Me llega un email anunciando a bombo y platillo que ahora que se van las mascarillas vuelve el 'full face' (pronúnciese 'fulféis'). Y compruebo con ... decepción que la pandemia habrá cambiado muchas cosas, pero no esa moda hortera de ponerle nombre a lo más obvio y encima en inglés. Si desde aquella estupenda película asociamos la expresión 'full monty' al acto de desnudarse en público, el 'full face' (rostro completo, en traducción literal) vendría a ser lo mismo pero con respecto a la cara. O sea, que toda nuestra vida, hasta la primavera de 2020, estuvimos haciendo un estriptis facial sin enterarnos... Bueno, menos los que llevan barba tupida o enormes gafas de sol. Ellos imagino que estarán practicando una suerte de 'topless face'.
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Bobadas aparte, tiene mucho sentido que justo ahora que caen las mascarillas más de uno se resista a dar la cara. Tras dos años embozados, ciertos piratas de rancio abolengo se han destapado la boca… y se les ha visto el plumero. Pero el 'full face' no va de eso sino de promocionar la cirugía estética. Es la oportunísima publicidad de un cirujano plástico que nos invita a mirarnos al espejo y comprobar si nuestro careto sigue presentable tras los estragos de la pandemia o si por el contrario su visión nos provoca un grito como el de Munch. De ser así, leo (y no acabo) que hay cantidad de retoques, desde el 'lip lift' (acortar la distancia entre la base de la nariz y el labio superior para dejarnos una boca respingona y jovial) a la inyección de PEP (no Guardiola, sino Plasma Enriquecido en Plaquetas) para dotar a los labios de un rojo casi Valentino. Tentador. Pero mi pregunta al cirujano sería: ¿Podría devolverme la 'full face' que tenía hace veinte años? De momento eso no lo ha conseguido ni Isabel Preysler con Photoshop. Así que a seguir esperando.
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