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«La tecnología debe ser una herramienta de apoyo, no un sustituto del afecto ni del sentido común»

Paula Lamo Anuarbe, profesora del Máster en Internet de las Cosas de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), nos da las claves para que lo digital no nos arrolle en la crianza

Leire Fernández

Miércoles, 18 de junio 2025, 23:22

Vivimos rodeados de tecnología. Está en el trabajo, en casa, en el bolsillo… y, cada vez más, también en la crianza. Desde apps que monitorizan el sueño del bebé hasta cámaras conectadas o sensores que avisan si tiene fiebre, la tecnología parece haber llegado incluso al cuidado más íntimo y humano. Pero, ¿es realmente una ayuda o estamos delegando demasiado en las máquinas? Para entender mejor este fenómeno, Paula Lamo Anuarbe, profesora del Máster en Internet de las Cosas de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), da las claves sobre el papel de lo digital en la crianza moderna y cómo usarlo sin perder de vista lo esencial.

- ¿Dependemos tanto de la tecnología que ya la necesitamos hasta para algo tan natural y humano como es la crianza?

La crianza es, por definición, el proceso más humano, emocional y relacional que existe. Pero, es cierto que vivimos en un mundo donde la tecnología se ha convertido muchas veces en una extensión de nuestras tareas o funciones diarias. Y, claro, esto puede incluir a la parentalidad.

No me gusta decir que «dependemos» tanto de la tecnología porque no la necesitamos por defecto. Creo que hay que entenderlo como un complemento en nuestras vidas. Son herramientas que nos ayudan a afrontar nuevos ritmos de vida, la cantidad de sobreinformación que recibimos y las (seamos sinceros) conciliaciones imposibles.

Ponemos el foco erróneamente en que el riesgo está en usar la tecnología, cuando el verdadero problema sería que dejásemos que la tecnología reemplace a nuestra propia intuición, a nuestro afecto y al sentido común.

Consejos para aprovechar la tecnología sin caer en la dependencia

  • Tú eres el mayor ejemplo de tu hijo. Si no quieres que tu hijo dependa de la tecnología para todo y abuse de ella, no abuses y dependas de ella tú.

  • Los adultos responsables son los que tienen que entender el funcionamiento básico de los sistemas que utilizan. No podemos delegar esta tarea en otros. Si quieres usar una tecnología (en tu vida o en la crianza de tus hijos), está genial. Pero debes ser responsable de saber qué hace esa tecnología: qué datos recogen, cómo se procesan, y cómo configurar las medidas de seguridad. Solo así podrán ejercer un verdadero control y uso consciente.

  • La tecnología tiene que servir para un uso concreto. No tiene sentido usarlas «por si acaso». Si tu dispositivo o app no te aporta un valor añadido real o te genera más estrés que tranquilidad, no tiene sentido usarla.

  • Ten momentos de desconexión digital dentro del día a día familiar. Son necesarios e imprescindibles. La tecnología nunca va a sustituir el tiempo de calidad ni las interacciones cara a cara.

- La tecnología ¿realmente ayuda o nos genera más ansiedad?

Sin duda: las dos cosas. Y depende solo del enfoque con el que la integremos en la crianza. Bien utilizada, la tecnología puede darnos sensación real de tranquilidad: por ejemplo, saber que tu hijo ha llegado correctamente al colegio mediante sistemas de geolocalización o que sus constantes vitales están bien mientras duerme plácidamente en la cuna.

El problema aparece cuando esa supervisión se convierte en vigilancia obsesiva. La posibilidad de revisar datos en tiempo real puede generar una falsa necesidad de control absoluto y derivar en ansiedad parental. Y esto se magnifica si pretendemos ser «todologos» y hacer una interpretación de lo que significan los datos (sin tener formación para hacerlo o buscando un patrón más allá de lo que dice la propia app) y se sobredimensionan o sobrevaloran las pequeñas anomalías puntuales (que son en sí mismas normales).

El equilibrio está en asumir que la tecnología es una herramienta de apoyo. No es un sustituto del juicio humano ni del vínculo afectivo. No debe dictar decisiones ni reemplazar la capacidad de observación y conexión emocional con el niño. Como en todo en esta vida, lo importante no es «lo que la tecnología puede hacer», sino cómo y cuándo decidimos usarla.

- ¿Puede un algoritmo entender realmente las necesidades de un bebé mejor que un padre o madre?

Yo soy madre (de las imperfectas) y me niego a pensar que una aplicación en el móvil, por muy inteligente que sea, sepa mejor que yo lo que necesita mi hijo.

Un algoritmo puede estar programado para analizar datos, detectar patrones e incluso anticipar ciertas situaciones fisiológicas. Pero no sabe interpretar, de cada bebé que es único, si su llanto en un momento dado es porque quiere mostrarte su cariño, es la forma de sonreír tímidamente o un simple gesto mostrando que reconoce al cuidador que tiene delante. La crianza es un proceso muy complejo que no siempre es cuantificable por un algoritmo. Necesita de grandes dosis de empatía, intuición y un contexto. Hay muchos avances en inteligencia artificial ya en el área socioasistencial. Pero no tanto como para reemplazarnos así. Aún está muy lejos de poder reemplazar la mirada, el tacto o el instinto de una madre o un padre atentos. Y, honestamente, espero que nunca lleguemos a sustituir eso con un algoritmo.

- ¿Estamos criando niños más seguros o más vigilados?

La pregunta es compleja. Probablemente la respuesta más correcta sea decir que ambas cosas. Pero el matiz está en que 'seguridad' no es necesariamente un sinónimo de vigilancia constante.

En el mercado abundan las tecnologías de monitoreo. Yo misma, como muchos padres, tengo una cámara que me enseña si mi hijo está durmiendo la siesta y me permite escucharle si se despierta. Este tipo de sistemas nos dan una seguridad que antes no existía. Pero, también, pueden crear una cultura de la hiper-vigilancia.

Si no somos conscientes de ello, nos arriesgamos a criar niños que no sean capaces de moverse sin ser rastreados y que interioricen como algo absolutamente normal el que siempre tengan a una persona controlando cada cosa que hacen.

Hay que usar la tecnología con cabeza, con sentido común. Hacer un uso equilibrado y que permita a los niños desarrollar su autonomía desde pequeños. Es decir, que se permitan cometer errores, aprender a gestionar su tiempo sin que se lo diga un algoritmo o una persona, a tomar decisiones por si mismos o resolver conflictos sin mediación.

- ¿Hasta qué punto deberíamos delegar el cuidado infantil en sensores y pantallas?

Nunca deberíamos hacerlo completamente. La aplicación y el sensor inteligente te puede avisar de que el bebe tiene fiebre o que ha dejado de moverse. Pero no puede consolarlo, ni abrazarlo, ni jugar con él, ni mirarle a los ojos o hacerle cosquillas.

Las pantallas entretienen o, incluso, enseñan. Pero eso no sustituye al valor incalculable de una conversación ni del tiempo de juego libre. El cuidado infantil debe seguir siendo humano, emocional (o afectivo) y, por supuesto, presencial.

- ¿Somos demasiado cómodos? Porque podemos ver vídeos de instrumentos asiáticos en los que solo falta que el bebé se cambie el pañal solo...

Probablemente. Pero la comodidad tampoco debería ser considerada como un problema. Lo que nos tendría que preocupar es perder el contacto con lo esencial.

Automatizar tareas repetitivas es útil. Podemos usar la tecnología para preparar un biberón a la temperatura exacta. Esto es especialmente útil en esas noches sin dormir cuando tienes que levantarte a preparar el enésimo biberón y estás agotado.

El problema está en delegar en absolutamente todo. Porque si hacemos eso, podemos perder momentos de vínculo, de aprendizaje y de un muy necesario contacto emocional.

Considero que la crianza no va solo de «ser eficiente», también incluye una experiencia compartida que no podemos dejar de lado completamente.

¿Qué precauciones debería tomar una familia antes de incorporar wearables o apps de monitoreo infantil?

  • Conoce la procedencia del fabricante: ¿es una empresa tecnológica conocida? ¿de qué área: sanitaria, educativa…? ¿es una startup de nueva creación sin ninguna trazabilidad ni información? ¿en qué país se encuentra?

  • Asegúrate que tiene certificaciones: ¿tiene marcado CE? ¿FDA? ¿cumple con el Reglamento General de Protección de Datos?

  • Lee detenidamente y ¡entiende! la política de privacidad y términos de uso. Lo más importante suele ser qué hacen con la recopilación y cesión de datos. No des a OK a nada sin entender qué estás aceptando y si estás de acuerdo con ello.

  • Configura correctamente los permisos asociados. Evita que tenga acceso a todo lo que sea innecesario. Preguntate si lo que vas a hacer con esa aplicación necesita realmente tener acceso ¿a tu agenda de contactos? ¿al micrófono? ¿a la cámara? ¿a tu ubicación?

  • Desactiva todo lo que no vas a utilizar. Desactiva cada funcionalidad que no uses y cuando dejes de usar la app, elimínala de tu dispositivo.

  • Actualiza la aplicación o el dispositivo de forma regular. No uses nunca apps o dispositivos que no tengan soporte activo, que ya no actualicen su firmware, o empresas han desaparecido y/o han dejado desatendido el servicio.

Ciberseguridad y dispositivos

- ¿Hay riesgos relacionados con la ciberseguridad en dispositivos dirigidos a bebés y niños pequeños?

Si. Y hay que tomarlos muy en serio, porque no son cosa de niños (aunque la aplicación sí lo sea). Hay muchos dispositivos de monitoreo infantil (cámaras IP para ver si están durmiendo en su cuna, sensores biométricos para medir temperatura, ritmo cardiaco, etc.) que están conectados a Internet. Si está conectado a Internet, es un potencial punto de ataque. Y aquí estás condicionado por las medidas de ciberseguridad que el fabricante ha podido incluir en sus sistemas (como el cifrado de extremo a extremo, la autenticación multifactor o si se actualiza automáticamente). Estos dispositivos son vulnerables a accesos no autorizados, suplantaciones de identidad o que terceras personas usen tus datos sin tu consentimiento.

Esto ya es preocupante cuando el afectado es un adulto, si, además, tenemos en cuenta que los datos que se ven afectados son de menores (que es una población especialmente protegida por la legislación, como el RGPD o COPPA), el impacto de una brecha de seguridad es mucho mayor. Y no es solo un problema de tipo técnico. También lo sería ético y jurídico.

Aquí habría que tener mucho cuidado a quien le compramos la tecnología (me refiero al fabricante que la construye) y qué tecnología compramos. Lo barato nos puede salir caro y lo caro… caríiisimo. No todo lo que se vende está diseñado con criterios pedagógicos o con los estándares rigurosos de seguridad que uno piensa que estas cosas «deberían» tener. Por lo que hay que tener cautela con las apps que se utilizan y cualquier gadget que incluimos en el día a día de nuestros hijos.

- ¿Cómo se protegen (o deberían protegerse) los datos recolectados por estas tecnologías infantiles?

Los datos infantiles deberían estar protegidos con estándares altos de seguridad y privacidad desde el propio diseño del equipo. Esto incluye que se cifren todos los datos, tanto en tránsito como en reposo, que se haga una anonimización o pseudoanonimización de la información (siempre que sea posible), que los tutores legales del niño conozcan las implicaciones de usar ese sistema y den un consentimiento explícito y que pueda ser revocable en cualquier momento (es decir, que lea las condiciones y no le de a aceptar sin estar seguro de lo que se firma) y que el sistema esté planteado para ser transparente durante todo el proceso de almacenamiento, transferencia y tratamiento de datos.

Como decía antes, los padres o tutores tienen garantizar que los dispositivos de crianza cumplan con estos requisitos. Así que deben optar por soluciones que estén certificadas, que dejen revisar y configurar las políticas de privacidad y que no almacenen datos sensibles en servidores de terceros sin unas garantías contractuales claras.

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