Análisis

El 23-J alienta la hipótesis del adelanto electoral en Euskadi

Urkullu, con todas las papeletas para repetir como candidato del PNV, deberá decidir si rompe la baraja o resiste pese al empuje de Bildu, que persigue el sueño del «cambio de ciclo»

Martes, 25 de julio 2023, 00:02

El problema no es Bildu, el problema somos nosotros». La frase, de un cargo del PNV, resume en pocas palabras la resaca que el extemporáneo ... y convulso 23-J ha dejado en Euskadi y que sugiere movimientos tectónicos profundos en la hasta ahora previsible escena política vasca. Las generales que Pedro Sánchez convocó para tratar de sobrevivir -con éxito- han supuesto para el PNV un nuevo revés que viene a agudizar el desgaste que ya había dejado crudamente expuesto el 28-M.

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Entonces, los jeltzales perdieron 80.000 votos respecto a las anteriores municipales y forales. Ahora, la sangría ha ascendido a más de 100.000. La cita de este domingo mete el dedo en la llaga abierta en Sabin Etxea al poner de manifiesto que el patinazo, lejos de ser coyuntural, obedece, según los más pesimistas, a una «crisis profunda» que les deja «muy débiles» y que se arrastra ya desde hace años pero que eclosionó a raíz de la pandemia. La crisis sanitaria hizo tambalear los cimientos de la que hasta entonces había sido la joya de la corona del autogobierno vasco, Osakidetza, y desde entonces el descontento con la gestión peneuvista se ha extendido a la educación, la Ertzaintza...

Aunque de puertas afuera no hay autocrítica, el PNV asume en privado que la situación es «preocupante»

El PNV ha dejado de ser el «valor 'refugio'» de la política vasca para empezar a pagar las consecuencias de la desmovilización de su electorado y de la ausencia, reflexionan miembros del partido, de la necesaria tensión interna como para precipitar una reacción rápida. La escasa capacidad para vender su apoyo a Sánchez como un activo, frente al protagonismo de Bildu -que ha sabido aprovechar a su favor el 'que te vote Txapote' y la omnipresencia de ETA en el debate político un lustro después de su disolución-, han hecho aflorar la tormenta perfecta. La falta de autocrítica en público -los resultados se han achacado a la polarización azuzada por los medios y al voto útil al PSE- contrasta con la asunción en privado de que la situación es «preocupante».

En el resto del arco parlamentario, incluidos sus exultantes socios del PSE, decididos a «hacerse escuchar» más a partir de ahora, cunde la impresión de que el PNV no ha sabido «leer» que la pandemia supuso «un antes y un después» en su electorado y que, o acometen una «reflexión» profunda al margen de experimentos fallidos como el proceso de escucha 'Entzunez Eraiki', «o les seguirá yendo mal».

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La gran pregunta es si está el PNV en condiciones de hacer ese 'brainstorming', si intentará poner parches o si preferirá esperar a que escampe. Esa realidad ha alentado en los círculos políticos vascos, con más fuerza desde este 23-J, la hipótesis de un adelanto electoral que permitiese a Urkullu 'hacerse un Sánchez', exhibir músculo y tomar la iniciativa frente a una EH Bildu al galope que construirá todo su discurso de los próximos meses en torno a un «cambio de ciclo» que le apuntalaría como alternativa real. Casi todo el arco parlamentario lo ha incorporado ya como una hipótesis de trabajo.

Hasta ahora se había dado por bueno que las urnas se pondrán en junio pero cobra fuerza marzo

En Lehendakaritza niegan la mayor. O al menos que esa posibilidad esté en los planes inmediatos del jefe del Ejecutivo de Vitoria. Su entorno había dado por buena hasta ahora la fecha del 9 de junio, que coincidirá con las próximas elecciones europeas, para poner las urnas. Pero diez meses se le pueden hacer eternos a Urkullu si renuncia además, como parece, a afrontar una remodelación del Ejecutivo que refresque el proyecto. «No está en la agenda», zanjan. Esa posibilidad es, de hecho, remota porque Urkullu jamás ha cesado 'motu proprio' a ninguno de sus consejeros.

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El revulsivo podría ser entonces un anticipo de las elecciones que resulta, sin embargo, complejo. Para empezar porque el plausible escenario de bloqueo en Madrid invalidaría el otoño como fecha probable de los comicios vascos, al coincidir con la repetición de las generales. Urkullu tiene además programado un viaje institucional a Japón a mediados de octubre y la intención de aprovechar esos meses para acelerar las leyes pendientes de Educación y Empleo. Eso dejaría despejado marzo, una fecha que cobra fuerza en las cábalas de los partidos aunque tampoco ofrece demasiadas ventajas añadidas. No supone en realidad un adelanto sustancial y obligaría a volver a las urnas en tres meses para elegir el Parlamento Europeo.

La posibilidad de una remodelación del Gabinete también parece descartada

Así las cosas, la primera gran incógnita que se despejará, después del verano, será la identidad del candidato. Urkullu tiene todas las papeletas para repetir tras tres legislaturas consecutivas en el cargo por aquello de no hacer mudanza en tiempos de tribulación que aconsejaba San Ignacio. «Si hubiera una alternativa de garantías sería el momento de cambiar, pero...». El socialista Eneko Andueza también se perfila como aspirante. Mas dudas suscitan los cabezas de PP y Sumar mientras que EH Bildu deberá deshojar la margarita respecto a Arnaldo Otegi.

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En EH Bildu no quieren alentar la euforia. No tienen prisa pese a que sus rivales creen que el éxito de su «táctica» puede marchitarse con cuatro años más en la oposición. «Seguiremos creciendo pero el PNV, pese a todos sus frentes abiertos, tiene una base social muy sólida», previenen. La posibilidad del pacto de izquierdas sobrevuela de nuevo pero cunde la impresión de que, aun con cambio de ciclo, no habrá cambio de alianzas. Incluso, gracias a la pujanza del PSE, los socios confían en conservar la mayoría absoluta. Si no, el PP espera su oportunidad para volver a jugar negociando leyes y Presupuestos.

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