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LA VIVIENDA

LA VIVIENDA

La vida después del coronavirus | Capítulo 2 ·

Días de mudanza... Hueco para ocio, familia, trabajo, descanso... y un cachito de cielo

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Lunes, 15 de junio 2020

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Cuando el mundo se reduce a lo que cabe entre unos muros es más fácil tomar conciencia de que necesitamos cambiarlo. Muchos le han dado mil vueltas a cómo debería haber sido su hogar para sobrellevar el confinamiento de forma más saludable. Preguntándose a quién se le ocurrió acristalar el balcón. Imaginando un despacho en el vestidor, ¡si el teletrabajo no necesita tanta ropa! Añorando tabiques en ese espacio diáfano de revista donde han suspirado por un minuto en soledad. Imaginando árboles e incluso un huerto en el patio comunitario y prohibido... Para otros, habitantes de universos hacinados y en sombra, cualquier cosa sería mejor que lo que tienen. Los más afortunados no han necesitado pensar en esto. Mientras, los expertos que concebirán la vivienda del futuro, marcado por la crisis climática y la posibilidad de otra pandemia, otro encierro, han tomado nota y plantean nuevos retos.

Entre la calle y la puerta de entrada a nuestro personal universo hay un espacio intermedio que se nos ha negado durante el confinamiento por la pandemia. Está ahí, pero como si no existiera. Podía haber aliviado lo crudo que el encierro ha sido para huérfanos de terraza y prisioneros de unos metros a los que parecían faltarles centímetros. Condenada casa... Hablamos de las 'zonas comunes' de los edificios, en su mayoría de imposible aprovechamiento: patios impracticables que solo sirven para recoger las pinzas que caen de los tendederos, azoteas vacías al castigo del sol, la lluvia, el viento... Áreas prohibidas porque debíamos circunscribirnos a la unidad familiar para evitar contagios. Pero... ¿y si en vez de con los nuestros tuviéramos la oportunidad de confinarnos con los vecinos? O que al menos ese fuera un paso o fase previa antes de lanzarnos al exterior. Dicho así, puede asustar, pero este periodo nos ha hecho descubrir para bien a muchos de los que viven alrededor. Claro que sería necesario que esos espacios comunes estuvieran preparados. Imaginemos un 10% menos de superficie en casa, pero la posibilidad de disfrutar de un txoko, una sala de teletrabajo, un patio donde los niños jueguen...

REFERENCIAS

  • Iñaki Aurrekoetxea (Arquitecto) Nacido en Zamudio en 1953. Director de Vivienda del Gobierno vasco (1995-1996). Su trabajo ha sido premiado varias veces. Colaborador de Isozaki en sus torres del Ensanche, codiseñó el barrio de Miribilla y fue el arquitecto de los hoteles Domine (con Javier Mariscal), Hesperia Bilbao... Codiseñó las VPO de Garellano. Su última gran obra, Bilbao Intermodal.

  • Tatiana Bilbao (Arquitecta) Nacida en Ciudad de México en 1972, fundó su estudio en 2004 con el objetivo de «integrar valores sociales, colaboración y enfoques de diseño sensibles». Fue asesora en el Ministerio de Desarrollo y Vivienda en Ciudad de México. Ha obtenido varios reconocimientos, como el Premio Mundial de Arquitectura Sostenible en 2014.

  • Carlos Ferrater (Arquitecto) Nacido en Barcelona en 1944 y Premio Nacional de Arquitectura en 2009, entre otros múltiples galardones, incluida la Medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes, ejerce como catedrático en la Politécnica de Cataluña. Solo un ejemplo de sus numerosos trabajos: es el responsable del edificio de viviendas que flanquean la Torre de Iberdrola, junto a la ría de Bilbao.

No se trata de una quimera, y tampoco es solo una solución a posibles confinamientos venideros; en nuestro país hay cooperativas que ya funcionan así. Los expertos consultados coinciden en señalar las áreas comunes como el futuro para vivir mejor, una salida a las estrecheces que nos han asfixiado durante la pandemia. Defiende esta tesis Tatiana Bilbao, la arquitecta mexicana más internacional, abanderada de un urbanismo de valores y volcada en los menos favorecidos -es nieta de Tomás Bilbao, arquitecto de la capital vizcaína que fue ministro en la Segunda República-: «No podemos seguir confinando a familias enteras en 80 o 90 metros cuadrados. Tenemos que reorganizar, más que la vivienda, la sociedad. Generar espacios para el ocio, teletrabajar o compartir una cocina. Porque en esos 80 o 90 metros no hay mucho más que se pueda hacer. Sin embargo, sacrifiquemos un par de metros para otorgarlos al bien común y disfrutaremos espacios que dentro de casa no cabrían». Convencida de que es preciso fomentar relaciones entre vecinos para salir al exterior de forma más gradual, busca generar círculos más cerrados para crear economías compartidas, «porque funcionan mejor». «Hay que ser más autosuficientes -argumenta-. Y en ese espacio común se abrirán oportunidades para compartir desde un cacho de cielo hasta un pedazo de vida con el otro».

La Humanidad ha tenido muchas oportunidades para replantearse cómo debería ser la casa del futuro, espoleada casi siempre por un desastre -natural o provocado- y la amenaza de una reedición. Miles de muertos, heridos, enfermos, desplazados que certificaron la necesidad de un cambio de paradigma en la vivienda, que, para Tatiana Bilbao, «es la medicina más básica e importante del ser humano». El terremoto de 7,9 grados que asoló San Francisco en 1906 acabando con la vida de 3.000 personas y dejando sin hogar a la mitad de sus habitantes fue estudiado por el geofísico Harry Fielding Reid, quien enunció cuatro años después la teoría del 'rebote elástico', básica para construir edificios resistentes a los temblores. Hoy, pese a ello, miles de viviendas de esa ciudad no han podido acometer la costosa obra para reforzarse ante el 'Big One', 'El Grande' que los científicos esperan tarde o temprano. Hay más casos: tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo entró en la Guerra Fría desatada entre la URSS y EE UU, y el miedo a un ataque nuclear sembró de búnkeres miles de viviendas de ambos 'bandos'. El Departamento de Defensa norteamericano distribuyó detallados manuales entre su población para que construyeran uno en el jardín con reclamos como: «El techo puede utilizarse de atractivo patio». Otro ejemplo: el cambio climático ha convertido zonas del planeta en inundables, con lo que la casa del futuro, una de ellas, será elevada. En Nueva Orleans, el huracán 'Katrina' mató en 2005 a 1.800 personas y anegó 110.000 viviendas. Entonces empezaron a construir en terrenos más altos o a edificar sobre pilastras, como palafitos. Y hay soluciones rocambolescas; una carísima, aplicada a las casas que quedaron en pie y que demuestra que todo es posible con dinero: cavan un túnel bajo la vivienda unifamiliar, la levantan con enormes gatos hidráulicos, como los de cambiar la rueda del coche, y construyen pilares más altos. Muchos viejos y pobres hogares siguen a merced de inundaciones.

«Necesitamos azoteas y patios llenos de verde para disfrutar o cuidar de los niños del bloque. y aprovechemos las zonas subterráneas, como las carboneras, para crear despachos de teletrabajo»

Iñaki Aurrekoetxea

El coronavirus ha provocado unos 1.500 fallecidos en Euskadi, 27.000 en el conjunto de España y cerca de 400.000 en todo el mundo -EE UU suma ya más pérdidas humanas que las provocadas por Pearl Harbour, Corea, Vietnam y el 11-S juntos-. Están por ver los cambios que una tragedia de tales dimensiones es capaz de suscitar, pues hay quien cree que olvidaremos esto; no es una guerra y las casas siguen donde estaban, aunque por momentos hubiéramos deseado reducirlas a escombros. El diseñador bilbaíno José Luis Revuelta, con más de 30 años de experiencia en el ámbito de la arquitectura, el interiorismo y la iluminación, se muestra escéptico sobre el espacio común: «Necesitamos tiempo para superar nuestra cultura individualista. Las mismas motivaciones para que queramos el coche a la puerta de casa en detrimento del transporte público hacen que despreciemos las zonas comunes. Nuestros hijos, que viajan más y estudian fuera, quizá sí tengan más cultura de lo común y son la esperanza para este cambio hacia una sociedad con vecinos interconectados, abiertos y solidarios».

Por otro lado, considera que nuestra vida, condicionada por el trabajo y los estudios, nos obliga a vivir fuera y ha convertido nuestros pisos en espacios para dormir. «Y entre el minimalismo rampante de los años noventa y la tendencia a convertir cada esquina de la casa en una imagen de Instagram, el confort se perdió por el camino». En estos días, dice, hemos descubierto carencia de metros, mala orientación y ventilación, distribución inadecuada y falta de vistas. «Encerrados hay que ejercitarse, jugar con los hijos, encontrar una zona de trabajo o dos, tomar el sol, buscar espacio para aislarse… Cada metro cuadrado está penalizado por la repercusión del solar y el sobreprecio de una promoción especulativa, y una creatividad capada a golpe de normativa municipal. Desengañémonos; el precio de la vivienda no va a bajar y, salvo que aceptemos vivir como en una rulot, en viviendas 'transformers', la ansiada flexibilidad para construir diferente no va a llegar. Hoy queremos pisos grandes, con luz, terraza... Como antes de la pandemia, pero las casas en que vivimos son las que, arriesgando aun más de lo debido, podemos pagar».

La ilustración: VÍCTOR SANTOS

Guionista e ilustrador de cómics publicados en España, Francia, Estados Unidos y, recientemente, Japón y China. Algunas de sus obras son 'Filthy Rich', 'Bad Girls', 'Los Reyes Elfos' y 'The Mice Templar'. Su tetralogía de novelas gráficas de género Polar han sido adaptada al cine por Netflix.

Web: https://victorsantoscomics.blogspot.com

El 48% de los hogares de España miden entre 60 y 90 metros cuadrados, y la media en Euskadi son 85. En el extremo más desfavorecido, muchas combinan pequeñez con su condición de piso interior. En Bilbao, y según Idealista, 40.000 vecinos viven así, sin ver la calle y apenas el sol; son el 13,8% de los hogares de la capital vizcaína (la media vasca está en el 5,7% y la española en el 7,9. Madrid alcanza un apabullante 20%). Aquí cobra todo el sentido ese eufemismo empleado para hablar de la cárcel: mes y medio a la sombra. Balcones y terrazas han sido siempre el luminoso objeto de deseo de los bilbaínos porque escasean, pero, a los cuatro días de confinamiento, las búsquedas 'online' de pisos con estas características aumentaron un 40% en todo el país, según Fotocasa.

Iñaki Aurrekoetxea, premiado arquitecto de Bilbao que, entre muchas otras obras, codiseñó las VPO de Garellano y firma la estación Intermodal, achaca buena parte del problema de la vivienda al «urbanismo rígido y excesivamente normativizado. ¿Por qué una casa de 80 metros tiene que tener tres habitaciones? ¿Por qué los balcones han de ser de 90 o 110 centímetros, si con 150 la utilidad sería completamente diferente? Pongamos como nueva norma que los balcones tengan esa medida. Hay una hiperregulación que es muy perjudicial y necesitamos más flexibilidad, aunque no soy optimista».

«Hay que pensar en colectivo; sacrifiquemos un par de metros de nuestro hogar para otorgarlos al área común, y así compartir espacios que nunca podríamos tener dentro de nuestra vivienda»

Tatiana Bilbao

Al igual que Tatiana Bilbao, Aurrekoetxea enfatiza la necesidad de recuperar espacios comunes, «esos patios pequeños y mal utilizados, con techos y cubiertas no aprovechables; y los portales, cada vez más rácanos, pero que podrían ser generosos y crear espacios interesantes, como las viviendas del RAG (junto a Azkuna Zentroa), con un patio de entrada y salida directa a los domicilios». Se pregunta por qué no llenar de verde las azoteas, para que niños y mayores pudieran disfrutar del aire, crear zonas de estudio..., ¿incluso un lugar para cuidar a los críos del bloque? «Debemos formar a la gente en la responsabilidad, en que 'si tú haces eso, otro muere', para usar los espacios comunes». Añade como territorio a explorar el escenario subterráneo, donde se crearían pequeños despachos para teletrabajar aislados del ruido de casa. «Hay cantidad de lonjas vacías, incluso las antiguas carboneras se podrían acondicionar». Una apuesta más: no tener que tabicar obligatoriamente, sino crear 'lofts' para configurar en función de las necesidades. «Pero todo depende de la regulación», insiste.

Desde Boston -donde buena parte de las viviendas son unifamiliares y tienen patio particular-, contesta Belinda Tato (Madrid, 1971), arquitecta reconocida por su compromiso con el urbanismo social sostenible y directora del estudio Ecosistema Urbano, además de profesora de la Harvard Graduate School of Design: «La vivienda es el entorno de la felicidad, lo más básico. Y encerrados en ella hemos pasado mucho estrés... Pues ha de cambiar ahora, si no, será demasiado tarde». Propone mejorar la iluminación «incluso ayudándonos de espejos si no llega la luz del sol; implementar la ventilación, emplear materiales, colores y texturas que influyan en nuestro estado de ánimo y bienestar»... Si por ella fuera, llenaría de vegetación la cubierta del edificio y los patios, e incorporaría elementos para hacer ejercicio. «No hablo de montar un gimnasio, sino de un rocódromo en una pared». Quiere que «el bloque sea el nuevo clan; en otras culturas el grupo cuida de los niños, y se podría llevar a efecto con los críos del edificio haciendo deberes juntos».

Para teletrabajar, Tato plantea buscar un espacio más formal, menos improvisado, y eso pasa por volver a una vivienda «más modular. Incluso en las oficinas, nos estamos dando cuenta de que en espacios tan abiertos no podemos hacer una llamada en intimidad». La tecnología podría ayudar; lamenta la arquitecta que las videollamadas de trabajo se quedan cortas frente al acto de sentarse en torno a una mesa, pero vaticina que esto cambiará en breve: «Podremos enriquecer la experiencia de comunicación haciéndola más sensorial, más espacial y más humana. Será posible tener un contacto más directo pese a la distancia, sustituyendo la pantalla del ordenador como único interfaz». Imaginen charlar mediante hologramas, también con sus seres queridos. Parece que hablamos de ciencia-ficción, pero no: «Incorporaremos la dimensión natural, generando un entorno virtual que cambie en función de tus condiciones físicas, necesidades...». Como paredes que ofrecen una imagen de paisaje real en movimiento. Entrar a una sala, encender la luz y ver el bosque.

El catalán Carlos Ferrater, Premio Nacional de Arquitectura 2009, explica que siempre ha dado relevancia a terrazas, balcones, verandas, porches… «Y obligatoriamente planeamos dos fachadas para permitir la ventilación cruzada que minimice el uso de medios activos como climatizadores». Se suma a la corriente en pro de áreas comunes: «Utilicemos las azoteas para incluir pequeños huertos, contribuiría a la socialización del bloque y ofrecería cubiertas verdes para mejorar el aspecto climático». Informa de que, en un edificio de viviendas que están realizando en Barcelona, destinan «la zona de bajos, que van perdiendo uso comercial en favor de otras fórmulas, para incluir lavandería, despensa, almacenamiento, trastero…». Pide «generosidad» en escaleras, rellanos... «semiabiertos y ventilados», y plantea colocar placas solares para suministro de agua caliente y energía en espacios comunes. Por último, cree necesario un hogar más versátil y flexible, «con tabiques móviles o correderas».

«La vivienda debe ser cada vez más versátil y flexible, con tabiques móviles o correderas para redistribuir el espacio o realizar pequeños cambios en la estructura»

Carlos Ferrater

Aporta Ferrater una reflexión como coda: «En la pandemia, la ciudad es un sueño: no hay calles ni plazas. El territorio, un anhelo, con la movilidad congelada. Desaparece la contaminación, la renaturalización llega sin proyecto por incomparecencia de la civilización. Por otro lado, la esfera privada adquiere una dimensión inesperada y la vivienda repensada es el nuevo universo vital donde a duras penas se funden trabajo, educación y morada. Esta trágica situación está transformando radicalmente todos los aspectos de la vida y, aunque el origen de estas transformaciones sea coyuntural, la radicalidad con la que se están implantando hace vislumbrar un impacto mayor y duradero. Tenemos la opción, frente a la verdadera tragedia sanitaria, de adoptar una actitud proactiva desde la arquitectura que aproveche el siniestro empuje de este escenario distópico para vislumbrar un mundo, si no mejor, distinto».

«Terraza, más metros, zonas comúnes... Subirá el precio»

Miguel Salaberri, director general de la promotora Jaureguizar, enumera los factores que influyen en el precio de la vivienda: «La normativa urbanística que determina el uso del suelo y las ordenanzas municipales sobre diseño de los hogares; el precio del suelo fijado por la ley del mercado; costes de construcción e impuestos». A su juicio, todos estos factores, «ajenos a la voluntad del promotor», no cambiarán a corto plazo, con lo que «se hará complicado actuar sobre el tamaño de la vivienda, zonas comunes, terrazas... porque inciden en el aumento de precio». Apuesta por industrializar el proceso constructivo «para reducir costes y mejorar la calidad», y diseñar viviendas «con espacios modulares, adaptables a las necesidades. Y hacer esto sin que el precio crezca mucho». Sus dos próximas promociones de vivienda libre tienen «amplias terrazas, jardín en planta baja, espacios comunes para la comunidad y emisiones cero».

VIDA POSTCOVID

  • Felpudo desinfectante | Recibidor para descontaminar José Luis Revuelta cree que las viviendas recuperarán el «recibidor como sala de descontaminación, espacio intermedio entre un exterior hostil y el refugio seguro. Allí dejaremos el calzado, y un armario desinfectará las prendas con luz ultravioleta. El felpudo incorporará una solución desinfectante».

  • Domótica | Muro transparenteque se oscurece Hay paneles de cristal transparente para separar habitaciones y dar amplitud que, si se necesita intimidad, se oscurecen hasta hacerse opacos apretando un botón. Grifos sin contacto y robots de limpieza ayudarán a prevenir contagios, como los materiales antibacterianos.

  • Precio de los pisos | Difícil venta de losbajos e interiores Los expertos vaticinan ya una caída en el precio de los pisos, menos los soleados con terraza y altura. Las casas bajas, pequeñas e interiores son mucho menos vendibles que hace dos meses.

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