El otro día en una emisora de radio pusieron temas de Mari Trini. Y gente de 20 y de 30 que entraba en directo se ... maravillaba de las letras de canciones como «Yo no soy esa que tú te imaginas, una señorita tranquila y sencilla...». Flipaban con que Mari Trini fuera tan «feminista». «Una adelantada a su tiempo», llegué a escuchar. A menudo tengo la sensación de que las nuevas generaciones creen haberlo inventado todo. Puede que sea un pecado de juventud. Seguramente a su edad a nosotros nos pasaba lo mismo. Pensábamos que los movimientos con los que simpatizábamos habían surgido el día mismo en que nos nació la conciencia.
Pero no. Ni el feminismo lo ha inventado Leticia Dolera ni Mari Trini era una adelantada a su tiempo, sino más bien una hija del momento histórico que le tocó vivir. Porque en los 70 y 80, cuando ella publicó sus discos más conocidos, en España había un movimiento feminista creciente y a las que hoy ya peinamos canas nos tocó vivirlo en la universidad. Que se lo hubieran preguntado a la muy añorada Lucía Martínez Odriozola, a quien recuerdo subida (día sí, día también) en la tarima de clase llamando a sus compañeras a la lucha.
Y, por cierto, que muchas de las madres de las universitarias de entonces nos educaron para que fuéramos económicamente independientes. «Como si no te casas», me decía la mía, que había nacido en el año 30. En noviembre del 33, las mujeres votaron por primera vez en España, gracias a alguien como Clara Campoamor, nacida en el siglo XIX. En fin, espero que hoy, 8 de marzo, las feministas de la generación del reguetón no olviden que el verdadero empoderamiento se cimenta en lo que conquistaron sus madres, abuelas, bisabuelas... E incluso tatarabuelas. Y no aflojen ni un milímetro.
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