Carmen López, pedagoga: «El uso excesivo de las tecnologías es una adicción como cualquier otra»
La doctora publica 'Pon límites, no pantallas', sobre los peligros que acarrean los usos prolongados frente a móviles, tablets, televisión, etc.
Nina Araluze
Viernes, 31 de octubre 2025, 22:47
Carmen López Suárez es doctora en pedagogía, y mediante su proyecto 'Hijos con éxito' realiza la labor de ayudar a familias en la crianza de sus pequeños. Está especializada en diversas áreas sociales, como en educación sexual o en estrategias de comunicación familiar. En su libro 'Pon límites, no pantallas' trata de encaminar a los progenitores hacia una crianza libre de interminables sesiones tecnológicas, en pos de un mejor desarrollo cognitivo.
-¿Cómo ha sido la respuesta que recibió por parte de los lectores hacia el libro?
Según me cuentan, les está encantando, dicen que es ameno, fácil de leer y que está escrito con rigor. Así que estoy feliz, me ha costado enormemente escribirlo, porque estaba acostumbrada a escribir artículos científicos y no divulgativos. Honestamente estoy muy contenta, de hecho, en mi perfil de Instagram he creado un destacado con todos los mensajes que voy recibiendo sobre el libro.
-Menciona en sus textos que a veces los padres permiten un uso prolongado de móviles, porque es lo «sencillo». ¿Cómo puede afectar esto?
Educar en tiempos de internet representa un gran reto para las familias. No es de recibo que tantos menores pasen horas y horas delante del móvil o la televisión, sin supervisión parental. Y más cuando de todos es sabido que durante la infancia y la adolescencia el cerebro está aún inmaduro y no tiene capacidad de autocontrol.
En el caso de las chicas, se observan bastantes más situaciones de abuso sexual digital que en los chicos («grooming», envío no consentido de contenido sexualizado o presión para compartir imágenes íntimas), porque su identidad y autopercepción corporal están aún inmaduras.
Un trabajo empírico recientemente publicado señala que cuanto antes reciba un dispositivo un menor, peores serán sus indicadores de salud mental en la juventud y la adultez. En este trabajo se analizó el cociente de salud mental de más de 100 jóvenes para evaluar aspectos positivos y negativos de las funciones emocionales, cognitivas y sociales necesarias para afrontar las dificultades de la vida.
Los datos muestran que los jóvenes que recibieron su primer móvil durante la primera infancia presentan un bajísimo coeficiente de salud mental, en comparación con los que lo recibieron durante la adolescencia.
- ¿Qué se les puede decir a los padres para concienciarse de prestar más atención a, por ejemplo, el contenido que visualizan sus hijos?
Hace ya algunos años que se puso de moda una manera de enseñar excesivamente permisiva. Padres preocupados por cómo se siente en cada momento su hijo. No suelen exigir responsabilidades, y tienen un escaso control del comportamiento. También aplican en exceso la sobreprotección. Por ende, desoyen los estudios internacionales que señalan que el desarrollo individual está relacionado con el esfuerzo, la constancia, la capacidad de frustración, la disciplina, la supervisión adulta y las consecuencias.
Los menores educados en la permisividad suelen buscar ávidamente emociones agradables. Se muestran vulnerables, exigentes y caprichosos, y tienen dificultades para aceptar normas y jerarquías. No desarrollan una adecuada tolerancia a la frustración, porque están acostumbrados a que sus deseos sean siempre concedidos. Están irritados en situaciones que no se ajustan a lo que les apetece, y no saben cómo afrontar por sí mismos las cuestiones complicadas.
Propongo un estilo de crianza respetuoso, donde se mantenga una relación cálida, afectuosa, razonada y comunicativa. Una educación donde se exijan obligaciones, se fomente la independencia, se establezcan los límites y se supervisen las conductas con firmeza.
Las investigaciones han mostrado que este estilo favorece, en mayor medida, a la estabilidad emocional de los jóvenes, debido a que genera un contexto de diálogo, amor, respeto y ejemplo. Se potencian las capacidades del menor de forma constante y coherente. En el estilo respetuoso, los menores saben que pueden expresar sus emociones, sus desacuerdos y sus temores, porque serán escuchados y no reprendidos. Respetan a los demás sin miedo. Con este tipo de valores, se presentan niveles más altos de autoestima y de desarrollo moral. Manifiestan un mayor interés hacia la escuela, un mejor rendimiento académico, así como una mayor motivación, consumen con menor frecuencia alcohol y otras drogas, son menos influenciables por el grupo de iguales, y presentan menos problemas de conducta en general.
-Menciona el hedonismo, ¿cree que la adicción a las pantallas puede asemejarse a la sensación de dependencia hacia, por ejemplo, el tabaco en un adulto?
Por supuesto. El uso excesivo del móvil es una adicción como cualquier otra, la única diferencia es que está socialmente aceptada. Los circuitos neuronales por los que transita la información son los mismos. Dejar una pantalla sin control repetidamente se acerca, más de lo que pensamos, a dar una pizca de cocaína, un porro de marihuana o un cigarro para calmar la ansiedad, el nerviosismo, las ganas o para ponernos «felices».
-En su libro sugiere que el 'multi-tasking' o 'multi-tarea' es un mito.
No lo pongo en duda. Los datos aseguran que la 'multi-tarea' reduce la productividad y concentración. Entre otros, en un reciente estudio llevado a cabo en la Universidad de California se pidió a diferentes estudiantes que memorizaran unas listas de palabras que más adelante intentarían recordar. Para comprobar si la distracción afectaba a su capacidad de memorizar, les encomendaron que realizaran al tiempo otra tarea (tenían que ordenar con el teclado del ordenador una serie de letras basándose en su color). Se descubrió que las tareas simultáneas afectaban a la memorización y al recuerdo. Las implicaciones de estos resultados son indudables durante la adolescencia, cuando con frecuencia se encierran en su dormitorio para hacer los deberes con los auriculares puestos, el móvil cerca y la televisión y el ordenador encendidos.
Y es que la «multitarea» no existe. No podemos prestar mucha atención a dos cosas a la vez, ni siquiera las mujeres, como siempre se ha dicho. Al menos, en aquellas actividades que impliquen redes neuronales ejecutivas comunes. Este concepto es un mito, nuestro cerebro no lo permite, porque se va concentrando en los conceptos secuencialmente, de uno en uno, y realizar varias tareas a la vez dificulta esta actividad cerebral. Además, se corre el riesgo de olvidar una de ellas o dejarla incompleta. Es conveniente, por tanto, mantener el foco en una actividad hasta que se acabe y, luego, comenzar la siguiente.
-¿Por qué cree que las técnicas como Pomodoro no se terminan de implementar en escuelas?
Creo que donde más se tiene que implementar es en el tiempo de trabajo individual y no en el día a día en clase. En relación al trabajo autónomo, es una herramienta que se ha demostrado muy eficaz, aunque interiorizarla y aprenderla bien exige aprendizaje, entrenamiento y esfuerzo. Quizás por ello no sea muy utilizada.
Fue creada por el italiano Francesco Cirillo para alternar el tiempo de estudio con el de descanso. Consiste en realizar periodos de estudio de veinticinco minutos (un 'pomodoro') sin distracciones. Pasado ese tiempo, se efectúa una pausa de diez minutos, y luego, otros veinticinco minutos estudiando. Así, hasta completar cuatro 'pomodoros', tras los cuales se puede hacer una pausa de quince minutos y repetir el ciclo otra vez.
Para saber los tiempos, emplearemos una alarma de reloj (o por ejemplo, un temporizador de cocina), nunca el móvil. Estos tiempos no son estáticos, ya que hay personas cuyo flujo de concentración es superior a veinticinco minutos; por tanto, podemos adaptarlos a nuestras capacidades, incluso mantenerlos por periodos de una hora o dos. Es importante que experimentemos con los hijos hasta que lo sepan hacer bien sin ayuda.
-Menciona la problemática de la pornografía, ya que los primeros padres de hijos con móvil no tenían ni idea de lo que podían ver, pero hoy día está más controlado. ¿Cómo se podría luchar por una regularización que prohiba de forma definitiva este tipo de contenidos?
Muchas asociaciones están luchando a nivel mundial (y en España concretamente) para que las administraciones regulen y prohíban a menores todas las plataformas que fomentan el porno de una u otra forma. Algunos países ya lo han legislado.
Tenemos un grandísimo problema con nuestros jóvenes y adolescentes que debemos abordar de forma urgente. Las investigaciones revisadas alertan de que los primeros contactos con el porno empiezan en torno a los ocho años. Este consumo se hace frecuente y relativamente estable desde el teléfono móvil, a los trece años en varones y quince años en las mujeres.
¿Cómo es posible que una niña o un niño lleguen a estos contenidos con tan corta edad? Muy simple. En primer lugar, un menor no necesita verificar su identidad ni estar registrado, y además es gratuito. En segundo lugar, introduciendo ciertas palabras clave que se van pasando entre los colegas, evitan las restricciones de control parental y llegan a páginas pornográficas. En tercer lugar, con frecuencia, aparecen ventanas emergentes con publicidad sobre sexo explícito.
La tecnología no ha generado la pornografía, pero sí que la ha hecho más accesible; casi ilimitada, anónima e interactiva, convirtiéndola en la escuela de sexualidad para niñas y niños. Algo que derivará, con bastante probabilidad, en conductas de riesgo. Se tiene constancia de que seis de cada diez adolescentes duermen con el móvil en su mesita de noche y uno de cada cinco se conecta a por la noche a espacios de porno después de apagar la luz.
La solución no puede recaer solo en las familias ni en decisiones individuales (aunque no podemos olvidar nuestra labor de supervisión y control). Los algoritmos están muy bien diseñados para saltárselos, además, los más pequeños no tienen la suficiente madurez para autocontrolarse. Es necesaria y urgente la implicación de los poderes públicos. Se debe implementar una formación digital de toda la familia en un uso adecuado de las tecnologías, responsabilidad legal para las plataformas que incumplan la edad mínima y prohibición real de redes sociales a niños menores de 16 años.