Dándole al remo para llegar a lehendakari
Elecciones autonómicas 21-A ·
A Imanol Pradales le llaman 'mini Urkullu', pero él, aunque ve al actual mandatario vasco como un referente, tiene rumbo propio: «Soy de barrio y de la Margen Izquierda y eso marca carácter»Imanol Pradales resume en dos palabras cómo le fue comunicado por el partido que había sido elegido candidato a lehendakari. ¿Con solemnidad? ¿Con alborozo? Ay, ... que la política tiene a veces muy poca poética y aún menos épica. Las dos palabras son estas: «Sin vaselina». Quien pasó del lubricante fue el presidente del EBB, Andoni Ortuzar. «Iba yo para casa, después de un día de mucho trabajo. Suena el teléfono. Y ahí me lo soltó», recuerda Pradales mientras se toma una caña con la cuadrilla en un bar de su pueblo, Santurtzi. Sus colegas -muchos ni siquiera habían oído esa historia porque «Imanol no es de dar la chapa con sus cosas políticas»-, se ríen por lo de la vaselina, término que no aparece en ningún manual de teoría política, aunque quizá debería.
Bueno, hasta Imanol se ríe un poco, porque dice que Ortuzar fue 'generoso' y le dio «algo de tiempo para pensarlo». Igual varios días o una semana... «¡Horas!», corrige. Así que la noche de la gran noticia fue una especie de cataclismo doméstico: su mujer, Laura, se puso a llorar. Cabe esperar que de emoción. «Del 'shock' -vuelve a corregir-. Y yo no pegué ojo en toda la noche». Para una pareja con una cría de dos años, añadir esta aventura política a su día a día supone un terremoto, una decisión importante. Menos mal que la marejada pasó pronto y, como todas las familias bien avenidas ante un reto, se pusieron a «remar juntos». Una expresión que él utiliza mucho y sus amigos, también. La metáfora omnipresente se puede deber a que Imanol ha remado de verdad, no en sentido figurado sino en el club de su pueblo, la Sotera. Más de diez años estuvo.
Eso deja huella indeleble en la forma de hablar, por lo que se ve. También buenos recuerdos. Competiciones, compañeros, anécdotas, éxito con las chicas... Todo el mundo en la Margen Izquierda sabe que los de la Sotera tenían (quizá tienen) admiradoras a patadas (también admiradores, para ser inclusivos). Edorta, amigo de Imanol, compañero de equipo y después cuñado, por ese orden cronológico, confiesa que muchas batallitas de aquella etapa «no se pueden contar». Sólo deja caer una cosilla que suena misteriosa: «No le gusta nada perder. En nada». Pero todo apunta a que si Imanol es lehendakari -«yo creo que lo seré, claro», repite todo el tiempo Pradales, qué va a decir-, su biografía no autorizada va a ser muy entretenida, a lo mejor como para hacer una serie de Netflix. Habría de todo: trastadas, aventuras, entresijos políticos... y amor.
-Te presenté a mi hermana y te casaste con ella- proclama Edorta como quien espera recibir algo a cambio.
-¡Mentira! La vi un día contigo por ahí -señala Pradales a las inmediaciones del pabellón de remo - y me pregunté quién sería esa rubia tan guapa, porque a mí las mujeres me entran por los ojos, pero pasaste de presentármela. Algún tiempo después ya volvimos a coincidir en un bar y me presenté yo solito...
¿Y si vamos al pabellón, que queda cerca del bar? Como es el epicentro de tantas cosas en su vida... «Pues venga», concede Imanol, que nada más llegar se mete por las instalaciones a trastear. «Quedo raro aquí de traje, pero es que vengo de presentar el programa», se disculpa ante quien quiera escuchar. Sí que parece un gazapo en mitad de un montón de chavales que están saliendo con la trainera a hombros para echarse al agua.
«De equipo»
Detrás de ellos, Sabino Astigarraga, que entrenó a Pradales... Vamos a ver si se va un poco de la lengua. «¿Imanol? Es un tío de equipo», proclama. Mal empezamos, con esas frases del mundo del deporte que no dicen nada. Porque... ¿eso qué significa, que rema cuando hay que remar, que es bueno, malo, regular, que no se tira al agua cuando se cansa? «¡¿Eh?! ¿Cansarse y dejarlo? ¡En esto no hay sitio para vagos!», zanja con genio. La verdad es que tiene pinta de poner firmes a los remeros y hasta de tirarles por la borda a buscar quisquillas si no obedecen. Como pasa en política, ¿no?
- ¿Te han tirado al agua alguna vez, Imanol?
- Me he caído, no me han tirado -dice con esa medida chulería tan de aquí-. ¿Y sabes qué es lo primero que te enseñaban cuando yo remaba?
Es de suponer que el espíritu de lucha, el compañerismo a muerte, el sacrificio o algo bastante más práctico, como nadar... «¡A ducharte echando leches si te caías al agua!», dice. Está claro que la lírica y los conceptos rimbombantes a Pradales no le van. «Iba llena de mierda y podías pillar cualquier cosa. Cómo sería, que al terminar de entrenar teníamos que limpiar todo el material con gasolina y luego con jabón para quitar el chapapote, que se quedaba todo pegado», recuerda.
Habla con mucho cariño de aquellos años anfibios de su biografía, a caballo entre el agua (sucia) y su barrio, Mamariga, un entorno obrero no, obrerazo, donde un mural perpetúa ahora la leyenda de Eskorbuto, el grupo más antitodo de todos los grupos antitodo. Cómo se desgañitaban cantando aquel himno punk de «somos ratas en Bizkaia, / somos ratas contaminadas / y vivimos en un pueblo / que naufraga, que naufraga».
No es una percepción muy optimista, pero es lo que había. Y Pradales -que es más de Coldplay y Hertzainak, bastante más blanditos- estaba allí, creciendo en ese ambiente. «Provengo de una familia humilde. Soy de barrio y de la Margen Izquierda. Y creo que eso imprime carácter», proclama. Su aita, Manuel, que falleció hace unos años, tenía un pequeño taller de piezas para las grandes industrias... que se fue el traste con ellas, claro. Y él, al paro.
Luego pasaba épocas con trabajo y épocas sin él. «Además, como en casa no había coche ni dinero para comprarlo, el hombre tardaba horas en llegar a algunos curros... y mi madre, Rosa, pues iba haciendo lo que podía, criándonos a los cuatro hermanos (todos chicos y todos seguidos, yo soy el mayor) y haciendo tortillas para batzokis», apunta. Por cierto, estos días está en Sevilla para ver la final del Athletic -el inicio de la campaña es menos atractivo-, porque «es muy salsera, el contrapunto a la prudencia de mi padre», repasa.
Explica que él, por esas cosas de la genética, ha salido una curiosa mezcla entre sus progenitores, ambos nacionalistas desde los años de la clandestinidad. El padre hasta participó mínimamente en la política local, «pero casi nada». Bastante tenía con sacar adelante a los suyos. De hecho, Pradales afirma que, si él pudo matricularse en Deusto, fue gracias a las becas y a una carambola del destino por la que su familia recibió una pequeña indemnización que se invirtió en los estudios de los hijos. «Mi abuelo resultó herido en la Guerra Civil y Felipe González aprobó en el Congreso el reconocimiento a las víctimas del bando perdedor... Sin ese dinerito, pues a Deusto no habría podido ir», asume.
Y eso que ya apuntaba maneras de buen estudiante, lo ha dicho el actual lehendakari, Iñigo Urkullu, que fue su profesor en la ikastola Asti-Leku de Portugalete y que encontró hace poco, al ordenar papeles antiguos, las notas de aquel Imanol Pradales de 9 o 10 años, el enano que aprendió a nadar en Las Vegas. No, no en la ciudad de los casinos, sino un rincón de Santurtzi con más contaminación que agua.
Después de eso, ya nada puede con uno: ni que le llamen en las redes 'mini Urkullu' y 'junior', ni un Ortuzar sin vaselina ni las señoras del PNV que se acercan porque eres el candidato del partido y eso, ay, crea más fans que un equipo de remeros cachas. Hay que ver qué achuchones le dan. Y maternales besos en la frente. «Te dicen 'ay, hijo mío'», admite Pradales haciendo el gesto de abrazar.
Alguien por ahí desvela que alguna no tan maternal «hasta le ha llegado a tocar el culo». Él mira al horizonte, como que no oye. Pero ve a unas señoras que están a pocos metros dándose codazos y cuchicheando como adolescentes mientras le miran, deseando hablarle... Y allí se planta ante ellas, que casi infartan y se van para casa como si hubiesen conocido a Mick Jagger. Cuando se le comenta, Imanol sale del paso con un elegante «no será para tanto», pero sonríe. Y aflora de repente el sociólogo y el amante de los números que lleva dentro: «Estadísticamente, las mujeres votan más que los hombres. Y, a ver, todos los votos vienen bien».
Sus datos
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Imanol Pradales Gil (21 de abril de 1975. Cumple 49 años el día de las elecciones). Es doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Deusto. Ha sido diputado foral de Promoción Económica (2011-2015), de Desarrollo Económico (2015-2019 y de Infraestructuras y Desarrollo Territorial (2019-2023). El año pasado la nueva diputada general, Elixabete Etxanobe, contó con él para este mismo cargo. Está casado, tiene una hija y vive en Portugalete.
Ni ocho apellidos vascos... ni uno
Cuando al candidato del PNV se le comenta que sus dos primeros apellidos (Pradales Gil) son muy poco euskaldunes y se le pregunta si tiene por ahí alguno vasco escondido, dice rápidamente: «Ninguno». Y no nos vamos a remontar hasta el hombre de Atapuerca para buscarlos. Tampoco cree que le haga falta, «en absoluto». Su familia es de aquí, explica, salvo unos abuelos de Las Merindades.
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