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Leire Fernández
Martes, 6 de mayo 2025, 21:12
Paola Roig, divulgadora, psicóloga y co-creadora del podcast 'La vida secreta de las madres', debuta como novelista con esta historia en la que trata la maternidad real, pero también los miedos, las culpas y las diferencias y similitudes de toda una generación de madres.
- 'El café frío, la cerveza caliente', un título críptico para aquellas personas que no tengan hijos.
- Claro, un poco lo que intentamos expresar con el título es esta sensación que tenemos las madres y los padres de vivir entre interrupciones, ¿no? Como que todo se te interrumpe, desde lo más pequeño, que puede ser beberte café frío o la cerveza caliente, hasta lo más grande, ¿no? Hasta una conversación, algún proyecto que tenías que hacer. Como que siempre son de interrupción.
- Para todas las madres vas leyendo frases y situaciones del libro y piensas 'cómo me suena esto...' ¿hacen falta más novelas en las que se muestre la maternidad real?
- Yo creo que sí, de hecho, esa fue una de las cosas que me motivó a pasarme a la novela, ¿no? Como que siento que el ensayo es necesario y la teoría es necesaria, pero que, por suerte, en los últimos diez años ha habido muchísima producción de ensayos sobre maternidad y crianza, pero pienso que hay cosas que no se transmiten con un ensayo. Que necesitamos la ficción y necesitamos historias que nos entretengan, que nos diviertan y en las que sentirnos identificadas a trozos con la historia. Que también hay muchas cosas en las que no hemos vivido lo mismo que el protagonista o la protagonista, pero aún así nos enganchan y nos gustan.
- ¿Las madres millenials tenemos una forma de vivir común?
- Sí, obviamente, cada una con sus particularidades, pero creo que estamos viviendo un momento social y cultural común y, por lo tanto, hay una manera de entender la maternidad y la crianza que es bastante compartida. Pienso que una de las cosas que caracteriza la maternidad millenial es la existencia, que creo que tiene que ver justamente con que estamos maternando en la era de las redes sociales y la información y eso nos afecta y nos salpica a todas.
- En las salidas que hace Mariona se agobia pensando cómo estarán sus hijos y recordándose que están con su padre, ¿nos cargamos de más nosotras mismas?
- Pienso que sí. Cuando miras atrás y piensas en nuestras madres, que ya tenían sus propias dificultades, pienso que no se pedían tanto, era bastante más natural dejar a las criaturas con los abuelos el fin de semana, o el verano estar en el pueblo con los abuelos y ellos iban y venían y todo estaba bien. Y nosotros no sé muy bien por qué hemos caído en esta cosa, que parece que nosotras tenemos que estar todo el rato y hacerlo todo. Y creo que uno de los retos que tenemos como generación es podernos permitir soltar y salir de ahí un poquito.
- Su amigo Rai le dice, «Todos hemos sido niños que nuestros padres la cagaron, pero aquí estamos, y tus hijos tienen padre, y abuelos, y una maestra, no estás sola. Que solo eres su madre», ¿esta frase solo la puede decir un hombre y además uno sin hijos?
- Sí, y pienso que esta frase cuando nos la dicen nos sienta fatal, pero creo que a la vez es importante escucharla, porque creo que cuando somos madres perdemos la mirada de hijas. Me explico, hay cosas que nos parece fatal hacer como madres, pero luego te pones en la mirada de cuando eras niña y no te parece nada dramático eso. La idea de esta frase y de este personaje de Rai es esta mirada amable de quitarle un poco más de peso, que no todo es tan importante y ni siquiera tú eres tan importante.
- En un punto la protagonista se pregunta si no sería mejor el 'porque yo lo digo' en lugar de la crianza respetuosa. ¿El miedo a estarnos equivocando es la tónica general siempre en la maternidad?
- Yo creo que sí. Creo que muchas madres nos preguntamos bastante a menudo, ¿lo estaré haciendo bien? ¿Me estaré equivocando? Y creo que por eso nos volcamos en esta teoría tan rígida, para intentar solucionar esta pregunta. Si esta persona dice que si sigo estos 10 tips mi hijo será feliz, yo lo hago.
Pero creo que la cosa aquí es entender que no hay respuesta a esa pregunta y que no lo sabemos. Y vivir con ese no saber es difícil, pero a la vez da mucha paz. Como poder pensar, yo hago lo que puedo, con lo que sé, con la información que tengo y confío en que será suficiente. No perfecto, pero suficiente.
- En la maternidad mal de muchos no es consuelo de tontos, sino dolor compartido.
- Totalmente. Es que esta frase, desde que soy madre, me pone súper nerviosa. Porque es verdad que no te va a aliviar tu dolor, que a la otra también le esté pasando, y está bien, porque tu camino es tuyo, cada uno recorre el suyo, pero saber que lo caminas acompañada y sobre todo saber que no estás loca, que no eres tú que tiene nada malo dentro, que no es cosa tuya, sino que es algo que tiene que ver con esta experiencia, te alivia un montón.
A mí me gusta mucho comparar la maternidad con la adolescencia. Me imagino un adolescente viviendo la adolescencia solo, sin referentes, sin iguales, sin nadie que le explique lo que le está pasando, y da un susto tremendo. Y en cambio, en la maternidad esto pasa mucho, que lo vivimos solas pensando 'me estoy volviendo loca', 'esto solo me pasa a mí', y qué alivio cuando ves que no, que esto es compartido.
- En uno de los capítulos, el niño se pone malo y el padre se va a trabajar sin preocuparse porque da por hecho que la madre se encargará de buscar quién se ocupe de él. Una muestra más de lo que supone la carga mental invisible...
- Sí, totalmente. De hecho, la carga mental atraviesa toda la novela. Porque creo que es uno de los dolores más grandes y más silenciosos que llevamos las madres. Sin ir más lejos, ayer hablaba con una amiga madre, y me decía, iba paseando, he visto un HyM, y he pensado, 'no tiene camisetas de verano, voy a comprar'. Y ella me decía, 'creo que mi pareja jamás se plantearía esto'.
Y fíjate, es que está en todos lados esta carga. Y creo que nos queda mucho camino por hacer aquí aún.
Estamos avanzando mucho en comparación a nuestros padres y madres, y lo que nos pasa un poco es que queremos el cambio ya para mañana, porque nos duele muchísimo. Pero a la vez no parece que se vaya a dar mañana este cambio, sino que hay que hacer un camino. Y, en parejas heterosexuales, hablo, ¿vale? Porque pienso que se da más este desequilibrio. Entonces creo que los hombres tienen que aprender a tomar, pero nosotras tenemos que aprender a soltar. Si has acordado con tu pareja, que él se va a encargar de preparar el desayuno del cole, no revises lo que hace. Porque eso lo hacemos muchas. Es doloroso soltar el control. Ahí nos cuesta y nosotras también tenemos que trabajar ahí.
- En otro momento, Mariona le pregunta a Rai qué es lo que recuerda de su madre y él recuerda que le rompió su película favorita. ¿Debe preocuparnos lo que puedan recordar nuestros hijos de nosotros?
-¿Sabes qué pienso? Que nos da tanto susto todo porque no lo controlamos, y creo que no podremos controlar lo que nuestros hijos van a recordar de nosotros. Quizá nosotros estamos pensando que ese día que perdimos los nervios y les dijimos un 'basta' así más fuerte les va a quedar marcado para siempre, pero eso les pasa sin más y en cambio se acuerdan de cuando les tiraste un dibujo a la basura, ¿no?
- Otra de las cosas que dice Mariona que todas las madres sentimos es la rabia, ¿qué hacemos con ella?
- Sí, y pienso que, ya no a las madres, sino que a las mujeres parece que nos han quitado la rabia. Hay emociones que están más asociadas o más bien vistas en hombres o en mujeres. Fíjate que en los hombres la rabia es una de sus emociones predominantes, celebran y lo hacen con rabia, se entristecen y lo hacen con rabia. Y en cambio, a las mujeres parece que no nos podemos enrabiar, todo tiene que ver más con la tristeza, con el drama. Y cuando te conviertes en madre te das cuenta que la rabia es una emoción predominante.
Lo dijo Adrienne Rich, cuando habla de la maternidad, como la ternura y la cólera. Y eso lo define magníficamente, como poder sentir la ternura más absoluta y a la vez la cólera más grande que has sentido nunca. Y pienso, ¿qué hacemos con ello? Primero, poder entender que es normal que esté ahí, que tiene un sentido que esté ahí, y luego ver, pues, ¿qué hacemos? Porque se nos escapa a veces con los hijos, y eso nos sabe mal, pero con el tema de los gritos, que no hay que gritar nunca. Pues yo pienso que hay que intentar no faltar al respeto a nuestras criaturas, pero a veces ese «¡basta!» con rabia, forma parte de la vida también.
- ¿La culpa es la compañía inseparable de la maternidad?
- Es que el tema de la culpa y las mujeres, ya no solo las madres, es una historia interminable. Yo pienso la culpa es una emoción necesaria. Y si estás criando hijos lo vas a ver, que cuando tu hijo se siente culpable es cuando puede activar un mecanismo de reparar, pedir perdón, intentar no volver a repetirlo. Lo que creo que nos pasa a las mujeres, y a las mujeres madres, es que nos quedamos enganchadas a esta culpa, como en bucle, y creo que aquí es donde está el trabajo, poder cambiar la culpa por responsabilidad. Vale, he hecho esto, me parece mal, lo voy a reparar, lo voy a intentar que no vuelva a pasar, pero no me quedo ahí culpándome y culpándome y culpándome, porque al final te deja inmovilizada este bucle de la culpa.
Y luego otra cosa que me estoy dando cuenta últimamente es que enseguida lo tachamos todo de culpa. Porque a veces es más fácil ponerlo ahí, pero, por ejemplo, cuando te separas de tus hijos porque te vas con amigas o con tu pareja, dices 'me siento culpable'. No, igual es que los echas de menos. Y ya está, y no es culpa. Pero quizá nos cuesta tanto conectar con ese echar de menos que decimos, 'me siento culpable', entramos en el bucle y como estoy en el bucle, pues no siento ese echar de menos.
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