El candelabro

Gertrudis

Solo podía haber una razón por la que los jueces de 'MasterChef', tan sumamente implacables con otros concursantes, toleraran con una condescendencia infinita el caos ... que ocasionaba Verónica Forqué. Y es que ellos sabían algo que el telespectador ignoraba... Lo sospeché cuando a Juanma Castaño le cayó la del pulpo por haberse atrevido a criticar las constantes intromisiones de Vero en las tareas de sus compañeros. A ella la justificaron, a él le amonestaron. Era tan evidente la parcialidad de los jueces que detrás de su actitud solo podía esconderse la solidaridad y el respeto hacia un drama personal mucho más profundo de lo que la comicidad innata de Verónica Forqué hacía suponer.

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Tierna, errática, etérea, mística, inspirada, adorable e insoportable a la vez, pero siempre única y genial, la Forqué interpretó frente a los fogones uno de sus papeles más contradictorios, extravagantes y exasperantes: el de Gertrudis. Así la bautizó con lucidez y desparpajo su compañera de concurso, Carmina Barrios.

Pero más allá de las bromas y de la vacilada que se traía con Pepe Rodríguez, transmutado en gurú de yoga, la fragilidad mental de la actriz se iba haciendo más patente en cada programa, hasta que ella misma decidió abandonar el concurso. Mientras tanto cuatro troles tarados criticaban a la Forqué en las redes sin piedad... Quiero pensar que esos feroces comentarios no han sido la gota que ha colmado el vaso de su desesperación. Creo que muchos, como yo, más que en el papel de Gertrudis preferimos recordarla como la Cristal de 'Qué he hecho yo para merecer esto', cuando en pleno coito con Jaime Chávarri decía con gracia eso de: «Me viene... Me viene muy bien». Para decirte, Verónica, que tu ausencia (trágica y repentina) nos viene a todos muy mal.

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