El candelabro

Equivocados

Desde que he visto 'Con quién viajas' no paro de registrar situaciones dominadas por las falsas apariencias. Mi profesora de yoga por ejemplo el otro ... día... Ella estaba convencida de que yo (tumbada en el suelo, en plena respiración yóguica) había girado la cabeza para mirar el reloj que hay en una pared de la clase porque se me había hecho corta la relajación. Y no. Lo que quería saber es a qué hora abre exactamente la mediateca, cuyo libre acceso pregonaba en ese preciso instante un altavoz.

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Pero peor es lo mío... Acabo de enterarme de que los pobres gemelos Bogdanoff, fallecidos por covid (o más bien por su terquedad negacionista), eran hijos de un insigne pintor ruso y de una condesa austriaca, cuando yo me los hacía descendientes directos de Carmen de Mairena. El parecido de ambos con ella es tan evidente que hasta habría puesto la mano en el fuego. Y es más evidente aún que me la habría quemado. Lo curioso de los Bogdanoff es que le tuvieran pánico a la vacuna anticovid cuando habían demostrado una confianza ciega en el botox, al fin y al cabo una toxina.

Persiguiendo la eterna juventud, se metieron litros de colágeno o silicona y a su manera consiguieron eternizarse, pero no por la vía de quitarse años sino porque su monstruosidad permanecerá por siglos en la memoria colectiva. Erraron al sobrevalorar los avances de la medicina estética e infravalorar los de la inmunología. ¿Pero quién no se ha confundido alguna vez? Igual que ocurre en 'Con quién viajas', nos pasamos la vida emitiendo juicios basados en suposiciones que damos por ciertas, pero quizás no lo sean. Y esto, desde la cuna a la tumba. Lo cual indica que morimos absolutamente todos, hasta Einstein, equivocados. Pero sin saber en qué.

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