Borrar

Las pesadillas en pantalla: cómo el cine de terror afecta al sueño infantil

El psicólogo Íñigo Sáez-Uribarri examina los contenidos aterradores que alteran la neuroplasticidad de los niños

Nina Araluze

Miércoles, 3 de septiembre 2025

Una película del género terrorífico parece un simple pasatiempo, pero en realidad podría llegar a convertirse en una experiencia conductual perturbadora, especialmente para los niños. Íñigo Sáez-Uribarri es psicólogo e investigador especializado en medicina del sueño y un profesional directamente vinculado al Colegio de Psicólogos de Bizkaia. Advierte que los contenidos audiovisuales violentos no solo generan ansiedad, sino que también afectan al descanso y al procesamiento perceptivo, así como al espectro del mundo onírico. En esta entrevista, analiza cómo protegerlos y qué papel tienen los progenitores en la prevención.

-¿En qué medida es menester proteger a los menores frente a imágenes que puedan producir miedo o ser violentas?

Existe un consenso entre los padres sobre proteger a los hijos frente a ellas. Aunque se subestime el pánico que puede generar un largometraje, los psicólogos coinciden en que es necesario que los padres supervisen y restrinjan el consumo de ciertos materiales audiovisuales.

Se podría pensar que inducirles a dichas situaciones puede ser provechoso: el miedo es una emoción ancestral y protectora que nos alerta en situaciones de peligro, por ello, tiene una función adaptativa. Además, el no temer puede llevarnos a correr riesgos que amenazan nuestra integridad física o psicológica. Sin embargo, las dinámicas intrapsíquicas de los que se encuentran en la infancia ya están programadas biológicamente para generar esta emoción, como la desconfianza hacia extraños, a determinados animales o a estímulos muy fuertes.

Cada noche, el cerebro del niño recrea un escenario semejante a una realidad virtual donde despliega peligros y amenazas para entrenar la supervivencia: su expresión más conocida son las pesadillas. Por ello, es innecesario someter a los menores a experiencias de esta índole para su desarrollo emocional.

De hecho, dichas experiencias podrían desencadenar alteraciones al dormir, problemas de impulsividad o conductas de riesgo, e incluso comportamientos antisociales. El contenido violento o paranormal de estas (así como su ritmo trepidante) suponen una estimulación demasiado estresante que no añade nada positivo al desarrollo, y visualizado a última hora del día puede interferir en la fase del sueño.

-¿Qué manifestaciones sintomatológicas pueden generar los filmes de este género a corto y largo plazo ?

Pueden dar lugar a una variedad de ellas. Más de las tres cuartas partes de los menores informan de reacciones de alarma, en una cuarta parte estas son de alta intensidad. Se ha de tener en cuenta que, en términos generales, el efecto observado sobre la psique de la población infantil es reducido, seguramente, por la labor de los padres en la limitación del acceso a estas narrativas.

Pero la conmoción deja huella: una cuarta parte de los adultos recuerda alguna escena que todavía le provoca temor residual o arrastra alguna predisposición temperamentaria que le lleva a evitar determinadas situaciones o estímulos (por ejemplo, el ver 'Tiburón' y no bañarse en el mar). Prácticamente el 100% de los adultos recordamos algún filme que nos indujo miedo durante nuestra infancia.

Entre los síntomas que es posible que se originen, se encuentran la tristeza, el trauma (similar al trastorno de estrés postraumático), problemas para dormir, de conducta (como impulsividad o conductas de riesgo), comportamiento antisocial derivado de la imitación de personajes y, excepcionalmente, fobias y psicosis. Estos problemas pueden ser puntuales o, en algunos casos, perdurar en el tiempo, según la personalidad del individuo.

También podrían acarrear dilemas más graves en la adultez, en algunos casos, surgir reacciones emocionales intensas durante o después de una experiencia de terror; y en ocasiones muy puntuales hasta podrían dar lugar urgencias médicas y sus efectos psicológicos continuar a largo plazo.

- ¿Es habitual que los más jóvenes, influenciados por los personajes, imiten comportamientos extraños?

Entre estos indicios se destaca cierto comportamiento antisocial, las tendencias forman parte de la variedad de respuestas que se han observado en la literatura científica. Al igual que con el resto de efectos, la probabilidad depende de la edad, de la sensibilidad y del contexto; por ello, el control parental y la selección de elementos adecuados resultan fundamentales.

-¿Sería la edad un factor influyente en la vulnerabilidad ante estas mencionadas fobias?

Las personas de diez años o menos son las más susceptibles a las obras de terror cinematográficas. Los más pequeños no disciernen aún de la ficción y de la realidad, son más crédulos con respecto a los mundos imaginarios. Cuando crecen, aprenden a distinguir; con ello, las imágenes o informaciones más realistas son las que les pueden infundir más respeto. Por lo tanto, no es recomendable el acceso a sujetos de diez años o menos y siempre se debe actuar de acuerdo con la calificación por edades.

Si bien hablamos de edad, deberíamos tener en cuenta la capacidad del niño para procesar este tipo de argumentos: hay algunos más sensibles que otros, por ser más imaginativos, más ansiosos, introvertidos o empáticos, por tener problemas de sueño y etcétera. Aquellos que han sido expuestos a una situación complicada en su vida se vuelven más delicados. Junto al desarrollo cognitivo aumenta la capacidad de enfrentar estas narrativas y también el criterio para rechazar estímulos que provoquen aprensión.

-Además de de las restricciones de edad, ¿cómo se identifica un contenido potencialmente aterrador?

Se distinguen por ser aquellos que muestran amenazas graves (físicas o psicológicas) hacia personas, animales o seres ficticios; o en los que hay situaciones de peligro que provienen de entes no humanos o que contravienen las leyes de la naturaleza. La violencia en la pantalla ha aumentado, al igual que el realismo de las imágenes cinematográficas.

Una vez más, es necesario centrarse en el niño o niña para valorar su nivel de aprensión. Existen filmes que son aceptados popularmente y parecen inofensivos, como 'La guerra de las galaxias', 'E.T.', 'Scooby-Doo' o 'Los cazafantasmas'. En cambio, son descritos como aterradores para un tercio de ellos. En menores de cinco años, títulos como 'El mago de Oz' o 'Buscando a Nemo' pueden originar pavor.

Es necesario que los padres estén atentos a otros formatos que no necesariamente sean violentos, tal y como pasa en la ficción paranormal. En ocasiones, estas películas son trepidantes y no dan un respiro; lo que supone una estimulación muy estresante a la que es innecesario someterse. él. Hay que tener en cuenta que los menores pasan mucho tiempo a la semana expuestos a materiales digitales, y como se ha mencionado anteriormente, visualizados a última hora del día van a dificultar el adormecimiento o interferir en él.

-Como ha comentado, existen producciones dirigidas al público infantil que a pesar de no ser esencialmente terroríficas, provocan desconcentración, por su velocidad y gran cantidad de estímulos. ¿Podría la falta de atención llegar a ser más importante que el propio miedo?

La falta de atención, las pesadillas y otros síntomas que generan tanto los dibujos animados de ritmo frenético (siniestros y sutilmente oscuros) y los audiovisuales de horror, tienen una raíz común: los niños y niñas no son capaces de gestionar adecuadamente emociones intensas, como la ansiedad que les provocan estas experiencias. Sus recursos cognitivos y emocionales son todavía muy limitados, cuando intentan acallar esas emociones es cuando aparecen los síntomas.

En el caso de estos dibujos animados o digitales, que son muy rápidos o saturados de estímulos; el efecto no es exactamente 'de susto', pero sí se da un nivel de activación fisiológica y emocional que sobrepasa la capacidad de autorregulación del menor. Esa sobreestimulación puede generar dificultad para mantener la atención, irritabilidad e insomnio, del mismo modo que ocurre después de ver una escena aterradora.

Por lo tanto, no es primordial comparar qué es más perjudicial, si el miedo o la falta de atención; se ha de entender que ambas respuestas son manifestaciones de un mismo problema de fondo: la recepción de los mencionados estímulos, que supera la capacidad de procesamiento del niño. El resultado puede expresarse como insomnio, malos sueños, o incluso, conductas impulsivas. Cuanto más pequeños son los individuos, mayor es su vulnerabilidad a estos efectos, porque aún no han desarrollado herramientas cognitivas para relativizar, controlar o filtrar lo que perciben.

-Algunas historias dejan 'marca'. ¿Hasta qué punto las entregas audiovisuales tienen la capacidad de influir en la mente?

Depende de la reacción emocional que provoquen. Si esta es muy intensa, el recuerdo quedará muy bien guardado en el cerebro. Lo mismo ocurre con las experiencias reales o las ficticias, el cine, la literatura, el teatro, los videojuegos… La intensidad de la emoción otorga el valor de esa experiencia en nuestra mente. Hay obras literarias y audiovisuales que nos marcan, las cuales son capaces de producir cambios en nuestros valores y en nuestras actitudes.

Todas las vivencias suman y las utilizamos para enfrentarnos a los retos del día a día. Pero no se trata de un efecto subliminal, sino que el contenido nos afecta de forma activa. Por eso vamos al cine: a emocionarnos conscientemente. Si el cine no provocara eso, no resultaría tan atractivo; por otra parte, los mensajes subliminales tienen un efecto muy limitado sobre nuestro comportamiento y así lo demuestran los estudios que se han realizado en diferentes laboratorios.

Las secuencias trepidantes suponen una estimulación muy estresante y pueden dificultar o interferir en el reposo. De modo que se debe insistir en supervisar y restringir el consumo de relatos que puedan motivar sentimientos de angustia. Además, conviene estar atentos a aquellos contenidos que no necesariamente sean explícitos, como ocurre con la ficción paranormal; y tener en cuenta que algunas historias, consideradas familiares, pueden ser aterradoras para muchos de ellos.

Cómo ayudar a los menores a descansar mejor

  • Evitar el género de terror a última hora del día

  • Valorar la edad, la madurez cognitiva y las características individuales de cada niño

  • Reconocer que otros formatos como los noticiarios con imágenes e informaciones sobre guerras, catástrofes o agresiones, pueden tener efectos negativos

-Usted está especializado en medicina de los sueños. ¿Cómo estos afectan a la salud?

En ocasiones, las pesadillas tras las visualizaciones pueden durar algún tiempo y derivar en otras con temas más alejados del contenido de las películas. Son episodios habituales: hay autores que estiman hasta un 50% de casos en menores de 5 años; la cifra es menor hasta los doce años, llegando al 20%.

El temor y la ansiedad generan somnolencias perturbadoras que podrían despertar al niño abruptamente. Los infantes tienen recursos muy limitados a la hora de enfrentarse a situaciones amenazantes, tanto en la realidad como en el mundo onírico. Es el motivo por el cual estas emociones se disparan hasta despertarlos: el sistema que valora la seguridad en el cerebro del niño percibe una amenaza grave para su integridad y provoca un despertar abrupto a través de la emoción.

El menor puede mostrarse renuente a ir a la cama y tratar de posponer al máximo el momento de dormir; también es posible que exija dormir con sus padres, por temor a revivir desagradables episodios nocturnos. El problema se agrava si los menores están faltos de descanso. Las pesadillas se producen en la fase REM del sueño (Rapid Eye Movement) y con el déficit de este la fase se hace más intensa, favoreciendo la aparición de los sentimientos angustiosos. Suelen producirse en la segunda mitad de la noche, en la que uno se encuentra en la fase REM de manera más vívida.

Otros problemas que pueden aparecer tras la exposición a estos filmes son la somniloquia (hablar dormido) el sonambulismo y los terrores nocturnos; que se producen en la fase no REM y es más fácil que aparezcan en la primera mitad de la noche; en ellos, una característica común es que el niño o niña no recordará el episodio.

-Una vez que los terrores nocturnos ya han aparecido, ¿cómo pueden los padres ayudar a sus hijos a superarlos?

En un mal día pueden soñar con temas como el desamparo, el recelo a lo extraño, a la separación de la familia o a la destrucción. Lo fundamental es que los padres acompañen y den seguridad, que hablen y no minimicen las aflicciones. Conviene que tomen como relativos los sucesos de las películas o de las ensoñaciones, explicando con calma que no se tratan de hechos reales y que el entorno en el que viven es seguro.

Ese mensaje de calma les ayudará a recuperar la seguridad perdida y a sentirse protegidos frente a la sombra de sus propias mentes. También es útil trabajar con la propia trama de la pesadilla: invitarlos a imaginar un final alternativo en el que logren resolver la amenaza, de modo que el problema tenga un desenlace satisfactorio. Adicionalmente, es bueno mostrar cómo resolvería un adulto esa situación.

Si es necesario, se puede recurrir a la imaginación. Por ejemplo, pedir al niño que imagine portar una armadura que lo haga indestructible y que reviva la experiencia desde esa perspectiva. Estas técnicas permiten transformar la experiencia traumática en algo que refuerce su confianza y le de recursos para afrontar los miedos. Si los malos sueños u otros síntomas persisten con frecuencia, interfieren con el descanso o el bienestar diurno del niño, conviene consultar con un especialista.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Las pesadillas en pantalla: cómo el cine de terror afecta al sueño infantil

Las pesadillas en pantalla: cómo el cine de terror afecta al sueño infantil