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Salburua, siglo xx

Salburua, siglo xx

De Mercedes a Medicos Mundi, vitorianos de distintos vuelos homenajean al pionero Heraclio Alfaro

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Jueves, 1 de enero 1970

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1. La recreación

Heraclio Alfaro,que estás en los cielos

A los ojos subjetivos de quienes allí nos juntamos la tarde calurosa del 26 de julio, la postal emitía mucho de la Vitoria del siglo XXI y bastante de la Nueva York que el cine nos muestra hasta la extenuación para hacer de Manhattan un paisaje familiar. Los rascacielos de Salburua tienen cierta pinta de jungla de cristal y ni siquiera sus figuras erguidas bastan para proyectar las sombras necesarias sobre el casi centenar de personas que ha congregado EL CORREO en la campa, uno de los vestíbulos a los humedales que confieren a la capital alavesa su celebridad ecológica. Naturaleza a espuertas y edificios que apuntan al aire, uno de los cuatro elementos y el único imprescindible para la aviación. Digamos que una postal a menor escala, pero muy digna al cabo, de Central Park con la ventaja de que la pelota de béisbol propulsada por el abuelo hacia el nieto no puede aquí abrir huecos en las cabezas.

A la hora de montar quilombos y mover a la gente este periódico no envida a pequeña. Siete docenas largas de convocados aparecen a la hora y en el lugar convenidos con una disciplina que ya quisieran algunos ejércitos. Obediente, la peña aparece con las vestimentas acordes –el 'departamento de logística' reparte gafas– para recrear las andanzas visionarias de aquel pionero llamado Heraclio y de apellido Alfaro, nieto del Fournier que nos legó las barajas. La situación se asemeja a los prolegómenos de un rodaje y casi le entran a uno ganas de erigirse en director por unos momentos para reclamar silencio a los alegres figurantes en una especie de pícnic vespertino. Lo de pedir 'isilik, mesedez' se debe a no perder ripio de la lección magistral que me regala Jesús Sagastuy, miembro del Aeroclub 'Heraclio Alfaro'.

Vídeo. Carlos Blázquez y Urtxi Lezamiz

Este hombre que prepara una biografía sobre el protagonista resume en seis minutos la esencia de un libro coescrito de cuatrocientas páginas. En él pondera la figura del piloto más joven del mundo a sus diecisiete años, soltero toda una vida que durante dos décadas transcurrió en Nueva York y de donde –aquejado ya por el Párkinson– lo trajeron sus hermanos. De siempre quiso volar e ingenió con tres amigos –uno de los cuales llegó a jefe de la aviación republicana– un planeador desde el que se lanzaron tomando el Monte de la Tortilla como base de despegue. A partir de él, Vitoria cobró relieve en los aires y los socios del club que lleva su nombre mantienen vivo el arrojo del pionero.

El avión de la II Guerra Mundial

Recibida la cátedra de Sagastuy, gira uno la vista 360 grados y se encuentra la variopinta algarabía que condensa a la sociedad vitoriana. Hay representantes de Fournier como modo de recordar el árbol del que procede la rama. Están delegados de El Corte Inglés, quizá como testimonio de que el avión que preside la campa participó durante la II Guerra Mundial en el bando británico. El aparato con el que todos los presentes quieren una fotografía para la eternidad no era un avioncito cualquiera. Volaba a 3.000 metros de altitud y a 180 kilómetros por hora. Hecho en madera y tela, biplaza de asientos rojos, el Auster MK5 –en el que voló el mismísimo Herlacio Alfaro– se convierte en el atractivo de la tarde.

King África ha tenido la deferencia de abandonar su gira en esas fechas para acudir al reclamo. Bueno, en realidad se trata de Paco Góngora, compañero que ejerce la docencia en sus crónicas. Hay enfermeras, hombres del mundo empresarial como Pascal Gómez y Emilio Titos, miembros de Egibide, de Ikaslan, niñas de Down Araba cogidas de las manos y representantes del Colegio de Arquitectos. También llega vestido al detalle el comandante militar de Álava, Luis Martínez Trascasa. No faltan tampoco delegados del de Farmacéuticos, trabajadores de Carrefour Gorbeia, del Boulevard y Eroski, voluntarios de Médicos Mundi…

De pronto reparo en aquel vecino de la infancia con el que consumí tardes enteras perpetrando el fútbol en el aparcamiento de Areitio. Es Javier Balza de Vallejo, de la asociación de trasplantados. Me presenta a Gabriel Zaldívar, que suma 33 descensos en paracaídas, así que el hombre sabe de qué va esto. El fotógrafo oficial, paciente él, trata de obtener fotos (aéreas, claro) que dejen constancia de la quedada multitudinaria. Y ahí se arranca Carlos San Miguel, miembro del club con sede en Foronda, entonando versiones de 'Volare, cantare' y 'Volando voy, volando vengo'. Aptas para elaborar un repertorio que vender en CD's del 'top manta' o Spotify. Heraclio Alfaro, que estás en los cielos. Fin de la cita.

Participan

  • Emilio Titos (director de Mercedes), Josu López Ubierna (diputado de Infraestructuras Viarias y Movilidad), Iñaki García Calvo, (concejal del PP), Pascal Gómez (presidente de SEA), Luis Martínez Trascasa (comandante militar de Álava). También acuden Maitane Viteri, Jimena Ruiz de Landa e Ismael Martínez Vila (Colegio de Arquitectos), Marisa Martínez (Colegio de Farmacéuticos), Alberto López de Ocariz, Jose Miguel Samaniego y Simón López (Colegio de Médicos). También participan Anskar del Hoyo, Jesús Sagasti, Josu Jiménez y Eduardo Zapatería (aeroclub Heraclio Alfaro); Lorena Anta Goicoechea, Aitor Cuesta, Bianca Cáceres, Oliver Reviriego, Jaione Parra y Lucía García (asociación Down Araba-Isabel Orbe); Loretxu Mata Fernández, Mari Carmen Sanz Talavera, Carolina Mínguez Pinto, Noemi Sarachaga Olmedo, José Manuel Fuentes Yuste y Carlos Alonso Charterina (Carrefour Gorbeia); Carlos Castillejo y Marta Garraza (Fournier); Begoña Izar de la Fuente, Raquel Redondo, José Francisco Caro, Sergio Montes y Bárbara López de Juan Abad (El Corte Inglés); además de Amaia Castillo y Patricia Sanz (El Boulevard) y Asumpta Ortiz de Urbina (Médicus Mundi). Asisten Blanca Segura-Jauregui, Guadalupe Julián, Javier Balsa de Vallejo, Mertxe Curto, Gabriel Zaldibar y Vicente Para (Atcore); Koldo Santander, Julio Folgueira, Alfredo González, Hedy González, Conchi López y Mikel Junquera (MediaMarkt);Samantha González, Nela Santa Coloma, Marixa Castaño, Almudena Fernández y Gabriel Pérez (SATSE), Rocío Vitero (Sidalava), Alfonso Mogollón, Elisabeth Hernández, Mamadian Diallo, Adriana Pedraza y Luis Enrique Cabrera (Comisión de Ayuda al Refugiado-CEAR), Laura Izarra, Laura Jiménez, Rosa María Núñez, Lorenza Sánchez y Rocío Rodríguez (Eroski Center-Salburua) y Antxon Dávila, María Pilar Salazar y Manuel Javier Varas (Hiper Eroski del Boulevard). Además, Javier Ochoa de Alaiza (Ikaslan), junto con Eduardo Ochoa de Aspuru y Daniel Garduño (Egibide) y Ana Fernández (Gasteiz On). De EL CORREO: Zuriñe Ortiz de Latierro, Rosa Cancho, Ángel Resa, Nerea Pérez de Nanclares, Judith Romero, Sara López de Pariza, Juan Prada, Paco Góngora, Javier Mingueza, Natxo Artundo y Ramón Loza. En el traslado y montaje del avión participaron Igor Ozamiz, Óscar Martínez, Iker García, Carlos San Vicente, Pedro Diéguez y Fidel Azofra (del aeroclub Heraclio Alfaro).

2. La historia

Aviones, ovejas y patos

ANTONIO RIVERA

Catedrático de Historia Contemporánea

Una barrera de las ferroviarias cortaba el tráfico de automóviles en la Nacional I cuando algún avión necesitaba usar todo el largo de pista del campo de aviación de Salburua. A unos cientos de metros dos vías férreas salían hacia el este en dirección Alsasua y Estella. Cualquiera diría que aquello era un insoportable nudo de comunicaciones, pero los mismos patos de las balsas de hoy habrían disfrutado de la casi absoluta tranquilidad de aquellas campas. De hecho, de ordinario servían de apacible pasto para las ovejas.

Menos el ferrocarril, que llegó tarde y mal, el resto de los artilugios modernos de transporte tuvieron a Vitoria como plaza de estreno. Así fue con el automóvil –aquel primero construido íntegramente en España para los Hueto, en 1904– y así con la aviación, que encontró en Heraclio Alfaro su pionero, en las campas de Lakua, allá por 1913, y a Leoncio Garnier su primer instructor de vuelo.

Con la República llegó el moderno aeródromo «de Zalburu». El trazado de su pista corre casi paralelo por el este al boulevard del actual barrio de Salburua y un paseo peatonal ('del aeródromo') queda como recuerdo del mismo. El 29 de septiembre de 1935 se inauguró, tomando el nombre de José Martínez de Aragón, un militar republicano empeñado en esa infraestructura, además de destacado opositor de la dictadura de Primo de Rivera y luego gobernador de Vizcaya, en 1931. Un batallón miliciano de Barakaldo llevó su nombre durante la guerra civil. Cuando regresaba con los documentos que autorizaban las obras del aeródromo, falleció en accidente aéreo en agosto. No pudo contemplar su empeño.

Años después, el de Salburua volvió a cambiar de nombre para dárselo a otro accidentado. El general Emilio Mola falleció en Alcocero (Burgos) un 3 de junio de 1937 al capotar su avión que, precisamente, había despegado desde Vitoria. Semanas antes, posiblemente a instancia suya como jefe que era del Ejército del Norte de los alzados, también habían salido de aquí parte de los aviones alemanes de la Legión Condor y los italianos de la Aviazione Legionaria para bombardear Durango y Gernika, entre marzo y abril.

Terminada la guerra, el aeródromo tuvo una vida rácana. Las órdenes oficiales de apertura y cierre se suceden, de manera que al final solo quedó para vuelos privados y deportivos. Como quiera que el desarrollo industrial de los sesenta invitaba a contar con un aeropuerto comercial, en 1970 se iniciaron las gestiones para hacerse con uno. De resultas de ellas se aprobó dos años después esa construcción, que se inauguró finalmente en Foronda, al norte de la ciudad, en 1980, ya como infraestructura internacional.

La aviación tuvo en Vitoria algunos referentes notables. Heraclio Alfaro Fournier construyó en 1914 un monoplano de su invención, el primero en España, y terminó en el prestigioso MIT de Massachusetts para montar luego su propia empresa de motores, aliada clave en el autogiro de Juan de la Cierva, el precedente de los actuales helicópteros. Otro aviador fue Ignacio Hidalgo de Cisneros, de origen riojano y aristocrático, que, sin embargo, participó con Martínez de Aragón y con Ramón Franco en la conspiración de Cuatro Vientos contra la monarquía, a finales de 1930. Años después se convirtió en el jefe de la Aviación republicana durante la guerra civil y murió en el exilio de Bucarest, ya como dirigente comunista. De entonces era la Colón Compañía Transaérea Española, fundada en Vitoria en 1922 con la intención de explotar líneas aéreas por dirigibles entre España y Argentina.

Como se puede ver, la de la aviación vitoriana ha sido una empresa de altos vuelos, pero siempre sobre terrenos apacibles.

3. Relato corto

Dame tus alas

ELISA RUEDA

Paulina, ¡qué tarde traes hoy las vacas! – Ignacia, la de Elorriaga, siempre era la que llegaba la primera en verano.

– Acaban de avisarme de que vaya mañana a casa de mi tía Natalia y se me ha hecho tarde. ¿No ha venido aún Aurelia la de Betoño? ¡Ya la veo, viene por la acequia!

Todas las mañanas, las amigas se encontraban en la dehesa cerca de la balsa de Salburua, cada una con las vacas de su propia casa. Paulina, con sus tres holandesas, era la única que vivía en Arkaute.

Se encargaba de ordeñarlas a primera hora; guardaba para el gasto de casa y el resto lo entregaba a Flor, que pasaba puntual todas las mañanas, justo cuando 'El Abuelo' sobrevolaba su casa. A las 9 en punto, el sonido de trueno con resoplidos de ahogo que producía el avión se sincronizaba con el de la camioneta de gasógeno de la lechera. El estertor diario de 'El Abuelo', que volaba desde Burgos, levantaba el odio agazapado en los ojos de Flor. Todos sabían que le habían fusilado al marido y que a ella le habían rapado el pelo y la habían paseado por la calle Dato por haber estado afiliada a las emakumes.

ILUSTRACIÓN
ILUSTRACIÓN Iñaki Cerrajería

Cerca de la balsa, pasado el peligro de que se metieran a las piezas, soltaron las vacas, ellas solas sabían dónde tenían que pastar, y las amigas aprovecharon para acercarse al aeródromo, tan cercano a los pastos del ganado.

– Si vas a Vitoria, ¿me podrás comprar cinta roja para poner a las alpargatas?

– Me voy a quedar en casa de mi tía Natalia, la que trabaja en el hotel Frontón. Claro, Aurelia, te compro los metros que necesites.

– Tu tía Natalia, ¿es la que se casó con dos hermanos y un primo? –Ignacia era una preguntona. Estaba al tanto de todo. Demasiado, para una época de denuncias envidiosas, le había advertido su madre a Paulina–.

– Sí. ¡Pobrecilla! Se le murió el primer marido y se casó con el hermano, y cuando este se le murió, se casó con el primo de ellos. Me gusta ir a su casa porque como no tiene hijos me quiere mucho.

Lo que no dijo es que su tía estaba cosiendo como voluntaria en Intendencia y su tío Martín se había presentado como voluntario sin sueldo para ser el chófer de los aviadores. Sus tíos hacían lo que podían para no ser denunciados.

– ¿Vas a ir a ayudarla en el hotel? Podrás ver a los alemanes de los aviones. Se alojan allí.

– Sí. Mi tía me ha conseguido trabajo como limpiadora.

– ¡Ay Pauli, te vas a convertir en una señorita! Ya tienes 19 años. Seguro que te echas novio enseguida, con esos ojos miel y ese pelo trigueño que tienes te van a salir muchos pretendientes. – Aurelia se puso a andar de puntillas, imitando poses de marquesa, mientras reían las tres amigas–.

La curiosidad las llevaba a acercarse lo más posible. Habían seguido las obras que el año anterior realizaron los presos del Batallón de Trabajadores para acondicionar el Campo de aviación. Miraban con temor los cazas, las avionetas rodeadas de mecánicos, un enjambre de monos blancos. Desde que vinieron los alemanes con sus aviones, había mucho movimiento en el aeropuerto. Imponían con sus uniformes, sus capas, sus gafas.

Ese día, solo había un aeroplano en la pista de hormigón. Aurelia leyó en voz alta los números, que, separados por un círculo, aparecían en el costado izquierdo del biplano. El que estaba aquella mañana, tenía dentro del círculo negro una fina cruz gamada blanca, como la de aquella avioneta que un año antes se había estrellado en la Plaza Nueva. Se lo había contado Ignacia, que un piloto alemán se había estrellado en la plaza y había matado a dos personas.

Paulina había oído hablar a su padre de los biplanos Heinkel de los alemanes, de los bombarderos, de los cazas, de la crueldad de la Legión Cóndor. Que partían de Salburua para atacar otras poblaciones, que había más aeropuertos desde los que también despegaban, de León, Burgos…

– Son letales. Han venido a matar. Se acercan con mucha precisión para bombardear las trincheras republicanas. Los alemanes y sus botas forradas de borreguillo ¡Asesinos de lujo! Ellos han bombardeado Guernica, estoy seguro, vi salir los cazas y la escuadrilla ese día ¡Dios quiera que sus bombas no alcancen a tus hermanos!

Después de comer, su madre le pidió que fuera a por su manjar favorito.

– Anda hija, ¡tráeme unas ranas para la cena!

Se dirigió hacia Salburua y por el camino fue cogiendo grillos. Los atravesaba con una aguja enhebrada, ataba el hilo a una rama y los iba echando al agua. Era una experta; esperaba a que la rana estuviera tragando el grillo y entonces, tiraba lentamente hasta tener la presa en su poder. Aunque llevaba ya una docena de ranas, pensó que todavía tendría que coger alguna más, así, al día siguiente le podría llevar alguna a la tía Natalia. Vio volar sobre ella las cigüeñas que todos los años anidaban en la iglesia de Gamarra.

Volar ¿Cómo sería ver todo desde el cielo? –Dame tus alas, cigüeña, deja que me dé una vuelta sobre la balsa. Prometo darte a cambio todas las ranas–. Sonrió al pensarlo.

De repente, el crujido de unas ramas detrás de ella, la sobresaltó. Se volvió rápidamente y el miedo la dejó sin respiración, como si uno de los grillos se le atascara en la garganta.

Un aviador alemán, muy cerca de ella, la miraba. ¡Cómo no asustarse! Desde su posición sentada, le pareció un gigante de pelo amarillo. Paulina cogió la cesta en un movimiento instintivo y se echó a correr. Él le dijo algunas palabras incomprensibles, pero ella no paró de correr hasta llegar a casa. No contó nada.

Más tarde, tampoco contó a nadie, que en el hotel Frontón, el piloto alemán y ella volaron sobre unas sábanas de algodón blanco. Que cuando le avisaron de que sus hermanos habían muerto en un bombardeo, aún llevaba el semen de Johannes en su interior. Que fue entonces cuando empezó a beber, porque solo así, podía olvidar. ¡Maldita guerra!

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