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Ty Segall demostró su habilidad con las seis cuerdas. Jesús Andrade
Ty Segall

Hipnotizando bajo la lluvia

El misterioso y poliédrico multiinstrumentista californiano batió una sesión de blues lisérgico y psicodelia británica que acabó dopando al público

Jueves, 20 de junio 2024, 23:10

El viernes el primer guiri en actuar en el escenario principal fue el corpulento californiano de 37 años Ty Segall, un tipo muy prolífico lanzando ... discos de estilos cambiantes que los oyes y te preguntas por qué este buen hombre tiene tanto predicamento entre la roquería. ¡Pues por sus conciertos! En directo también cambia mucho de formato Ty Segall. El verano pasado se le pudo ver en quinteto, con bajo, batería y teclados disimulados al fondo del escenario, y con los guitarristas Ty Segall y Mikal Cronin apostados en los dos laterales del escenario, mirándose, de perfil respecto al público, y guitarreando como duelistas. Hace bastantes años vino tocando la batería y cantando, sin coger la guitarra. ¿Con qué alineación nos sorprendería el multiinstrumentista en Vitoria?

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Pues esta vez vino en cuarteto, con dos guitarras en los laterales de sonido artie, oblicuo, experimental (por momentos eso era free rock), y con la base rítmica en el centro, un bajista absorbente y un baterista indie que le podría pegar más duro pero eso seguramente no lo desee Segall. Situados en semicírculo, como Michel Camilo si tocara en un cuarteto, durante hora y cuarto (75 minutos exactos) emitieron una quincena de canciones no muy variadas, pues abundaron en un blues abstracto e inhalando aromas de la psicodelia de Canterbury de los 60, pues este californiano muy bien alimentado y con su pinta de pálido surfero está muy influido por la onda británica sinfónica, progresiva.

Al principio de su bolo estaba lloviendo. Ahí delante había chubasqueros, paraguas... Con el tiempo se despejó el clima y la gente se vio más feliz atendiendo a una sesión de sustrato hipnótico en la que Ty Segall, con sus letras de la otra dimensión y de las cosas de su cabeza, fue metiendo en el canasto hasta los más remisos. Su espiral comenzó un tanto dispersa, con semillas de Fugazi, la voz de los Violent Femmes, el blues del Captain Beefheart, y a la cuarta el primer trallazo: un blues diagonal de espíritu austral, a lo Scientists y tal.

Ahí se percibió que había sustancia, y su bolo ondulante remitió a los Stooges (lo sinuoso, los tambores...), a la Velvet Underground (pero la más movida), a los Feelies jugando con las guitarras, hasta en el epílogo menguar en la emoción, la catarsis o la hipnosis, lo que ustedes prefieran, por atascarse en una psicodelia de manual, entre la improvisación fácil y el canon de Canterbury, aunque acabó el concierto remontando con un blues entre lo austral y lo stoner, un blues antes del cual dijo su única frase: «esta es nuestra última canción, gracias por venir». Antes, al de 40 minutos de bolo soltó un «hi» (hola) de refilón. ¿Por qué caerá tan bien el bueno de Ty?

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