Tres recetas fáciles para hacer con los peques

El comienzo de las vacaciones de Semana Santa representa, como ocurre en navidades y verano, un pequeño quebradero de cabeza para muchas familias. Y no nos referimos únicamente a las dificultades para conciliar fuera de los cinco días festivos de los que disfruta la mayor parte de los trabajadores, sino también de cómo mantener a los hijos entretenidos. Las largas jornadas de asueto dan para descansar, cambiar de aires, divertirse, estar más tiempo juntos… y para aburrirse. En este punto es en el que puede entrar en juego la cocina. No en vano, implicar a los peques en la elaboración de alguna receta puede ser más divertido que el mejor videojuego o esa película de animación que se saben de memoria. Además, sirve para estrechar lazos fuera de las prisas del día a día, involucrar a los mayores en un ejemplo práctico de actividad intergeneracional y tal vez para que quede fijada en su memoria una experiencia multisensorial. A continuación, proponemos varias recetas con las que se chuparán los dedos en todas y cada una de las fases.

El clásico pintxo de Bilbao lo mismo vale para el aperitivo que como entremés en una comida a base de picoteo variado. Mientras se cuecen los huevos, los txikis pueden aprovechar para pelar los langostinos. Ello les servirá de paso como entrenamiento para cuando les toque retirar la cáscara de los huevos, una actividad más sencilla pero a la que tendrán que prestar más atención para que no quede ni rastro de la cobertura. Si hemos optado por los huevos de gallina, se cortan en dos mitades; en el caso de los de codorniz, se dejan tal cual. Siempre bajo la supervisión de un adulto, habrá llegado el momento de insertar en cada brocheta los diferentes ingredientes en el siguiente orden: primero una aceituna, después el huevo, a continuación el langostino y, opcionalmente, se cierra con otra aceituna. Una vez que estén todos los bilbainitos en una bandeja, se les añade una cucharadita de mayonesa y a comer. Foto: Bar Zurekin

Ninguna comida va a despertarles un interés mayor que preparar su propia pizza, el plato oficial de la chavalería. Sobre el lienzo que representa la masa, ya sea circular o cuadrada, los críos pueden desplegar toda su creatividad. Primero tendrán que cubrirla con la salsa de tomate y el queso mozarella. Posteriormente, como si utilizaran pinturas, podrán empezar a darle su toque personal colocando estratégicamente las aceitunas negras, los tomates cherry, los pimientos (o cualquier otro ingrediente que sea más de su gusto o se adapte a lo que quieran representar) para crear caras, casas, coches, un barco… El horno precalentado acogerá ese apetitoso cuadro que durará menos sobre la mesa que el tiempo invertido en elaborarlo.

Este postre, uno de los más típicos de Inglaterra, es igualmente uno de los más sencillos de elaborar. Solo hace falta coger unos yogures de la nevera, echar un vistazo al frutero y sacar unas galletas del armario, pero admite todo tipo de ingredientes. Primero se desmenuzan y machacan las galletas en un plato o bol, vigilando que los 'cocineros' no se coman más de las que necesitaremos. A continuación, lavaremos las frutas y cortaremos las fresas por la mitad. En vasos anchos o en copas, según las preferencias, se echa primero una capa de galletas, se tapa con unas cucharadas de yogur, después se añaden las fresas, estas se cubren de nuevo con más yogur, encima se ponen los arándanos, y así sucesivamente. El trifle se puede coronar con un par de arándanos, unos trozos de fresa y una hoja de menta.