¿Cómo será Euskadi en 2030?
Javier Gomá
Viernes, 23 de septiembre 2016, 20:23
Una primera palabra de encomio a la pregunta misma. Imaginarse el País Vasco dentro de catorce años es forzarse a pensar a largo plazo y ¿ ... quién demonios piensa a largo plazo en este mundo nuestro? Las empresas cierran balance anual, los políticos se someten a elecciones cada cuatro años, pero aquellos aspectos de nuestras vidas que son importantes porque duran y permanecen largo tiempo, más que un año o más que cuatro, esos precisamente quedan con frecuencia sin pensar. ¿Que cómo será Euskadi en 2030? Naturalmente, no lo sé.
Pero, a juzgar por los catorce años anteriores, cabe conjeturar, si fuera lícito proyectar hacia el futuro los progresos del pasado, que el porvenir será lisonjero. En los catorce anteriores, hemos podido observar a un pueblo que, definitivamente, ha roto esa ecuación antigua -mantenida por algunos de modo anacrónico y premoderno- entre virtud y violencia; por fin se ha hecho evidente para todos que, en el actual estadio de la cultura y la civilización, la virtud estará siempre, siempre, asociada a la paz. Hemos visto a un pueblo que se ha desarrollado y enriquecido, pero que ha conseguido hacer compatible su prosperidad con índices de desigualdad comparativamente bajos. Y hemos visto a un pueblo, en fin, que, quizá a causa de ese bienestar colectivo alcanzado, ha evolucionado del dogmatismo ideológico al sano pragmatismo y ha sustituido a Cataluña en la misión de ofrecer a España el modelo de una sociedad de identidades múltiples en la que el sentimiento de lo «propio» o «lo mío» admite con naturalidad varias dimensiones, no sólo una, excluyente de las demás.
Dicen los expertos que el futuro no será ni nacional ni trasnacional, sino municipal. La verdadera globalización la protagonizarán las ciudades, el espacio básico de convivencia humana. Y esa ahora cuando recuerdo al Bilbao de mi infancia, el de los años sesenta y principios de los setenta. Una ciudad entrañable en mi memoria, pero, en la realidad de las cosas, industrial, gris y fea. Pasaron las décadas y ahora se ha transformado, en medio de la admiración general, en una de las ciudades más bellas, modernas, hospitalarias y cosmopolitas. También en este aspecto Euskadi está a la vanguardia.
En conclusión, me imagino en el 2030 una Euskadi próspera, pacífica, plural y municipal. Y presumo que a este cóctel acabará añadiéndose algún otro ingrediente que ahora no puedo imaginar, porque la experiencia enseña que el futuro gusta de combinar los elementos ya existentes con otros imprevisibles. Por eso no hay nada más anticuado que una película de ciencia-ficción pasado algún tiempo desde su estreno. Por ejemplo, catorce años.
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