Hemingway se alojó en el Ambos Mundos de La Habana en los años treinta. Muchas décadas después, en 2016, paseando por La Habana Vieja me ... llamó la atención ver la famosa calle Obispo atestada de jóvenes y no tan jóvenes alrededor de la entrada de ese hotel, apoyados contra la pared, sentados en la acera, en grupitos, formando una hilera... ¿Estaban allí para rendir culto a la memoria del autor de 'El viejo y el mar'? Nada de eso. Estaban allí (cada uno con un móvil en la mano) para rendirle culto a internet, tratando de conectarse a través de la red del establecimiento hotelero, una de las pocas existentes en la zona. Como esa curiosa aglomeración se repetía a diario acabé bautizando aquella esquina como la del 'Hemingwifi'.
Esa ansia por conectarse a la red me ha venido a la memoria ahora que los dirigentes del 'castrismo d.C.' (después de Castro) han decidido cortarles todavía más las alas a los cubanos privándoles de internet. Decir que Cuba no es una dictadura se parece mucho al chiste de «nosotros no somos pachangueros, no somos pachangueros...», pronunciado con acento cubano y a ritmo de pachanga. Solo que no hace tanta gracia. Recuerdo que, a principios de los ochenta, en La Habana te paraban por la calle para pedirte un favor: que entraras en una 'diplotienda' de las de entonces y les compraras unos vaqueros. Te lo pedían con la insistencia y desesperación con que se implora un producto de extrema necesidad.
Entonces comían, pero tenían hambre de consumo. Hoy tienen hambre de todo. De todo menos de consignas trasnochadas y absurdas. La gente normal en Cuba, los no fanatizados ni abducidos por el régimen, pasan de tener que elegir entre patria o muerte. Quieren patria y vida, patria y comida, patria y libertad... Patria y wifi.
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