de dar lo máximo de uno mismo», proclama. Si la terapia familiar le procura un efecto dopaje que refuerza con un tesón de acero, da fe su excompañera Gemma Mengual, la moda se encarga de hacer más sugerente su vida en tierra firme. Hasta el punto de que no descarta dedicarse a ello de forma profesional en el futuro. Por de pronto, su oficio de multicampeona no le ha impedido rematar sus estudios de diseño, crear algunos de los bañadores que ha lucido en competición y lanzar su colección de baño 'Be you' by Taymory, de la que es, además, modelo.

Coqueta, sencilla y reservada, dicen que la goza en secreto en los 'photocalls' y que siempre está dispuesta a dar un paso adelante por el medio ambiente, la causa LGTBI o la lucha contra el cáncer. Solicitada lo mismo para ser la imagen de una aspiradora inalámbrica que una marca de cosmética, también saca tiempo para volcar en la escritura sus valores de esfuerzo personal, honestidad y amistad. Lo hizo en 'Tres minutos cuarenta segundos' y lo ha vuelto a hacer en 'Sueños de agua', dirigido a niños.

Publicidad

Cuatro besos en Zarzuela

Desde hace más de una década, su corazón late por el gimnasta de élite Pablo Ibáñez, con quien únicamente ha posado en público una vez, hace tres años, con motivo de la gala del Día Mundial de la Infancia. La pareja comparte su casa de Viladecans con dos perros de acogida.

La admirable progresión de esta atleta, a la que en vísperas de la competición le mortifican pesadillas en las que llega a la piscina con el moño deshecho «y cosas así», le llevó el jueves hasta la Zarzuela. Allí la recibieron los Reyes, a quienes plantó cuatro besos haciendo fibrilar a los responsable de protocolo, como si se tratara del jurado de cuchipanda de 'Master Chef'. Una competición que también bordó (previo paso aplicado por la cocina de los Roca) y en la que aprendió a relacionarse con exóticas especies de secano.

Publicidad

Después de su mayor hazaña como deportista en los Juegos Olímpicos de Londres de 2012, Ona aletea ya en dirección a las de Tokio, que se celebrarán en 2020. En su quilla, la misma leyenda de siempre: «Los buenos se quejan, los mejores se adaptan». Be Ona, my friend.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad