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Conciliación en una familia monoparental, misión «casi imposible»

Este colectivo sufre una mayor precariedad económica, «y en gran parte están en riesgo de pobreza extrema y exclusión social», denuncia el psicólogo Josu Arrospide

Leire Larrazabal

Miércoles, 11 de junio 2025, 20:54

La crianza de los hijos «es una tarea de muchísima responsabilidad y mucho desgaste en la mayor parte de los casos. Y la sociedad no lo suele reconocer habitualmente. De ahí la poca valoración que había o hay del trabajo que hacían y hacen las mujeres en el ámbito doméstico y de cuidados. Son muchos los años que hay que dedicar a esa crianza de las y los menores, muchos recursos, preocupaciones, mucha constancia y compromiso, y mucho cariño que a veces falla por agotamiento, conflictividad, falta de apoyo. La relación conyugal se ve alterada, se descuida, se puede llegar al divorcio, y luego llega la adolescencia con sus problemas», cuenta Josu Arrospide, psicólogo con habilitación sanitaria, terapeuta de familia y pareja y miembro del Colegio de Psicólogos de Bizkaia.

¿Y qué ocurre cuando uno o una se echa los trastos a la cabeza y decide formar una familia monoparental? Como todo en la vida, con sus pros y sus contras. Arrospide también cuenta la realidad de este colectivo. Y es que las familias monoparentales «pueden esquivar ciertos conflictos, como los de aquellas familias con los dos progenitores que no se ponen de acuerdo en cuanto a la forma de educar a la prole. Pero también ante la ausencia del otro progenitor se pierde la riqueza del debate, la posibilidad de relevo en ciertos momentos o la distribución de roles. No hay blancos ni negros, todo tiene sus pros y sus contras. Pero si queremos que las niñas y niños sigan jugando y riendo en los parques, creciendo felizmente, protejamos y ayudemos a estas y otras familias, no hay una forma única de hacer las cosas», enfatiza.

- ¿Los hogares monoparentales van en aumento?

- Es una situación que aumenta en nuestra sociedad en las últimas décadas. Las razones pueden ser varias, pero un factor importante es el cambio de valores y de estilos de vida. No es de extrañar que también, en el mismo sentido, el otro tipo de hogares que viene creciendo mucho sea el número de hogares en los que sólo vive una persona adulta.

Los núcleos vivenciales se han ido reduciendo de manera espectacular desde la época de nuestros abuelos y bisabuelos, hace 100 años, cuando en un hogar además del matrimonio y su numerosa prole, era frecuente que convivieran con ellos otros parientes. Desde aquella época el mundo ha cambiado vertiginosamente, tanto desde el punto de vista tecnológico, como ideológico y social. Todo va de la mano, son factores que se interrelacionan e influyen entre sí. Somos fruto de una época a la vez que somos quienes damos forma, estamos dentro de un puchero en constante ebullición que nosotros y nosotras mismas ponemos al fuego.

- ¿Esas familias monoparentales están encabezadas por mujeres?

- Sí, es cierto, y esto es algo que se da en todos los países, es un fenómeno mundial. En nuestro entorno, en nuestras familias monoparentales la persona adulta es una mujer en el 80-85% de los casos. Esto supone que, además de las mayores dificultades económicas y de conciliación laboral para el cuidado de las y los menores propias de una familia monoparental, estas familias se encuentren con las desigualdades económicas que todavía se dan para las mujeres en el ámbito laboral con respecto a los hombres. Poco a poco con la ayuda de la presión social y los cambios legislativos esta situación se va reduciendo.

En el pasado había una probabilidad elevada de que las mujeres fallecieran por complicaciones en el embarazo o en el parto, y entonces el marido habitualmente se volvía a casar para que la nueva esposa cuidase de la prole huérfana. Eso se refleja en cuentos como 'La Cenicienta' o 'Blancanieves'. En otros casos, el padre no se volvía a casar pero daba en adopción a los hijos o hijas a otras familias, que fue lo que hizo mi bisabuelo paterno con mi abuelo y sus hermanos y hermanas, los repartió por diveros caseríos. Los hombres trabajaban fuera de casa, o aunque lo hicieran en el caserío no era habitual que al quedarse viudos formaran una familia monoparental y cuidasen solos a las y los más pequeños.

Aunque conformen la mayor parte de las familias monoparentales, las mujeres puede llegar a esa situación por razones distintas.

- Madres solteras, divorciadas o separadas, viudas...

- Efectivamente, a lo que podríamos añadir algún caso más, como la polémica decisión de Ana Obregón de ser una 'madre abuela' a los 68 años por vientre de alquiler y sin tener pareja. Las situaciones por las que las mujeres han llegado a formar una familia monoparental son muy variadas, como las situaciones derivadas de procesos migratorios o de violencia de género. Podríamos decir simplificando mucho que se puede llegar ahí de forma voluntaria o involuntaria, pero analizando la situación más profundamente los factores a analizar son muchos y el análisis no es tan simple.

En el pasado, cuando no existía la facilidad de disponer de métodos anticonceptivos, el embarazo no deseado en una mujer soltera podría llevarla a vivir en el ostracismo social con su hijo o hija, aislada del resto de la familia extensa y de las amistades. Las mujeres viudas con hijos/as también eran habituales, pues gran parte de los trabajos a los que se dedicaban los hombres eran peligrosos como la minería o la pesca, cuando no la guerra. De ahí surgió la necesidad de crear cofradías de pescadores que entre otros cometidos velaban para que las viudas, hijos e hijas de los arrantzales fallecidos recibiesen un dinero para su manutención.

En la actualidad es más común que las familias monoparentales en el que la persona adulta es una mujer, ésta haya decidido ser madre soltera conscientemente o haya llegado ahí después del divorcio o de un proceso migratorio.

«Vivimos en una sociedad muy competitiva, a un ritmo frenético, y somos esclavos/as de la agenda y el reloj»

- ¿Cómo concilian estas madres?

- La conciliación ya suele ser difícil en familias con dos progenitores en la que ambos trabajan para hacer frente a todos los gastos (vivienda, transporte, alimentación, ropa, educación y formación, ocio). En una familia monoparental parece casi misión imposible.

Vivimos en una sociedad muy competitiva, a un ritmo frenético, y somos esclavos/as de la agenda y el reloj. A su vez, somos más conscientes que las generaciones pasadas, de la importancia que tienen el cuidado, la educación y el bienestar de nuestros hijos e hijas en su desarrollo. Y queremos hacerlo bien, queremos estar presentes, reforzar ese vínculo y disfrutar de la experiencia de verles crecer. Pero también es verdad que nuestro cuerpo tiene unos límites orgánicos (tenemos que cuidar nuestra salud, incluida la mental) y físicos (no podemos estar en dos sitios a la vez). Se acude a contratar a alguien (en los casos en los que los ingresos sean suficientes para pagarlo), a tirar de familiares, a reducir la jornada laboral, o a buscar otro empleo con mejores condiciones de conciliación.

Recientemente, en diciembre de 2024, el Tribunal Constitucional falló a favor de una mujer que había solicitado poder disponer del permiso para los cuidados de su hija que le correspondería al progenitor ausente. Eso le situó en igualdad de derechos con las familias en las que hay dos progenitores y disponen de dos permisos (uno por cada). Esa sentencia ha generado jurisprudencia y se pueden beneficiar otras familias monoparentales.

El Gobierno Vasco inició en el año 2000 una iniciativa llamada 'Kontzilia' que se ha ido desarrollando a lo largo de los años a través de diferentes planes y que presta ayuda a estas familias en función de sus circunstancias.

- La reducción de jornada no es una solución para ellas porque muchas no se pueden permitir reducir su salario?

- Así es en la mayor parte de los casos, y se ven inmersas en situaciones de sobrecarga física, psíquica y emocional, deterioro en las condiciones laborales y proyección profesional, conflictividad materno-filial, sentimientos de culpabilidad, deterioro de su salud física y mental, deterioro de sus relaciones sociales y poca disponibilidad de ocio.

- ¿Qué estrategias propondría para este colectivo?

- Yo propondría tener en cuenta todos los factores que están influyendo en la situación, o al menos gran parte de ellos, y analizarlo de manera ordenada. Habría tres dimensiones que abordar, la biológica, la psíquica y la social.

Muy brevemente, cuidar la salud física (orgánica) desde la alimentación, manejo del estrés, horas de sueño, actividad física (deporte), evitar consumir sustancias tóxicas. Desde lo psíquico, reflexionar sobre lo que sentimos, pensamos, hacemos, recordamos, cómo cambiar algunas cosas, si pueden tener otra visión y si nos desborda la situación pedir ayuda profesional. Desde lo social, buscar apoyo en familiares y amistades (no aislarse, redes de apoyo), instituciones (ayudas económicas y asistenciales), asociaciones y sindicatos (información y reivindicación conjunta de derechos).

Es necesario mantener la sensación de control, de que hay cosas que podemos hacer, podemos cambiar, y que no estamos a merced de los acontecimientos, de las decisiones de otros, de las circunstancias. Pero la responsabilidad no es sólo de este colectivo, la responsabilidad es del conjunto de la sociedad y hay que luchar por sensibilizar a quienes no viven esa situación y sobre todo a quienes toman decisiones políticas y económicas.

- ¿Cree que las empresas están más concienciadas a día de hoy?

- Podríamos decir que las empresas están formadas por personas con una mentalidad diferente a la de hace 50 o 100 años, que quienes las forman han crecido en una sociedad democrática, plural, que intenta velar por los derechos de cada colectivo, incluso de las minorías, y eso se refleja en los avances legislativos que obligan a las empresas a tener en cuenta aspectos como la igualdad, la conciliación de la vida personal, familiar y laboral, la contratación.

Pero sí que es verdad que también en nuestra sociedad este debate no siempre es constructivo, la lucha política se puede llevar al extremo, y las redes sociales polarizan aún más a la sociedad, muchas veces a base de mentiras, bulos. El progreso social no es continuo, hay altibajos, es una lucha constante, pero estamos en esta situación mejor (al menos sobre el papel) que hace 20 o 40 años tanto en las empresas como en la sociedad. Eso no quita para que, entre las mujeres migrantes, víctimas de violencia de género y desempleadas sean las familias monoparentales las más vulnerables y de las que se aprovechan ciertos/as empresarios/as (incluido el empleo doméstico). Hay que luchar contra la discriminación laboral y la falta de justicia social.

- ¿El entorno (familia y amigos) puede ser clave para este colectivo?

- Sí, la familia extensa y las amistades juegan un papel fundamental, dado que su apoyo puede ser a varios niveles, un apoyo asistencial (abuelos y abuelas cuidadoras), económico, anímico, informativo. Aun así, en ciertos casos hay que valorar si la ayuda que se necesita, sobre todo a nivel de salud mental, hace recomendable o necesario acudir a un profesional (de la psicología o psiquiatría). Y es bueno dejarse ayudar en este sentido, el estrés o sufrimiento continuos no sólo afectan a la salud física y mental de la persona adulta, sino que repercuten también en el bienestar y desarrollo de los hijos o hijas.

- ¿Qué opinión le merece la afirmación de 'los hogares monoparentales no son probres, los empobrece el sistema'?

- Estoy de acuerdo, en términos generales, de que nuestro sistema económico favorece más a ciertos colectivos y perjudica a otros. Criar y educar a un hijo o hija es una labor indispensable en cualquier sociedad, pero en la nuestra a veces no está muy valorada, reconocida y protegida. Las niñas y niños del presente son la base de la sociedad del futuro. Si crecen en una familia con diversos déficits (alimentación, educación, ocio, normas, afectividad, vínculos adecuados con adultos) eso repercutirá tarde o temprano en la sociedad.

Las familias monoparentales sufren de mayor precariedad económica, y gran parte de ellas están en riesgo de pobreza extrema y exclusión social, mucho mayor que en otro tipo de familias. Paradójicamente, vivimos en una sociedad en la que nacen cada vez menos niños y niñas, estamos en una situación insostenible. A su vez las medidas y los recursos públicos, aunque algo hay, son insuficientes para que muchas de estas familias puedan ofrecer unas condiciones de educación, cuidados y bienestar a las y los menores al menos a la par de las familias biparentales.

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