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No se confíe si su hijo lleva manguitos o flotador, podría terminar boca abajo en el agua

La Organización de Consumidores y Usuarios advierte de que «estos artículos no son salvavidas, solo ayudan a la flotación» y que cada vez que un niño se bañe debe haber un adulto vigilándole

Sábado, 21 de agosto 2021, 21:35

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Está claro que con la llegada del verano izamos de golpe la bandera verde a nuestros hijos para permitirles darse un chapuzón, ya sea en la playa como en una piscina. Un plan refrescante que, y todos coincidimos en esto, siempre apetece. Nadie podrá discutir que el agua es la mejor receta para hacer frente a las altas temperaturas, además de un espacio de disfrute garantizados. Pero claro, internamente tanto aita como ama deben tener siempre presente también la bandera amarilla, la de extremar la precaución ante cualquier imprevisto. Y todo para no tener que llegar nunca a la roja, algún accidente que les obligue a desalojar sus planes de tumbona y sol porque porque su hijo o hija ha tenido algún susto. Y gracias si queda ahí la cosa.

Porque sí, el agua es sinónimo de diversión y paz, pero también es un arma de doble filo que en cualquier momento puede darse la vuelta y ser una amenaza realmente peligrosa. Sobre todo en aquellas edades en las que aún los peques no saben nadar y se ven a merced de la suerte. Los padres suelen confiar esa 'responsabilidad' en los flotadores, un error cada vez más frecuente, según advierten desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). «Estos artículos no son salvavidas, solo ayudan a la flotación». O lo que es lo mismo, «están diseñados para servir de ayuda al niño mientras esté aprendiendo a nadar».

De ahí que desde la organización insistan en que el primer paso -o brazada, en este caso- sea aclimatar al pequeño al escenario. «Nunca es pronto para enseñar a un niño a nadar. La edad ideal para apuntarle a un curso es entre uno y cuatro años. No es raro que un pequeño aprenda antes a nadar que a andar». Además de ganar este conocimiento -esto es como andar en bici, nunca se olvida, aunque hay que refrescarlo de vez en cuando para que no se oxide-, también estaríamos consiguiendo que, de manera indirecta, practique uno de los deportes más completos.

«Bueno, pues si ya sabe nada entonces no corre ningún riesgo», habrá pensado. Que sepa defenderse en este medio no es sinónimo de que no pueda tener ningún contratiempo. Son muy jóvenes y necesitan que alguien les vigile y les oriente. Y es ahí donde cada progenitor debe mantener siempre bien arriba la bandera amarilla, y más aún la alerta. «Aun cuando el niño sepa nadar, debe haber siempre un adulto vigilándole constantemente, dentro y fuera del agua».

150 fallecidos

Solo un dato. Entre 2015 y 2019, en tal solo cinco años, 2.146 personas fallecieron en España por ahogamientos. 150 del total eran niños y chavales de entre 0 y 17 años. En casa, en Euskadi, en 2019 fueron 12 los decesos por este motivo, aunque por suerte desde 2015 solo se ha registrado un fallecido dentro de esa franja. Eso sí, esto no quiere decir que el riesgo no exista, está muy presente y así lo advierten. Y que no haya fallecidos no significa que no haya sustos, porque los hay.

Y no solo dentro del agua, también fuera. «El padre le deberá indicar que no puede correr y jugar en el bordillo de una piscina, ya que podría golpearse y caerse al agua». Pero adentrándonos en faena, dentro del agua «se debe evitar bucear o saltar en aguas turbias, podría haber rocas u otras personas nadando que no son visibles». Y si estando en el mar el pequeño se siente cansado -todos estos conceptos son extrapolables al resto de las edades de los bañistas-, hay que conseguir que conserve la calma. «No naden a contra la corriente. Es conveniente ponerse de espaldas e impulsarse sólo con las piernas, en paralelo a la playa».

Estos conocimientos teóricos sería recomendable complementarlos con otros de primeros auxilios. «En caso de ahogamiento, el tiempo es primordial; sobre todo si es necesario realizar operaciones de reanimación». Aunque siempre nos quedará la opción de ubicarnos cerca del socorrista, profesionales cualificados que nos salvarán de cualquier apuro. De ahí que aconsejen «evitar las playas sin socorristas». Y recuerdan que «en piscinas públicas o de comunidades de vecinos de más de 30 viviendas o piscinas de 200 metros cuadrados de superficie la presencia del socorrista es obligatoria».

Y después de haber comprobado que cumple todo este carrusel de medidas de prevención, sí que podrá optar por colocar a su hijo o hija los flotadores. Recuerde, ya se lo hemos comentado anteriormente, «no son salvavidas, solo ayudan a la flotación». En ese caso, que sepa que los hay de diferentes tipos. Empezando por los más comunes, los manguitos. «Estos deben estar bien colocados, mejor cerca del hombro, para evitar que se salgan de forma accidental». Los chalecos deben coincidir con la talla del niño para que cumplan su función, que no es otra que mantenerle a flote. Las burbujas son una buena alternativa, pero sólo para niños de más de dos años.

Ojo con los juguetes acuáticos

Y si se decanta por esta, tenga en cuenta que deben «ajustarla a la parte alta del cuerpo, lejos de la cintura». Por una razón muy sencilla, así se evita que el peque se dé la vuelta. ¡Se podría quedar boca abajo en el agua! Recomiendan en todo caso leer bien las instrucciones y asegurarse su correcto funcionamiento antes de lanzarse al agua.

Pero ojo, que cuando hablamos de flotador no incluimos dentro de la misma mochila esos juguetes acuáticos que se hinchan. Es cierto que nos ayudan a mantenernos a flote pero su función no es la de ofrecer una seguridad, sino un mero disfrute. De ahí que no estén obligados a cumplir las normas de flotabilidad básicas. Ese flamenco o unicornio que poco a poco se va sumergiendo al fondo de la piscina o del mar como si de un ancla se tratase, ya sea por una fuga o porque directamente no soporta ese peso.

Es precisamente su poca fiabilidad en cuanto a la seguridad lo que lleva a la OCU a plantearlas únicamente en las piscinas y no en el mar. «Nunca, ya que la corriente podría arrastrarles hacia dentro. Cuidado con llevarlas a zonas profundas, y con dormirse encima». Tal y como recuerdan, estas figuras hinchables son muy atractivas para niños y adultos, pero «todos los veranos ocurren accidentes desgraciados que acabaron arrastrando al bañista mar adentro». Lo dicho, siempre hay que mantener izada la bandera amarilla para evitar todo tipo de desgracias.

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