

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Leire Fernández
Jueves, 24 de abril 2025, 20:06
Prácticamente todas las familias han sentido cierto vértigo alguna vez al pensar en que se acercaba el momento de lidiar con adolescentes. Contar con recursos que ayuden a sobrellevar esta etapa, que nos enseñen a marcar límites sin resultar autoritarios y que nos den las claves para aprender a escucharles es fundamental para que esos años sirvan para tejer una relación de confianza, a la vez que fomentamos su independencia y les apoyamos mientras construyen su identidad.
Para enseñarnos Sara Desirée Ruiz ha publicado 'En esta casa mando yo, y punto' una guía didáctica, en la que ofrece pautas para establecer límites sanos en la adolescencia.
Comienzas el libro diciendo que las personas adolescentes actuales, no son de cristal son diamantes...
Sí, totalmente. Se ha extendido esta idea de que son frágiles y en lugar de decir frágiles, pues decimos de cristal. Es un poco injusto para estas generaciones a las que se les atribuye esta fragilidad por el hecho de que hablan de emociones o expresan abiertamente las injusticias o las incoherencias que existen, ¿no? Así que, por eso, me gustaba empezar el libro con este pequeño empujoncito para comprender que no podemos llamarlas de esta manera si queremos que se desarrollen adecuadamente.
¿Qué supone esa frase de 'Mientras vivas bajo mi techo cumplirás mis normas'?
Es un ejemplo claro de cómo el mundo adulto intenta controlar la vida adolescente, básicamente. De nuestra incapacidad para conseguir ayudarlas a aprender a vivir sin imponerlo, sin ser autoritarias, sin empujarlas y controlar muchas de las cosas que hacen. Es muy grave esa frase, además, porque les está mandando el mensaje de que no tienen un lugar, su voz no importa. Y esto es muy peligroso en todos los momentos de la vida, pero sobre todo en éste en el que están desarrollando su capacidad para ser personas autónomas, están construyendo también su identidad, desarrollando su autoestima, su autoconcepto,... No tener espacio en tu propia casa para poder explicar las cosas que te molestan, las que no te gustan, para poder hablar de tus incoherencias, etc., les manda un mensaje muy peligroso, si en tu propia casa no tienes un espacio donde eres una persona reconocida, validada, valorada, ¿qué puedes esperar en el mundo exterior? Es importante que entendamos que si vamos con este tipo de frases no estamos haciendo lo que creemos que estamos haciendo, que es facilitar que aprendan un límite, sino todo lo contrario, empujarlas a que lo hagan de forma clandestina, a que se los salten más, a que nos mientan...
Y luego 'el porque lo digo yo y punto', que el 200% de las familias hemos dicho. Has intentado dialogar, hacerles ver tu punto de vista, intentar que entiendan lo que les estás diciendo de 300 formas diferentes, al final agota...
Es muy humano. Esos momentos puntuales en los que se pueden poner muy pesadas, en general, esto lo ha dicho todo el mundo. Es natural que muchas veces nos sobrepasen, porque la adolescencia es muy lenta y a veces quieren conseguir cosas ya y nosotras también tenemos nuestra propia vida y nuestro propio mundo emocional. Y nos podemos ver perfectamente sobrepasadas.
También lo podemos evitar explicando que ahora no es el momento de hablar de esto porque vamos a acabar diciendo algo que no queremos decir. Hay muchas estrategias para no llegar a decir esto. ¿Siempre lo podemos conseguir? Pues no. Como te decía, somos humanas, nos vamos a equivocar, en un momento se nos va a escapar cualquier cosa. Pero luego está el poder de la reparación, que es muy importante y es algo a lo que no le damos mucho espacio. Que es el pedir perdón o el ir después a hablar y explicarle que en ese momento le has dicho esto, no queriendo decir que no tiene ningún tipo de poder de decisión, sino porque no sabías en ese momento cómo hacerlo y estabas nerviosa, etc.
Y establecer siempre un diálogo que vaya a favor de la relación. Es decir, incorporar a las personas adolescentes a esa decisión que íbamos a tomar solas como adultas.
Si nos dicen frases del tipo 'te odio', 'qué ganas de cumplir 18 e irme de casa', 'ojalá no fueras mi madre'... ¿ahí ya hemos perdido? ¿o aún podemos reconducirlo?
Ahí lo que ha pasado es, probablemente, que no hayamos empezado a comunicarnos como necesitamos. De todas maneras, van a reaccionar en algunos momentos de esta forma. Porque en este momento necesitan una autonomía que todavía no tienen y nosotras a veces les decimos cosas de una forma que las hace pensar que las estamos atacando.
Entonces, cuando se sienten atacadas, sea lo que sea lo que les digamos, a veces sólo por nuestra presencia, reaccionan así. Así que tengamos en cuenta que esto es algo natural. Luego, si ya han pasado ciertas líneas, nos han insultado y han dicho cosas gordas, ahí tenemos que interpretar que no estamos acercándonos como debemos.
De todas formas, no está todo perdido para nada. Es decir, para que una relación tan potente como ésta, padres, madres, hijos e hijas, se rompa, tienen que pasar cosas muy gordas. Pueden ser relaciones difíciles, pueden ser relaciones complejas, pueden ser relaciones distantes, etcétera. Pero para que se rompa realmente, tiene que haber mucho dolor ahí y tiene que haber mucha incomprensión.
Por eso yo insisto tanto en acompañar la adolescencia, porque aquí, en esta etapa, es uno de los momentos de la vida en los que empieza a pasar esto, en los que empezamos a deteriorar la relación si no entendemos que son personas distintas y que necesitan un tipo de acompañamiento determinado en función de las características de la etapa. Si no entendemos esto, sí que en algún momento podemos hacer o decir cosas que las hagan rechazarnos, que las hagan querer estar lejos de nosotras, aunque el vínculo no se va a romper nunca.
Es algo con lo que van a vivir, con el dolor de no llevarse bien con su familia, con el dolor de no tener la aprobación de su padre, de su madre.
Una de las frases que más oyen los padres actuales de generaciones anteriores es la de «es que no te tiene respeto». Pero ¿lo confundimos con el miedo? o ¿realmente tienen razón?
No, no, para nada. Cuando estas generaciones mayores dicen que te han perdido el respeto, lo que pasa es que vienen de esta ola educativa que jugaban con el miedo y con la obediencia. Si puedo perder cosas, si me pueden pegar, si me pueden castigar, tengo miedo. Entonces, obedezco. Pero la obediencia es la enemiga del pensamiento crítico. Educar desde el miedo o acercarnos a las personas en desarrollo con estructuras muy autoritarias, muy rígidas, muy estrictas, aunque te pueda parecer que esto es respeto, no lo es. Te puede parecer que es respeto. ¿Por qué? Porque obedecen. Y entonces interpretas la obediencia como respeto. Pero es que el respeto no es obediencia.
El respeto es conciencia de que la otra persona tiene derechos, igual que tú, de que hay que cuidar las relaciones, cómo hablamos con las personas, cómo las tratamos. Eso es respeto.
Hoy en día, muchas de las personas adultas que creen que conocen el respeto, no lo conocen. Insultan a otras personas adultas, se acercan con posturas bastante agresivas... Para mí el respeto es no hacer a otro lo que a ti no te gustaría que te hicieran. Básicamente, cuidar las relaciones. Y si te tengo que decir «mi amor, no me ha gustado», decírtelo, no castigarte con mis caras de mal rollo y con el silencio que son estrategias que usan las personas adultas actuales.
Sara, cuando hablas de límites, dices que es informar de las necesidades para una buena convivencia...
Es que básicamente eso es, estamos en un espacio que tenemos que compartir tú y yo, esta es una realidad, ¿vale? Vivimos en la misma casa. Entonces, para que la convivencia funcione, tienen que darse una serie de condiciones, para ti y para mí.
Yo, como tu madre, tengo una serie de obligaciones que tengo que intentar cumplir, que vayas a estudiar, que te cuides físicamente, que comas bien, que duermas bien,... Ese tipo de cosas. Te tengo que proteger de cosas malas que hay en el mundo. Entonces, hay unos límites que te voy a comunicar desde ahí, desde mi rol de madre.
Y tú, tienes los tuyos. Tus cosas que tienes que hacer. Y cosas que tú quieres que a lo mejor a mí no me parecen bien, pero tú las quieres y vamos a tener que hablarlas. Por ejemplo, si tú no quieres que yo te pregunte constantemente sobre tu vida, me lo tienes que poder transmitir.
Yo tengo estas necesidades, tú tienes estas. Lo que pasa es que todo esto, que es maravilloso, en la adolescencia cuesta un poco, hace que un diálogo de este tipo se complique. Es un arte y tenemos que ir cada día practicándolo para conseguir que esto se convierta en un hábito en casa. Los límites son una oportunidad para que todas las personas que estamos aquí y en esta relación estemos bien.
Noticia relacionada
¿Antes de establecer los límites tenemos que ponernos de acuerdo en la pareja?
Tenemos que tener claro que su desarrollo pasa por delante de nuestras supercreencias máximas. Tenemos que ver qué necesita esta persona y habrá algunas creencias que tendremos que flexibilizar. Habrá otras que no.
Nuestras creencias son nuestras y nos sirven para algo. Pero lo que está claro es que si estamos educando con otra persona, vamos a tener que comunicarle a la otra persona qué es lo innegociable para nosotras y vamos a tener que escuchar lo que para la otra persona es innegociable. Y llegar a algún tipo de acuerdo.
Porque lo que acaba sucediendo en estos casos es que una de las dos personas de la pareja, o de la expareja pero que están educando en común, suele ningunear a la otra parte. Y muchas veces lo hace delante incluso de las personas en desarrollo y ahí le quitas toda la credibilidad a la otra parte y la dejas muy expuesta.
Hay muchas parejas que rompen en la adolescencia. Cuando llega ese momento de alto estrés, porque perdemos el control sobre sus vidas, y entonces tenemos esa sensación de vacío, de vértigo, de qué va a pasar si no estoy ahí, se tiende a lo autoritario, a lo rígido, a lo estricto. Y ahí es donde ves si tu pareja estaba o no estaba contigo realmente, si respetaba o no respetaba lo que tú hacías realmente, si tiene habilidades o no tiene habilidades, más allá de ser guapo, simpático y buena gente.
¿Dónde está la delgada línea entre los límites y las normas?
Es un matiz de apreciación. Las normas habitualmente atañen a grupos de personas, comunidades, grupos, y suelen acordarse previamente. Hay organizaciones que crean, por ejemplo, las normas de circulación, o la normativa del instituto, ese tipo de cosas.
En casa también podemos acordar las normas. Por ejemplo, no traer a nadie después de las ocho a casa.
Cuando hablamos de límites realmente estamos hablando de algo que es más personal. Yo tengo mis límites y tú tienes los tuyos. A mí no me gusta que tú cuando me hables me grites. A mí no me gusta que cuando quedamos llegues tarde, y entonces yo te lo digo porque yo siento que no valoras mi tiempo y te lo tengo que transmitir a ti.
¿Qué falla normalmente? Que la gente no comunica los límites y luego espera que la otra persona ya los entienda. Los límites se tienen que comunicar porque en cada cabeza está fluyendo el mundo de una manera.
Las normas son importantes y respetar los límites de las otras personas y también los nuestros propios es importantísimo.
¿Y entre las consecuencias y los castigos?
Las consecuencias normalmente lo que tienen de característico es que tienen relación con lo que las ha causado, siempre tiene que tener relación con la conducta que se quiere mejorar o con lo que ha pasado. Porque no generas un aprendizaje si no entiendes la relación entre la conducta y la consecuencia.
Si tú le quitas el móvil porque ha llegado tarde, no tiene sentido. No va a aprender que la otra persona está perdiendo su tiempo y además está preocupada si no le avisas. Consecuencia sería que si llega tarde ese sábado que se le ha dicho que esté en casa a una hora, al sábado siguiente no sale porque no ha respetado el horario.
Eso en mi casa toda la vida ha sido un castigo...
Es que depende porque tienes que entender el sentido. Antes no se explicaba nada, era «te dejo sin salir». Pero lo que debemos transmitir es que si yo no estoy segura de que vayas a llegar a una hora que te protege, a una hora que nos deje dormir tranquilas porque estamos preocupadas por ti, si yo no puedo estar segura de que vas a cumplir con esa norma, pues entonces ¿puedo confiar en ti? ¿Puedo confiar en que vas a salir y te vas a proteger y vas a tomar las mejores decisiones para ti? Es ahí donde está lo educativo.
Imagínate que ha suspendido 2. Y ahora tú la castigas sin salir todo el año. Eso no tiene ningún sentido. A lo mejor tenemos que aumentar el tiempo de estudios de esas asignaturas, a lo mejor tenemos que poner una profesora particular, a lo mejor tenemos que asegurarnos de que cada tarde se hace un trocito del tema que toca de la asignatura que ha suspendido. Eso es una consecuencia. Consecuencia de que yo no haya aprobado y no haya dedicado suficiente tiempo a esta asignatura es que voy a tener que dedicarle más tiempo.
Y en cuanto a la presión de grupo, ¿cómo adecuamos nuestros propios límites a los de los demás?
Ahí se trata de llegar a acuerdos. Si tenéis la suerte de conocer a sus amistades y a las familias de sus amistades, pues básicamente es como hacíais en la infancia. Acordabais cosas también. En la adolescencia tiene que ser el mismo principio. Que sigan manteniendo el mismo grupo, cosa que no todo el mundo puede, es realmente excepcional.
La mayoría de padres no conocen a las familias. Pero si tenéis eso, y lo habéis cuidado desde que eran peques, oye, no lo descuidéis ahora, que es ideal. Es el mejor momento para cuidarlo más.
Entonces, diría, nos reunimos un día, hacemos una comida, las personas adultas de las familias, y hablamos de esto. Porque, mira, cuando eran peques nos poníamos acuerdos y ahora en la adolescencia parece que nos cuesta más. Y luego en algún momento se va a diversificar esto. Van a aparecer otras personas de otras familias que no conozcáis, porque esto es así. Y ahí tendréis más dificultades. Entonces, lo que está claro es que hay que llegar a acuerdos. Y hay que explicar en base a esos acuerdos.
¿Ser padres y madres es la profesión más creativa que existe?
Uy, sí. Yo creo que sí. Una de las más creativas, una de las más importantes, una de las más frustrantes a veces también.
Es muy complicado. Yo creo que cuidamos poco a los padres y madres. Cuidamos poco a las personas que están cuidando y que están acompañando a la vida adulta, a las personas de desarrollo.
Creo que tendríamos que cuidarlas muchísimo más. Tendríamos que tener unos horarios que pudieran compaginar para poder educar. Tendríamos que tener muchas condiciones que no tenemos.
Entonces, tenemos a familias cansadas, quemadas, agotadas, agobiadas. Para mí es la profesión más importante. Porque es lo que está haciendo a las personas del futuro.
Te puede interesar
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.