Comer fuera de casa con los peques

El menú infantil de los restaurantes... ¿es una buena opcion?

Puede ser muy defendible si comemos fuera muy de vez en cuando... pero no cuando se hace todas las semanas en varias ocasiones. Además, por ir a lo fácil quizá estamos haciendo que los más jóvenes se pierdan sabores que les pueden encantar

Sábado, 13 de febrero 2021, 22:32

A todos nos ha pasado. Queremos darnos un pequeño homenaje, un respirito del trajín del día a día, y nos aventuramos a comer fuera de casa con los peques... y lo que iba a ser un 'premio' para disfrutar en familia se convierte en una pesadilla (sí, también en familia). ¿Por qué? Porque nuestros niños y niñas, que en casa y en el cole ya comen de todo (supuestamente), después de recitarles tooooodo el menú, no se decantan por nada y no les apetece plato alguno. Muchos les suenan raros (sobre todo en los establecimientos de cocina exótica), otros no los han probado aún, ciertas preparaciones les son desconocidas, el picante y las especias... ¡¡¡¡puajjjj!!! Y ya la tenemos liada. Que si hay que probar de todo, que si no nunca vas a saber si te gusta o no, que si mira los peques de esa mesa de al lado qué formales y cómo comen de todo... ¡¡¡Hasta la ensalada de guarnición, lo que hay que ver!!! En esta tesitura, adultos se sienten enfadados y frustrados y los benjamines, presionados, observados, censurados y muy incómodos. Menudo día feliz en familia, ¿eh? Hasta que se acerca algún empleado del local y dice las palabras mágicas: «Tenemos menú infantil». Y es como si se abriese el cielo para mayores y pequeños. Quizá eso salve la jornada. Así que, ¿es bueno recurrir a esta opción cada vez más habitual en todo tipo de restaurantes?

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Sí y no. Como casi todo en la vida, especialmente, en lo que a la crianza se refiere. «Los menús infantiles nacieron hace unas décadas, en una época en la que casi no se comía fuera de casa y los niños iban a restaurantes muy de vez en cuando», explica Toni Massanés, director de la Fundación Alícia, un centro de investigación nutricional y culinaria de referencia en Europa. Estos menús, según indica, están, en la mayoría de los casos, compuestos de fritos y pasta. «Macarrones, croquetas, nuggets, helado...», enumera. Y de ahí no los sacas. «Y no pasa nada porque los niños coman estas cosas de vez en cuando, pero cuando se hace a menudo la cosa cambia. Por ejemplo, cuando estamos de vacaciones 15 días y los niños y niñas se tiran comiendo esto a diario. Al final acaban fatal los pobres, ya ni le sacan sabor a las cosas. Y todos los días los mismo...», apunta Massanés. También está el caso de padres y madres que hacen planes y salidas todos os fines de semana, con lo que los niños y niñas realizan dos o tres comidas de restaurante a la semana. Fritos y más fritos y muchos procesados. Calorías a lo loco y grasas poco saludables a lo loco.

«La educación alimentaria debería impartirse en el colegio, lo mismo que la educación vial»

toni massanés. fundación alícia

Massanés comprende que se tire de esta opción ocasionalmente, aunque plantea un reto: olvidémonos del menú infantil. Desde muy pequeños (si ya toman todos los grupos de alimentos y no tienen problemas de masticación) pueden comer lo mismo que los adultos (quizá exceptuando los picantes, si bien en algunas culturas, como la india, los toman desde muy chiquitines y, evidentemente, no pasa nada). ¿Lo mismo? Sí. Una pequeña porción al menos, que no le intimide. Y partida de modo que no le 'sobrepase' (no es plan plantar a un crío pequeño delante de una pata de cordero o un chuletón de kilo). Para que vaya probando. El experto asegura que nos llevaremos muchas sorpresas: veremos como aprecian sabores y alimentos que creíamos impensables. ¿Nunca os ha pasado que habéis ido a comer a casa de algún allegado y le han ofrecido algo de comer a tu hijo o hija y te has adelantado a decir 'no le gusta' y luego el condenado te ha dejado fatal comiéndoselo todo como si no hubiese un mañana? Seguro que sí. ¿Por qué ocurre esto? Porque nos precipitamos y ya les 'quitamos del medio' cualquier alimento que creemos que no le va a gustar. Se llama sobreprotección y limitarles de entrada.

Pues con los menús de los restaurantes pasa exactamente igual. Si los niños nos ven a nosotros interesados en la comida y haciendo comentarios sobre su sabor, cómo está sazonada, lo buena que está, su curiosidad natural les llevará a querer probar. Es mucho mejor que insistirles una y otra vez. Y ya si les preguntamos a ellos qué tal les sabe, a qué les recuerda y les dejamos hablar, mejor que mejor. Es una de las formas de adquirir educación alimentaria, «la gran asignatura pendiente», según Massanés. «Es que debería impartirse en el colegio, lo mismo que la educación vial. La tribu hace falta para que un niño o niña adquiera educación alimentaria. Antes se adquiría en casa, porque comíamos allí y nuestras madres o abuelas nos hacían comer variado. Pero actualmente debemos esforzarnos todos -familiares, profesores- en que la dieta de los menores no sea tan limitada», recuerda el director de la Fundación Alicia. Y no es una utopía.

A su juicio, los seres humanos, «somos tremendamente culturales» en lo que se refiere a la comida: «El gusto se puede educar». Eso sí, siempre que a los peques se les abra el camino a hacerlo.. No se trata de obligarlos, pero sí de insistirles en que se pueden estar perdiendo cosas interesantes y saludables si siempre comen lo mismo. Por ejemplo, ocurre con las comidas especiadas o la sal. Cada crío tiene una tolerancia y unas preferencias marcadas por la cantidad de estos condimentos que se use en su casa o en el comedor del cole. Pero de cuando en cuando hay que sacarles de su zona de confort. Y de la nuestra ¡No hay que ir siempre a locales de comida rápida! Sólo así descubriremos si a nuestros hijos e hijas les gusta una buena alubiada, si disfrutan con trocitos de chuletón con su sal gorda, si devoran esos langostinos que miraban con recelo por su pinta de alienígenas con ojos negros y saltones, si la tortilla de patata de nuestro bar favorito le llama... Probemos, merece la pena, tal y como afirma Massanés. «A lo largo de la vida se irán modificando nuestros gustos y adquiriremos muchos nuevos», subraya. Pero para que esto ocurra, claro, debemos fomentar la curiosidad por los sabores desde la infancia. Y predicar con el ejemplo. Si añadimos, además, refuerzo positivo cuando se animan con algo nuevo y les dejamos colaborar en la cocina, tenemos la receta maestra para educar su paladar.

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