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NUESTRA HISTORIA

Un viaje accidentado y apasionante

Martes, 28 de octubre 2025

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Es cierto que, en términos geológicos o astronómicos, 115 años no son nada, un suspiro, una mota de polvo en la inmensidad. Pero, si los contemplamos desde la perspectiva humana, las cosas cambian y nos encontramos ante una cifra muy significativa: en el momento de escribir estas líneas, solo hay constancia de una persona viva que estuviese ya en este mundo el 1 de mayo de 1910, cuando salió a la calle el primer número de 'El Pueblo Vasco', la cabecera original de EL CORREO. Estos 115 años de periódico han sido un viaje emocionante y accidentado, salpicado de alegrías y también de horrores, como corresponde a un medio que, al fin y al cabo, no deja de ser un espejo de la sociedad a lo largo de un siglo convulso y otro, este, que no tiene pinta de querer quedarse a la zaga.

'El Pueblo Vasco' nació en un Bilbao pujante y dinámico, que empezaba a atisbar ese futuro tecnológico que se ha convertido en nuestro presente. Desde 1903 existía en San Sebastián un diario llamado 'El Pueblo Vasco', y su editor llegó a un acuerdo con los hermanos Fernando, Gabriel y Emilio de Ybarra para crear una cabecera homónima en la capital vizcaína. Era también un periodo de efervescencia periodística, en el que surgían sin cesar nuevos medios que muchas veces sucumbían al cabo de efímeros recorridos, pero aquellas seis páginas de formato sábana calaron entre los lectores y lograron sobrevivir a su competencia.

Arriba, los linotipistas componian los textos de los redactores y con ellos, como se ve en la imagen inferior derecha, se comformaban los bloques de noticias.

¿Qué se leía en aquellas severas columnas de texto apretadísimo? Ya que esto va de aniversarios, probemos a hacer una escala en el 1 de mayo de 1915, el día que 'El Pueblo Vasco' cumplía su primer lustro de trayectoria. Ahí nos encontramos con el seguimiento de la Primera Guerra Mundial, con la prohibición gubernamental de la manifestación socialista, con la reseña de la obra 'Fucar XXI' en el Teatro Campos (el crítico no se andaba con rodeos y pedía «desterrarla de todos los escenarios»), con los trenes especiales para la final del campeonato de España entre el Athletic y el Español (que se jugó en Hondarribia, con victoria bilbaína por 5 a 0) y con los anuncios de bragueros para hernias de F. Salaverri. Y con los sucesos, claro, que ya entonces venían a ser, podríamos decir, la sangre de los periódicos: en Arnabal se detuvo a doce individuos acusados de robar alambre de la línea telefónica, en Hurtado de Amézaga hubo un amago de incendio al inflamarse el hollín de una chimenea, en la Ribera chocaron un tranvía y un carro de la limpieza y se tardó bastante en levantar a la pobre mula que tiraba del segundo.

Los sindicatos de artes gráficas

Corrían tiempos de tensiones sociales y políticas que en ocasiones se colaban en la propia redacción de la calle Ledesma, a la que se había trasladado el periódico desde su emplazamiento original de la Plaza Circular. En 1918, por ejemplo, un grupo de nacionalistas asaltó las instalaciones, indignado por la publicación de un discurso de Maura, e impidió que el diario saliese el 16 de diciembre. Los sindicatos de artes gráficas, siempre muy activos y muy correosos en las negociaciones, instauraron una 'censura roja' que impedía publicar textos contrarios a los intereses obreros. Ya en los años 20, una huelga de tipógrafos bloqueó prácticamente todos los medios vizcaínos durante medio año. La dictadura de Primo de Rivera implantó la censura previa, que a veces dejaba chocantes huecos en la página, y la crispación se incrementó todavía más con la proclamación de la República, cuando 'El Pueblo Vasco' se mostró moderadamente crítico con el nuevo régimen y se ganó alguna denuncia por defender la religión católica.

Redacción, Talleres y Administración posan en 1923 junto a la nueva rotativa.

Mientras tanto, la paginación había ido creciendo (ocho, diez...), la fotografía se introducía con cierta timidez y la publicidad sonaba a progreso: las tabletas Bayer de aspirina, los automóviles Cleveland, las máquinas de escribir Remington, la crema para zapatos Servus, el lápiz Mongol (con goma y «único en su clase») o la Solución Benedicto de glicerofosfato de cal con creosotal para el catarro y la gripe, cuando la epidemia de 1918 seguía dolorosamente fresca en la memoria. En 1935, los anuncios ofrecían un prometedor muestrario de radios, coches y electrodomésticos: había mucha publicidad, un montón, y desde nuestro lado de la historia la contemplamos con lástima porque sabemos que aquella sociedad estaba a punto de hacerse pedazos. Tocaba despedirse por una buena temporada de aquella abundancia.

El propio periódico sufrió la sacudida de la Guerra Civil. El golpe del 36 supuso la intervención de 'El Pueblo Vasco' por parte de grupos próximos al Frente Popular y, posteriormente, el cierre de la cabecera. Con la entrada de las tropas de Franco en Bilbao, la empresa fue restituida a sus propietarios, pero se les impuso la fusión con el falangista 'El Correo Español': el 13 de abril de 1938 nació la cabecera compuesta, 'El Correo Español-El Pueblo Vasco', esa larga retahíla de la que cristalizó como nombre popular EL CORREO. Podemos hacer otro alto en nuestro recorrido en el ejemplar del 1 de mayo de 1945, el día que el periódico cumplía 35 años. Ahí la portada todavía lucía el lema 'Diario de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.', aunque el grupo empresarial que había editado durante muchos años 'El Noticiero Bilbaíno' estaba a punto de adquirir a los fascistas su participación y terminar con esa servidumbre, y los contenidos habían cambiado de manera dramática. Los periódicos de la posguerra solían ser tremendamente aburridos, con su plúmbeo tono oficialista y su regusto a escasez y tristeza, aunque el de aquella jornada escapa a la norma por su excepcional contenido.

Porque, justo el día que cumplía 35 años, el periódico llevaba en sus páginas el fusilamiento de Mussolini, las primeras noticias sobre la muerte de Hitler (según la exclusiva del diario sueco 'Stockholms-Tidningen'), la incursión de tropas británicas al otro lado del Elba, el primer interrogatorio al mariscal Pétain... Como todos los días, la dictadura reclamaba su hueco privilegiado, con información detallada sobre la actividad de la Jefatura Provincial del Movimiento o, todavía peor, un reportaje sobre cómo Gernika había celebrado «el séptimo aniversario de su liberación», en un acto presidido por un alcalde de apellido poco propicio, Rojo. En aquella España que presumía de pacífica, no existía la información de sucesos, porque así lo había establecido el dictador, y casi tampoco anuncios, ya que poco quedaba que comprar.

Con la entrada de los editores de 'El Noticiero', a quienes se había prohibido continuar con su cabecera tras la guerra, desaparecieron los símbolos falangistas de la cabecera y nació la empresa Bilbao Editorial. De alguna manera, aquel momento entroncaba con los tiempos prebélicos, al consolidar la alianza de dos culturas periodísticas que habían marcado el panorama bilbaíno de los años 20 y 30: la tradición informativa del 'Noti' y la de opinión de 'El Pueblo Vasco'. A partir de ahí, EL CORREO empezó a crecer: en 1946 se creó la edición de Álava, a la que seguirían en los 50 las de Guipúzcoa y Miranda, y se adquirieron acciones de 'El Diario Vasco' de San Sebastián, en un modesto germen de lo que mucho más tarde sería un gran grupo de prensa. El periódico del 1 de mayo de 1955 tiene catorce páginas y, desde un punto de vista estético, ya recuerda a los diarios de hoy. Tanto en su edición bilbaína como en la alavesa, lleva en portada dos fotos de la Vuelta Ciclista a España, que organizaba EL CORREO, y su contenido presta más atención a lo internacional que a lo local, porque las directrices del régimen siguen pesando. Hay titulares que apuntan a una España que se despereza ('Dalí va a desintegrar a Sir Laurence Olivier en una pintura atómica') y la publicidad refleja una reactivación económica cerrada aún al exterior, con las lavadoras Ter de aluminio (de Azbarren-Basauri), los velomotores Echasa (de Eibar), las alpargatas Isla (de Logroño) o la bilbainísima cerveza Oro («la más densa y de clásico sabor»). ¿Y los sucesos, qué? Nada de nada, así se apuntaló la idea de los cuarenta años de paz.

En coincidencia con el cambio de formato, EL CORREO se traslada a Pintor Losada, en Bolueta, en 1965.

A mediados de los 60, la redacción volvió a mudarse, en este caso a la calle del Verdel (hoy Pintor Losada), en el barrio de Bolueta, se cambió la vetusta rotativa por otra un poco más moderna (tampoco es que fuese el último grito, pero era capaz de imprimir 48 páginas, cuando la anterior no pasaba de 16) y el formato se redujo al manejable tabloide. La nueva Ley de Prensa aflojó ligeramente la tenaza que controlaba lo que publicaban los medios, aunque el aperturismo todavía era tímido, y EL CORREO y El Diario Vasco promovieron la creación de Sapisa, una suma de fuerzas de diarios regionales que en los 70 daría lugar a Colpisa, la que continúa siendo nuestra agencia de noticias en Madrid. Aquellos fueron los años de la durísima pugna con 'La Gaceta del Norte', que se equilibraría a principios de los 70 y se acabaría inclinando a favor de EL CORREO en la segunda mitad de aquella década. Si tomamos un ejemplar del diario del 1 de mayo de 1975, nos parecerá relativamente contemporáneo, con sus 52 páginas, su color rojo en la cabecera y su tira con alguna penalidad de Don Celes en la contra: en este caso, nuestro hombre protesta porque le han servido un filete muy duro y el camarero le trae un martillo y un escoplo. Aquí sí que hay sucesos, y muchos (hasta un anuncio de la empresa Brújula, especializada en buscar coches 'desaparecidos'), se ofrece ya la programación televisiva (que no ocupaba mucho: por la noche, se podía elegir entre la película 'Hilda grande' en la primera y un recital del Quinteto de Viento Checo en el UHF), en la inmensa cartelera de más de 60 cines aparecen películas como 'El Anticristo' («las nuevas normas de censura han permitido su estreno en el Buenos Aires») y hay una sección de publicidad de restaurantes (con algunos, contados, que sobreviven hoy, como el Karlo's de Santutxu).

Tras la muerte de Franco, el mercado vasco de la prensa se reordenó, con la aparición de diarios nacionalistas como 'Deia' y 'Egin', pero EL CORREO reforzó su liderazgo a la vez que aceleró su apertura ideológica. Resulta significativo comprobar cómo el diario recibía ataques desde diversos frentes. En primavera del 77, ETA secuestró a Javier de Ybarra, presidente de la sociedad editora, y lo asesinó días después. En enero de 1978, el director del diario, Antonio Barrena, sufrió la agresión de un grupo de extrema derecha y perdió la visión de un ojo. En los 80, la redacción se informatiza, el periódico empieza a publicarse también los lunes (esa jornada de descanso que antes ocupaban las tradicionales 'hojas'), nace el Máster de Periodismo en colaboración con la Universidad del País Vasco (que hoy sigue formando cada curso una hornada de excelentes profesionales) y va creciendo el grupo de prensa que hoy es Vocento, pero, informativamente, son años marcados por la violencia etarra, que día tras día acapara la actualidad y aplasta toda esperanza con su despiadada sinrazón.

Ni siquiera hace falta que nos desviemos de nuestra pauta para buscar ejemplos: el 1 de mayo de 1985, el día que el periódico cumplía 75 años, se publicaban varias piezas sobre el asesinato de Jesús Ildefonso García Vadillo, un analista industrial al que mataron delante de su hija de 5 años. «Añadieron al crimen el ensañamiento más brutal y la cobardía más conspicua», deploraba la nota editorial. El comité de la empresa donde trabajaba la víctima expresó su «total repulsa» y condenó la «dinámica de muerte desatada en Euskadi». Y Vicente Copa (seudónimo de José Antonio Zarzalejos, que acabaría dirigiendo EL CORREO en los 90) firmaba esto: «ETA es una lacra que no cesa. Y no podremos darnos por satisfechos hasta tanto ni uno solo de los ciudadanos de este país se sienta amenazado». Aquel mismo día los terroristas hicieron estallar bombas en las playas de Benidorm y Valencia.

El nacimiento de la web

El periódico era ya un octogenario a final de siglo, pero en esto las analogías humanas no sirven de nada, porque justo entonces le llegó el momento de reinventarse. En mayo de 1996 nació la web de EL CORREO, que en aquel momento se veía como un extraño apéndice que tanteaba con cautela un futuro incierto: pocas personas tenían móvil o navegaban por internet, y aquella primerísima redacción digital constaba de un único redactor que iba volcando contenidos a ese misterioso cibermundo, como si fuese un médium en contacto con el más allá. Da ternura contemplar la web de los orígenes, de diseño primitivo e ingenuo, y produce asombro ver cómo han evolucionado las cosas, con los acelerones de coberturas clave como los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004 (cuando los servidores llegaron a colapsarse en algún momento) o la bomba que ETA hizo estallar en la rotativa del periódico en junio de 2008, que impidió al diario de papel llegar a los quioscos a su hora y dejó la web como voz única de EL CORREO. La tecnología permitió además abrir más canales entre periodistas y lectores y dar forma a una animada comunidad que nutre desde 2015 On+, un proyecto de suscripciones digitales que supuso una iniciativa pionera en España y marcó el camino a otras cabeceras en la apuesta por la calidad informativa.

A principios de 2021, todos los departamentos de EL CORREO y el Máster de Periodismo se fueron incorporando poco a poco a la nueva sede, situada en el edificio Sota, en Gran Vía 45.

Y a ese medio, veterano y vigoroso a la vez, aún le aguardaba otro desafío, una brusca sacudida que nadie anticipaba. En 2020 la pandemia vació de un día para otro la redacción y hubo que aprender a hacer el periódico desde casa, en plena crisis de angustia e incertidumbre, cuando informar se había vuelto esencial y a la vez tremendamente complicado: la web llegó a superar los nueve millones de usuarios únicos mensuales, con un hito de más de un millón en una sola jornada. El paréntesis coincidió con la tercera mudanza de EL CORREO, que dejó tras más de medio siglo sus instalaciones del barrio de Bolueta y estableció su nueva sede en el Edificio Sota de la Gran Vía, en un traslado al centro que se reprodujo poco después en Vitoria, cuando la redacción alavesa se mudó a la calle Postas. Aquella experiencia sin precedentes de la pandemia nos sirvió para comprobar, también los que trabajamos en esto, que los periódicos son perpetuamente jóvenes: puede que acumulen 115 años de trayectoria, pero en realidad nacen cada día.

Los precursores

Los precursores

  1. 1910-1939

    Juan de la Cruz Elizondo

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Fue el primer director de EL PUEBLO VASCO gracias a un curioso pacto con Rafael Picavea, un empresario que era el dueño de una cabecera con ese mismo nombre que se editaba en Guipúzcoa. El acuerdo de la familia Ybarra con Picavea incluía la cesión del nombre del diario y el 'fichaje' de su director, que de esta forma recaló en Bilbao. Este irunés próximo intelectual y afectivamente a la Generación del 98, republicano y agnóstico, llevó el timón de un diario católico y monárquico con enorme profesionalidad. Durante la Guerra Civil, hubo de ocultarse porque las milicias republicanas lo perseguían. En total, estuvo al frente del periódico algo más de 27 años, pues volvió a ocupar su puesto en julio de 1937, cuando salió de nuevo a la calle en manos de sus propietarios originales, y hasta abril de 1938, cuando se fusionó con EL CORREO ESPAÑOL. De nuevo, tras la marcha de Nadal y hasta la llegada de Zuazagoitia, regresó unos meses a la dirección en una tercera y última etapa. Hombre de intereses y aficiones muy diversos, fue también un empresario taurino que alcanzó un notable reconocimiento en ese ámbito.

  1. 1938-1939

    Santiago Nadal

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Fue director del diario durante un período muy breve, apenas un año. Nombrado en abril de 1938 con motivo de la fusión con EL CORREO ESPAÑOL, Nadal debió lidiar con la escasez de papel y una economía de guerra en el más literal sentido del término. Natural de Lérida, monárquico y licenciado en Derecho, sería más tarde subdirector de La Vanguardia. Un artículo sobre el fascismo italiano le costaría una estancia en un campo de trabajo de Nanclares de Oca, de donde salió gracias a la intercesión de Josep Pla. Fue miembro del consejo privado de don Juan de Borbón.

  1. 1939-1950

    Joaquín Zuazagoitia

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Era un intelectual en el más puro sentido del término. Nacido en Madrid, había estudiado Química y Farmacia y más tarde hizo cursos de Enología en Burdeos. Miembro de la Sociedad de Estudios Vascos y asiduo participante en las tertulias del Lyon d'Or, llegó a la dirección en 1939 y estuvo al frente del diario hasta 1950. Una década muy dura, con una censura férrea y graves dificultades materiales para poner el periódico cada día en la calle. Zuazagoitia compatibilizó su trabajo en EL CORREO con su intensa labor como prologuista, articulista en publicaciones culturales... y desde 1942 con la Alcaldía de Bilbao. En la última parte de su etapa de director delegaba sus funciones con frecuencia en Juan María Peña, con quien se reunía en el café La Concordia para tratar los asuntos del diario. También fue procurador en Cortes y consejero de varias entidades financieras.

  1. 1950-1951

    Ramón Sierra

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Bilbaíno licenciado en Derecho, sólo fue director del periódico unos pocos meses: el tiempo transcurrido entre la marcha de Zuazagoitia, en 1950, y el nombramiento de Alejandro Echevarría, en 1951. Sierra había sido designado director de 'El Diario Vasco' en 1935 y luego fue durante unas semanas gobernador civil de Guipúzcoa, ya con la provincia bajo control de las tropas de Franco. Tras la guerra, fue director de 'El Alcázar' y de 'El Diario Vasco' (cargo que simultaneó con la dirección de EL CORREO), y más tarde lo sería de'Informaciones'.

  1. 1951-1960

    Alejandro Echevarría Zorrozúa

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Fue un director atípico, porque a sus conocimientos del periodismo se unía una formación económica y técnica muy importante que le llevó a ser el artífice de la primera gran modernización del diario. En su etapa en la dirección, de 1951 a 1960, realizó también funciones gerenciales. Fue uno de los responsables de que el periódico organizara durante años la Vuelta a España, prueba que en esa etapa alcanzó categoría internacional. En su currículum profesional se encuentra también un fructífero paso por la empresa de automoción DKW.

  1. 1960-1990

    Antonio Barrena

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Es el director que ha marcado en mayor medida la historia del periódico. Estuvo 30 años al frente del mismo y durante los siete anteriores ejerció de mano derecha de Alejandro Echevarría quien, más ocupado en tareas gerenciales, delegaba en él las decisiones relativas a la marcha diaria del periódico. Barrena, bilbaíno, licenciado en Derecho por Deusto y que durante años fue secretario del Tribunal Tutelar de Menores, dirigió el diario en la etapa crucial del fin del franquismo, y fue el artífice de que la diferencia con 'La Gaceta del Norte', durante décadas líder de la prensa vasca, se redujera hasta finalmente superarlo. Hombre de grandes intuiciones, que además se sabía rodear siempre de un buen equipo, vio con claridad que el público pediría a los periódicos cosas distintas con la llegada de la libertad, y preparó a EL CORREO durante años para cuando llegara ese momento. Obsesionado por la separación entre información y opinión, Barrena convirtió un periódico de provincias de tamaño medio en la cabecera del primer grupo de prensa de España. Cuando se retiró en 1990, el día que cumplía 65 años, era el único profesional de la Prensa en posesión de dos premios Nacionales de Periodismo.

  1. 1990-1993

    Antonio Guerrero

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Vivió casi toda su carrera profesional junto a Antonio Barrena. Entró en EL CORREO como estudiante en prácticas en 1953 y al año siguiente se convertía en el redactor-jefe más joven de la prensa española. Con 28 años ya era subdirector. Malagueño de nacimiento y bilbaíno de adopción, Guerrero manejó durante mucho tiempo la intendencia del periódico y de cuando en cuando publicaba textos de una enorme calidad literaria, iluminados por su gran cultura. Fue director entre 1990 y 1993 y la suya fue una etapa de continuidad respecto de la larga era de Barrena .

  1. 1993-1998

    José Antonio Zarzalejos

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Comenzó su carrera profesional como letrado de la Diputación foral de Bizkaia, pero desde que terminó sus estudios de Derecho en Deusto había mostrado un gran interés por el periodismo. Llegó a EL CORREO como columnista, para integrarse en la Redacción como director adjunto en 1990 y director en 1993. Bajo su dirección, EL CORREO adquirió un gran peso político y aumentó su ya elevada influencia. Ocupó el puesto hasta 1998 y en ese período ganó numerosos premios. Fue nombrado director editorial del entonces Grupo Correo y más tarde ocupó en dos etapas distintas la dirección del diario 'Abc'.

  1. 1998-2007

    Ángel Arnedo

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Dirigió EL CORREO entre 1998 y 2007, pero formaba parte de la Redacción de este diario desde 1971 y había ocupado todos los puestos de la escala jerárquica. Riojano y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, entró a trabajar en Bilbao en 1971, y fue nombrado responsable de la delegación de Vitoria en 1974. Subdirector desde 1984 y director adjunto seis años más tarde, Arnedo fue el responsable de la gran modernización del diario, promoviendo importantes cambios en su diseño y en el concepto general del mismo. Fue la suya una etapa caracterizada por grandes cambios dentro y fuera del periódico, un tiempo de vértigo en el que el diario debió hacer frente a notables desafíos. En 2007 fue nombrado director general editorial de Vocento, cargo que ocupó hasta su jubilación.

  1. 2007-2016

    Juan Carlos Martínez

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Fue nombrado director en 2007. Vitoriano, licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense, entró a trabajar en EL CORREO en 1978 y ocupó puestos en diferentes secciones hasta 2002, en que fue nombrado director de 'El Comercio' de Gijón. Dos años más tarde, recaló en 'Abc' como director adjunto. En 2006 regresó a EL CORREO con el mismo cargo, para asumir la dirección a comienzos del año siguiente. Pilotó un importante plan de renovación en el periódico. Se jubiló anticipadamente en 2016. Desgraciadamente falleció de forma prematura en 2024 a los 67 años de edad.

  1. 2016-2025

    José Miguel Santamaría

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Es sin duda uno de los referentes indiscutibles en la modernización y digitalización del periódico. Nacido en Vitoria, cursó estudios de Periodismo en la Universidad del País Vasco y llegó a EL CORREO en 1982 para trabajar como redactor de local en Álava y luego dirigir la sección de Deportes en esa misma edición. Tras cubrir durante años la información del Parlamento vasco asumió la jefatura de la sección de Política hasta que en 1999 fue nombrado subdirector y posteriormente director adjunto. En enero de 2010 fue nombrado director de 'El Diario Montañés', cargo que desempeñó hasta que en 2016 volvió a EL CORREO para hacerse cargo de la dirección. En esta última etapa lideró importantes cambios en la reorganización de la Redacción y en la puesta en marcha de nuevos proyectos periodísticos, demostrando su capacidad para anticiparse a la transformación en el mundo de la información.

  1. 2025-

    Oscar Villasante

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El actual director de EL CORREO es un bilbaíno licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, que ha desarrollado toda su carrera profesional en este periódico desde su incorporación en 1986. Empezó como redactor en la sección de Local para luego ser nombrado delegado de la edición Costa y posteriormente de la edición Gipuzkoa. En 1992 fue designado jefe de Cierre y tres años más tarde regresó a la sección de Local, donde ejerció como jefe de sección y redactor jefe. Vivió la remodelación que supuso el plan Correo 2000, que le destinó como responsable de Ciudadanos hasta 2007, cuando fue nombrado adjunto a la dirección y jefe de Cultura y Sociedad. En 2016 asumió la subdirección del periódico con Santamaría como director, trabajo que ha desempeñado durante nueve años hasta llegar a la dirección. En sus casi 40 años en EL CORREO, Villasante ha sido testigo de la completa transformación de un oficio que afronta una auténtica revolución en la manera de informar y obliga a los profesionales de esta casa a una mejora constante para mantener el liderazgo en Euskadi y estar entre las cinco cabeceras más leídas de España.

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