La benjamina que lo mismo trabaja en la cárcel que sirve canapés
Alba García Martín ·
Mujer y joven... La líder de Sumar quiere que este binomio deje de ser una losa y sacarle rendimientoAlba entra de buena mañana en un bar de Mazarredo rogando que le sirvan el segundo café del día «para arrancar» (Bilbao, a esas horas, ... aún no lo ha hecho del todo). A su lado hay varios colaboradores atareados como abejitas. También un bolsón enorme que casi abulta más que algunos de sus acompañantes y que suscita cierta curiosidad -y hasta inquietud- por su tamaño y porque la candidata de Sumar a la Lehendakaritza no se separa de él (y así será a lo largo de todo el día).
Uno de sus compañeros de partido dice por lo bajo: «Qué va a necesitar arrancar, si madruga la hostia para preparar el día, es muy 'empollona'». Y un vistazo rápido da fe de ello: ni pizca de descoloque mañanero, ni un pelo fuera de su sitio, maquillaje discreto pero bien puesto y camisa planchadita... ¡Nada de esa improvisación de los que se tiran de la cama abajo porque van tarde por las mañanas! Su bolsón, del que luego hablaremos, forma parte de ese no querer ir a salto de mata.
Lo cierto es que esta psicóloga bilbaína de 35 años sabe que la aventura en la que se ha metido, este salto grande a la política -fue en las listas municipales de Podemos, pero lo de ahora es más 'gordo', claro-, va a requerir todo su tiempo y también va a poner a prueba su conocida capacidad para sacar chispas al día. «Está siendo muy intenso, pero no puedo decir que me sorprenda. Sabía a lo que venía», comenta con mucha calma. Para el común de los mortales la campaña electoral empieza ahora, pero para ella se inició «hace mucho». Por eso arrastra, casi con cabezonería, su bolsón de tela, porque no quiere renunciar a ciertas cosas de su vida anterior a no ser que sea indispensable. Es su manera de decir que ser política no tiene que ser un 100% de renuncias personales.
- Pero... ¡¿qué lleva ahí?!
- ¡De todo! Para empezar, el calzado 'normal', porque, como estos días no tengo mucho tiempo para hacer ejercicio, voy andando con mis deportivas a todos los lugares que puedo. O en bici. Y luego me cambio. También llevo el táper con la comida...
De casa en casa y sin 'pulsión'
Por ahí dentro se atisba ropa por si le da tiempo de pasarse por el polideportivo, papeles de trabajo, algún libro... Es decir, todo su día. ¿Es necesario llevarlo todo? Sí, porque sabe cuándo sale de casa, no cuándo va a entrar. Y en esa especie de chistera de mago, de la que solo le falta sacar algún conejo, dispone de lo necesario. No le importa ir por la vida con un montón de cosas a cuestas. De hecho, como casi todos los jóvenes de su edad, está acostumbrada a ir con el petate por la vida: ha vivido en el extranjero, en Londres, y ha cambiado de casa, de alquiler, un buen puñado de veces desde que a los 28 años, «con el primer sueldo 'normal' en una empresa del tercer sector», se emancipó para vivir con sus amigas.
«¡Cómo nos reíamos! De lunes a domingo, siempre era sábado. Ahora vivo con mi pareja en Deusto», indica. ¿Y cuántas veces ha oído eso de que 'vivir de alquiler es tirar el dinero'? «¡Muchas, como todos los de mi generación! Pero es que no tengo esa pulsión de la compra...», dice con satisfacción y hasta algo de extrañeza, como quien habla de un síndrome que afecta a toda la población.
De camino a una de sus reuniones de la mañana, se repiten varias veces alusiones a la juventud y sus problemas, ese colectivo al que pertenece. Aunque, no sé, cuando alguien se mete en política, ¿no deja de ser joven de repente? Es como cuando tienes tu primer curro serio y un jefe que, definitivamente, no es tu padre ni tu madre. Ella cree que no y enarbola su juventud como un factor positivo que le permite «entender» mejor sus problemas. «Y eso que yo soy una privilegiada en muchas cosas, ¿eh?», se apresura a añadir. Esta idea se la han inculcado desde pequeños a ella y a su hermano. «La conciencia social me la han transmitido en casa, claro», dice intentando vadear el tema de su familia, «autónomos, de izquierdas y un gran apoyo para mí siempre», concede. Están un poco curados de espanto con Alba, feminista y antirracista, que lleva desde muy joven trabajando con personas en riesgo de exclusión. Uno de sus primeros cometidos como psicóloga fue en la cárcel de Basauri. «Cuando se lo cuentas a tu entorno, pues se quedan todos un poco... Pero tengo que decir que fue una experiencia maravillosa», repasa.
Explica que ha tenido muchos empleos para ganarse unos euritos -«la educación es cara», apunta-: ha sido azafata de congresos, camarera de bodas «de las que van con la bandejita ofreciendo canapés», ha trabajado en hostelería, ha cuidado niños, ha impartido clases particulares... ¿Y cómo la tratan a una en esos empleos 'de estudiante', los más modestos del escalafón? «Hay gente para todo... Pero soy de la opinión de que, si tú le entras bien a la gente, eso vuelve a ti. Y eso hago», afirma. ¿Dirá lo mismo en cuatro años?
Sus datos
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Alba García Martín (Bilbao, 22 de octubre de 1988). Psicóloga social, estudió en la Universidad de Deusto. Nació en Indautxu, pero creció en Ibarrekolanda. Ha sido coordinadora de SOS Racismo en Bizkaia y forma parte de la asociación Big Road para el desarrollo comunitario en Senegal. Fue candidata de Podemos en Bilbao en los comicios municipales y este año ha sido elegida para encabezar la coalición electoral Sumar Euskadi.
Con los papeles por el aire y a lo valiente
Aplicada como es, y novatilla en política, en una de sus primeras comparecencias públicas apareció con un buen fardo de tarjetas para que no se le olvidase nada de lo que quería decir (casi todos, hasta los veteranos, lo hacen). Pero, en un momento dado, tuvo una especie de 'iluminación' y decidió, bendita juventud, lanzarlas todas al aire y enfrentarse al reto sin apoyo de papelitos.
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