El candelabro

Antinatural

En 2003 me tocó cubrir en Barcelona la agonía y muerte de Copito de Nieve, un hito en mi carrera profesional solo comparable al de ... haber asistido en Londres a los funerales de Lady Di... O quizás más importante aún, porque a Diana de Gales le han salido muchas imitadoras mientras que el famoso gorila albino era y sigue siendo único en su especie. De aquellas visitas al zoo guardo en mi memoria escenas escalofriantes, como la de una desesperada avestruz que intentaba enterrar un enorme huevo en un terreno arenoso de pocos centímetros de espesor y, al no conseguirlo, lo iba desplazando hacia el abismo.

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Quise pensar que aquello sería quizás un juguete o un elemento didáctico puesto ahí por sus cuidadores. Pero no. El huevo acabó rodando por la pendiente y estrellándose en el foso que separaba al animal de sus observadores. La visión de aquella yema gigantesca, amarilla y redonda fue como una bofetada de realidad que me llenó de tristeza. Después de semejante tragedia, se me quitó la afición al zoo para siempre. Ahora contemplo con horror el que tenía montado en su finca ese empresario de Valencia. Es curioso que a disecar se le llame naturalizar cuando no hay nada más antinatural que un animal disecado. Existe una voluntad castradora en cazar e inmovilizar grandes piezas para luego contemplarlas inofensivas. Pero también tiene ese componente de morbo que hace que nos fascinen los dioramas del Museo de Historia Natural de Nueva York, como en su día fascinó el Negro de Banyoles. Aun así, esa no es una forma de descansar en paz. A Copito no lo disecaron pero las partes de su cuerpo que se donaron a la ciencia casi se pudren por falta de financiación. Y al Negro de Banyoles al final lo enterraron con honores... Pero en un país equivocado.

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