El monstruo encantador de Mingus conquista Mendizorroza
La Clasicjazz almeriense hace brillar 'Epitaph', que suena con un swing robusto y un talante rompedor digno del genial compositor de Watts
Al final, resultó un monstruo encantador. La gigantesca 'Epitaph' de Charles Mingus sonó vital y fresca en el polideportivo de Mendizorroza. Aparcados los prejuicios respecto ... a una pieza que da un vuelo sinfónico al jazz, queda un tesoro en cada compás, una experiencia que disfrutar. Más de dos horas de música que repasan y condensan toda la obra de uno de los grandes genios del jazz. La monumental partitura rescatada de un baúl años después de la muerte del contrabajista y compositor de Watts revivió en manos maestras, la de la treintena de intérpretes de la Clasijazz Big Band Orchestra. La formación almeriense redobló sus secciones instrumentales para domar y guiar una obra desbordante que, lejos de asustar, trajo al festival la esencia de un autor como Mingus, siempre a caballo entre la rabia visceral y la delicadeza más sutil.
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Abordar la música de Mingus puede resultar un éxito seguro para cualquier programador, pero su espíritu iconoclasta esconde una trampa. Se puede pasar de puntillas a base de reproducir pasajes archiconocidos para rememorar a quien fue alumno aventajado de Duke Ellington o cabe sumergirse en ese talante inconformista que lleva a retorcer el sonido que sale de cada instrumento. La Clasijazz almeriense supo navegar entre las líneas trazadas en un pentagrama rico en su construcción orquestal, pero también acertó a la hora de dar vuelo a la individualidad de sus solitas, muchos de ellos con un puesto muy alto en el panorama jazzístico nacional.
La velada arrancó con una temprana 'pelea' entre contrabajo y saxo alto, uno de esos diálogos 'a gritos' con los que Mingus solía retar a sus músicos para mandar cualquier canción hacia un territorio inexplorado. Fue una declaración de intenciones que, más adelante, se mantendría dentro de un complejo equilibrio entre el brillo individual y el compromiso colectivo de una formación capaz de hacer saltar el virtuosismo en cualquiera de sus secciones. Hasta el descanso, la Clasijazz sonó dominante, con piezas de sentido lírico como 'O.P.', que Mingus dedicó al pianista Oscar Pettiford y en la que Daahoud Salim derritió las teclas con dulzura. A modo de contraste, 'The Soul' fue un vehículo para que Tete Leal extrajera los sonidos más oscuros de un saxo alto aullador para ceder luego el testigo a la luminosidad a la trompeta de Julián Sánchez. Un soberbio homenaje a la memoria de Eric Dolphy o Ted Curson, compañeros de batalla de Charles Mingus en una de sus muchas etapas gloriosas de su carrera.
Del swing and góspel
Superados los veinte minutos de descanso, la Clasijazz retomó 'Epitaph' para conducirla a través de una autopista de swing firme, ese camino seguro por el que permitirse unos cuantos derrapes emocionantes. Sonaron 'Started Melody' y a continuación 'Osmotin', el homenaje de Mingus a los armonías quebradas de Thelonious Monk, recreado a partir del préstamo sonoro de 'Well, You Needn't'.
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La formación almeriense interpretó con convicción una partitura extensa sin olvidar el brillo de sus solistas más inspirados
La música se volvió laberíntica en el interludio baladístico previo a la gran coda final. Tras los agradecimientos del director Ramón Cardo a público y técnicos de sonido, llegó el momento de una de las melodías más distintivas de Mingus, incluida en la monumental partitura con la que quería bautizar su lápida. Un largo preludio, convertido en juego de cuerdas a cargo de los dos contrabajos Bori Albero y Pablo Báez, dio paso a 'Better Git it in your Soul', que inundó Mendizorroza con ese espíritu góspel liberador y extático que remató una interpretación sobresaliente. Digna de un 'Amén' de aprobación desde la tumba de Charles Mingus.
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