La Perra Blanco, la última apóstol del rockabilly regresa a Vitoria
La artista gaditana repite en el Azkena confirmada como una de las voces más potentes del rock actual
Trabajaba en una empresa de cambio de divisas hasta que hace tres años la moneda cayó por la cara de dedicarse de lleno a la música. «La verdad es que esto es bastante más creativo», dice entre risas Alba Blanco (La línea de la Concepción, 1995), nombre real de la artista conocida como La Perra Blanco. La apuesta resultó buena. En pocos años se ha convertido en una de las figuras más genuinas del rock clásico. En sus enérgicos directos, la artista gaditana canta en inglés y al tocar sigue la estela de grandes como Little Richard y Jerry Lee Lewis, a quienes reconoce entre sus principales influencias.
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Su actuación de mañana viernes en el Azkena (escenario Love, 19.20 horas) se presenta como una de esas citas a demanda. Por aclamación popular. Sobre todo tras su paso hace dos años por Trashville, donde una carpa totalmente abarrotada se quedó prendada de su trío de rockabilly. Al día siguiente, la banda de Alba tenía que coger un vuelo a primera hora para dar un concierto en Inglaterra. «No dormimos casi, hacía un calor insoportable en Vitoria, pero fue superdivertido», señala. «En el País Vasco la gente siempre lo da todo, eso me encanta», añade al recordar también otras actuaciones en diferentes salas icónicas, como Hell Dorado o Kafe Antzokia.
En esta ocasión, el paso por Mendizabala deja constancia del tirón de su trío. Pasa a actuar en uno de los escenarios grandes y ella lo ve como una oportunidad, además, para ver a una de sus cantantes favoritas. «Estoy muy contenta porque voy a ver a Mavis Staples de la que hasta ahora tan solo había visto vídeos en Youtube. Normalmente nunca nos quedamos de ocio en un festival. Pero me gusta tanto que esta vez sí», comenta la artista. Si en su santoral figura la veterana Mavis, no extraña que se confiese como una amante del góspel.
'Came back home', 'Don't break my heart' o 'I got cats' son algunos de los temas electrizantes de su segundo álbum, 'Get it out', publicado a principios de año. Con ese disco ha llenado prácticamente todas las salas en las que ha tocado. «Poquito a poco cada vez nos ven más en Europa. Y este año un porcentaje bastante grande de la gira ya es fuera de la Península», señala acerca de la buena acogida de un proyecto en el que el boca a boca parece dar sus frutos.
Ese show a un ritmo endiablado llama la atención tanto entre aficionados al género como al público más ajeno. «Me dicen que vienen a los conciertos por verme a mí, porque estoy yo en el escenario, más que por el rockabilly», asume. «Hay mucha gente que no ha escuchado rock and roll ni música americana, pero le gusta lo que hacemos y la calidad que transmitimos. Trabajamos mucho en cada escenario».
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Meditación en la 'furgo'
Aunque es hija de músicos -sus padres fueron miembros del grupo andaluz Los Destrozamitos- en casa no le invitaron a coger el relevo. «Soy totalmente autodidacta, aunque crecí en ese entorno. No querían que me dedicara a la música». No cabe duda de que cuenta con esa rebeldía que tantas veces se ha visto como inherente en el circuito. En el escenario le acompañanan el contrabajista Guillermo González del Campo, el batería Jesús López Benítez y el teclista Gerard Verche. «Somos músicos profesionales, excepto mi contrabajista, Guille, que es profesor y lleva desde adolescente dando conciertos».
En su agenda figuran cada vez más compromisos marcados en rojo. Cada fecha implica cargar instrumentos, maletas y viajes por tierra, mar y aire. «Me ha dado por la meditación últimamente en los desplazamientos. Antes íbamos todos en un coche pequeñito y apretados. Ahora vamos en una furgoneta de nueve plazas, cada uno tiene una fila de asiento y para mí lo más importante es estar relajada para llegar con toda la energía al directo».
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